Unas extrañas bolas pequeñas de plástico hicieron su primera aparición en la costa tarraconense hace ya unos 40 años. En aquel momento, los vecinos desconocían de qué se trataba y mucho menos del impacto que podían tener en su salud y en el medioambiente. Más tarde, supieron que se trataba de pellets, la materia prima para fabricar cualquier producto de plástico. También, que provienen de la mayor industria petroquímica del sur de Europa afincada en Tarragona desde la década de los 70.
Cada bolita mide unos cinco milímetros y se cuelan por cada rincón del entorno del complejo industrial. Desde las fábricas productoras, se cargan a granel en un camión que después se dirigirá a un distribuidor u operador logístico. Estos intermediarios volverán a transportar estos microplásticos en camiones.
Las pérdidas que se producen en cada una de estas manipulaciones es tal que es fácilmente perceptible por el ojo humano. Sobre todo en playas como la de La Pineda, en la localidad tarraconense de Vila-seca.
De acuerdo a una evaluación del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), esta es la que recibe “la mayor proporción de pellets”, y es debido “a su proximidad a una importante concentración de industrias del sector de la fabricación y transformación de plásticos”. En total, son más de 30 empresas químicas concentradas en dos polígonos que ocupan 1.200 hectáreas.
Las empresas del complejo industrial, agrupadas en la Asociación Empresarial Química de Tarragona (AEQT), producen unos dos millones de toneladas de pellets al año, según informan fuentes de la propia organización. Señalan que esta es sólo una parte de lo que produce el sector, porque “la producción total de las empresas AEQT suele ser de unos 20 millones de toneladas anuales. Se fabrican unos 200 productos químicos y petroquímicos distintos”. Acumulan en torno al 50% de la producción del país.
Jordi Oliva, director de la organización medioambiental Good Karma Projects, explica que “cuando mueves dos millones de toneladas de pellets, sólo con que pierdas un puñado en cada carga y descarga, es un volumen importante. Hablamos de 80.000 camiones que están moviendo este material, y sólo de lo fabricado aquí. Luego sabemos que se importa y exporta más”.
En esta zona, se estima que se pierden unas 5.000 toneladas al año, según datos de un informe técnico del Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (CEDEX) para el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.
Su ONG lleva investigando y documentando esta problemática desde el año 2018, cuando se produjo uno de los mayores vertidos de microplásticos en Tarragona. A finales de aquel año, sólo en la playa de La Pineda, aparecieron unos 120 millones de pellets. Estaba totalmente inundada de plásticos muy difíciles de eliminar.
“En las playas hemos batido los tristes récords de recogida de pellets. Los mayores registrados en el mundo”, lamenta Oliva. En 2021, en la playa de Vila-seca, consiguieron recoger hasta 800.000 pellets en dos horas, unos 15,8 kilos de microplásticos. De acuerdo a estos datos, se calcula que deben existir en torno a 1.000 de estos microplásticos por cada metro cuadrado.
Pero antes de llegar ahí, se pueden observar en cunetas, en el suelo de las fábricas… en cualquier sitio. Después, con la lluvia y los temporales, el agua arrastra este material hasta su destino final: las playas y el mar.
Desde la AEQT cuentan a EL ESPAÑOL que comparten con todos los agentes del territorio, que la presencia de pellets en el medio ambiente –ya sean playas, rieras, mar o cualquier otro emplazamiento fuera de sus instalaciones– “es inaceptable”. Reconocen también que la cadena de valor es amplia y compleja y que “las pérdidas se pueden producir en cualquier eslabón” de manera accidental.
Fuentes de la agrupación empresarial cuentan que, en esa línea, las empresas asociadas que trabajan con pellets “están adheridas al programa Operation Clean Sweep (OCS)”, por la que aplican sus estándares, tecnologías y mejores prácticas, encaminadas a minimizar las pérdidas accidentales, y a la mejora continua”.
Sin embargo, reconocen que “no basta con que las empresas fabricantes apliquen esos estándares. Tiene que hacerlo toda la cadena implicada en la gestión de pellets”.
Para Oliva, “estas medidas, de momento, no están funcionando”. Comenta que las empresas que las han adoptado ya llevan más de 20 años en la zona y no se ha percibido ninguna mejora en los vertidos. “Las playas lo demuestran, cada vez que tenemos un temporal, están llegando estos pellets a nuestras playas. Técnicamente, a este programa todavía le falta recorrido”, asegura el director de Good Karma Projects.
Los ovillos de microplásticos de las lavadoras
El problema va mucho más allá de los pellets y afecta directamente a la salud humana y la de todo el Mediterráneo. Los investigadores del Centro de Tecnología Ambiental Alimenticia y Toxicológica (TecnATox) de la Universitat Rovira i Virgili realizaron un estudio de las costas tarraconenses y comprobaron que había una cantidad enorme de plásticos, de unas cinco veces mayor a la media de los mares del planeta.
Muchos de ellos proceden de la liberación directa de gránulos de preproducción o de la erosión de plásticos más grandes vertidos al mar, pero también de las nano perlas de plástico presentes en productos de cuidado personal y en las fibras textiles. Estas sustancias van a parar a los sistemas acuáticos por las descargas de las plantas de tratamiento de aguas residuales.
De acuerdo al estudio, la Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) no elimina completamente la liberación de microplásticos procedentes del lavado de ropa. De esta forma, se acaban formando en ovillos de estas sustancias que se van acumulando a lo largo del tiempo en el mar.
Joaquim Rovira, investigador de TecnATox, explica que las depuradoras retiran muchos microplásticos procedentes del lavado de la ropa y de la industria. No obstante, “aunque retienen en torno a un 90% de ellos, como les entran miles de millones de fibras a la hora, no las pueden retirar todas y al final llega un número muy significativo al mar”.
Pero como cuenta Rovira, esto tiene un efecto directo sobre la fauna de la zona y, en consecuencia, sobre la cadena trófica, lo que está íntimamente relacionado con los riesgos para nuestra salud. Por este motivo, los investigadores de TecnATox se propusieron examinar los microplásticos en los moluscos en otro estudio publicado recientemente.
“El mar está contaminado de fibras sintéticas y, por lo tanto, estos organismos filtran cantidad y cantidad de agua, y después no son capaces de escupirlas”, explica el investigador. En total, encontraron entre 20 y 30 microplásticos por cada mejillón en la zona de Tarragona, y el 70% de ellos en forma de fibra sintética.
“Al cabo de un año ingerimos 8.000 piezas de plásticos anuales a través de estos moluscos. Los grandes consumidores pueden llegar a tomar unos 20.000 piezas de plástico por año”, cuenta Rovira. A grosso modo, y haciendo un cálculo amplio, esos 8.000 microplásticos (de unos 0,5 milímetros) podrían ser el equivalente a comerse unos cuatro metros de fibra al año. En el segundo caso, unos 10 metros.
Aunque aún existe bastante desconocimiento, La exposición humana a los microplásticos provienen principalmente de la ruta de ingestión, a través de alimentos contaminados (moluscos, peces) o durante la preparación de alimentos y el agua potable, aunque no se puede descuidar la inhalación de aire.
De acuerdo a los investigadores del TecnATox, estas sustancias podrían actuar como portadores de contaminantes (metales pesados y compuestos orgánicos hidrofóbicos), aditivos químicos del propio plástico, incluso microorganismos patógenos. Además, estas sustancias pueden bioacumularse a través de la cadena alimentaria con posibles riesgos para la salud.
Lo que ocurre con los pellets, por ejemplo, es que hay evidencia de su ingestión por la fauna marina. Actúan como imanes de toxinas cuando flotan en la superficie del agua. Según Oliva, “atraen todos los contaminantes orgánicos persistentes, y cuando los ingiere un pez, por ejemplo, esto se bioacumula en los tejidos y por la cadena trófica, acaban llegando a nosotros”.
En el caso del medioambiente, los microplásticos generan en la fauna marina toda una serie de efectos toxicológicos inmediatos: bloqueo físico, enredo, abrasión, pérdida de movilidad, ausencia de estímulo para alimentarse o bloqueo del sistema respiratorio. En el largo plazo: alteraciones en la regulación génica, respuesta inmune, alteraciones del comportamiento y desarrollo embrionario de los peces.
Como asegura Rovira, las playas de Tarragona y del litoral de Cataluña y Valencia, es una zona de especial acumulación de microplásticos, porque hay una fuerte presión humana, industrial y las corrientes de agua favorecen que vayan a parar ahí los microplásticos y luego no puedan salir. En esto coincide Oliva, que lamenta que “los estamos repartiendo por todo el Mediterráneo”.
El mar Mediterráneo tiene una alta presión humana (urbana e industrial), y es casi un mar cerrado con una persistencia de plásticos superior a 100 años, lo que empeora aún más el impacto ambiental de la contaminación por plásticos. Es, de hecho, la zona más afectada. De las 240.000 piezas de plástico por kilómetro cuadrado, el 82% son microplásticos.
No existe normativa que lo regule
Por el momento no hay normativa que regule la presencia de estos microplásticos en el medioambiente. Ni a nivel europeo ni a nivel nacional. De momento, en el ámbito comunitario, están incluidos en una legislación de contaminantes emergentes y se prevé que en poco tiempo se acuerde una normativa que afectará, sobre todo, a la depuración de aguas.
No obstante, la Comisión Europea estaría estudiando también la posibilidad de adoptar una legislación para regular las actividades de toda la cadena de suministro de los pellets de plástico. En este sentido, entidades como Good Karma Projects y Surfrider Foundation España enviaron hace un año una carta a Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica, para pedir su apoyo al impulso de una normativa regulatoria vinculante sobre este tipo de contaminación.
Por su parte, lo que dice la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) es que existe una amplia gama de políticas y legislación de la Unión Europea (UE) sobre basura marina, fuentes de contaminación e impactos, así como también una serie de iniciativas de la UE al respecto.
Según ha podido saber este periódico, ya se está trabajando en un borrador de normativa a nivel autonómico para controlar los vertidos de microplásticos en las costas catalanas. No obstante, como recuerda Rovira, es un primer paso, pero no es la solución definitiva.
La contaminación por plásticos cada año va en aumento y tardan unos 500.000 en degradarse. “Sucede cada día a través de depuradoras o por nosotros mismos, cuando tiramos un envoltorio en la calle. Cada día van entrando en el mar plásticos, plásticos y más plásticos. Puedes quitar una parte, pero una vez en el mar, es muy difícil limpiarlos”, lamenta Rovira, que asegura que se necesitan “medidas de choque” para atajar el problema.
“No sólo tenemos que hacer depuración de aguas; tenemos que ser también los consumidores. No puede ser que vayamos al súper y un manojo de plátanos esté envuelto en plástico. Ya tiene una protección natural. Es absurdo. Tenemos que abordar entre todos este tema”, denuncia el investigador. “Esto es como el cambio climático. Necesitamos ser todos y cada uno de nosotros, porque sino no es viable”.