La alarma saltó hace casi un año, cuando el Instituto Nacional de Estadística publicó los datos de suicidios de 2020. El número de personas que se quitaron la vida ese año en España rozó los 4.000, aumentando en casi 300 los suicidios de 2019 y estableciendo un dramático récord desde que en 1906 comenzó a recogerse este tipo de información en nuestro país.
En todo el territorio cada día se suicidan de media 11 personas y la tendencia no ha parado de aumentar en los últimos diez años. Además, es especialmente creciente entre los jóvenes, y ya se ha convertido en la primera causa de muerte no natural por delante de los accidentes de tráfico.
“El suicidio no siempre va ligado a una enfermedad mental grave como la esquizofrenia, sino que a veces hay un trastorno adaptativo por situaciones vitales estresantes”, expone la presidenta de la Asociación Vasca de Suicidología (Aidatu), Cristina Blanco. “Por ejemplo, a una persona con unas condiciones materiales de vida complicadas se la puede intentar ayudar en lo emocional, pero es muy complicado ayudarla realmente a salir del agujero”.
Sin fuerzas para seguir viviendo
Alicia no se llama así, pero ha escogido ese nombre para hablar de las ideas suicidas que hace unos meses le rondaban por la cabeza. "Yo era la persona más alegre del mundo, esa persona que siempre tiene planes, que siempre tiene gente alrededor". Alicia tiene 26 años, y un poco antes de la pandemia empezó a notar que algo no iba bien: "Trabajaba muchas horas, también la mayoría de fines de semana y ahí empecé a tener muchísima ansiedad".
[La realidad del suicidio, la principal causa de muerte no natural en España]
Comenzaron las crisis, vinieron los gritos, la falta de respiración, tirarse de la ropa hasta rompérsela y las lágrimas de desesperación. “Nunca me había pasado eso y sabía que no era normal. En ese momento me di cuenta de que estaba sola porque, aunque aparentemente tenía muchos amigos, no me atreví a contárselo a ninguno, con nadie sentí esa confianza para abrirme”.
Después de meses tomando infusiones relajantes y viendo vídeos para controlar la respiración, Alicia se lo contó a sus padres: “Yo seguía igual, y además me decía a mí misma que no estaba tan mal, que todo el mundo tiene estrés, por eso tampoco fui al psicólogo ni nada”.
El coronavirus la dejó sin trabajo y sin los dos abuelos que le quedaban, y se le acumularon otros problemas personales. “Comía cada vez peor y estaba muy asustada por si mis padres o alguien de mi familia moría también. Ya han pasado casi dos años de aquello y Alicia ha ido empalmando y compaginando trabajos temporales, pero todo este tiempo su salud mental ha estado tambaleándose.
“Estaba esperando el Metro en Puerta del Ángel y pensé en tirarme. Fue de repente, nunca había pensado en eso, pero mientras venía el tren me imaginé saltando […] Me quedé quieta y me puse a llorar, el metro pasó y esperé al siguiente”. Así empezaron sus ideaciones suicidas, pensando en la muerte como la liberación de todo. “Mi vida me parecía absurda y sentía que no tenía fuerzas para levantarme por la mañana y seguir viviendo”.
Solos e incomprendidos
“Llama a la vida” es el lema con el que el Gobierno lanzó el pasado mayo su línea de atención a la conducta suicida (024) ante el aumento de suicidios registrado en 2020 y la previsión de que en 2021 esa cifra sea aún mayor. Este número de teléfono, totalmente gratuito forma parte de una iniciativa del Ministerio de Sanidad para ayudar a personas con pensamientos y comportamientos suicidas y a sus familias.
La estrategia se basa en la contención emocional mediante ayuda psicológica por parte de un equipo de profesionales que atienden las 24 horas del día y los 365 días del año. En la primera fase, la gestión de la línea se adjudicó a Cruz Roja, y detrás se encuentran una decena de supervisores y 26 operarios, todos ellos con experiencia y conocimientos en este tipo de intervenciones.
En los casos más graves, cuando la persona ha iniciado el suicidio, el protocolo recomienda contactar inmediatamente con el teléfono de emergencias 112.
Sergio Tubío es formador especializado en intervenciones con tentativa de suicidio, y explica que cuando una persona llama o acude pidiendo ayuda, “el primer contacto debe ser respetuoso porque está en crisis y hay un sentimiento de ambivalencia que está siempre presente, un deseo de seguir intentándolo, de desaparecer”. En ese primer contacto “la persona está desbordada, muy agitada, con impulsividad y secuestrada emocionalmente, por eso le cuesta razonar”.
En algunas ocasiones, en el entorno social observan comportamientos taciturnos, incluso hay quien verbaliza ideas autolesivas. En esas situaciones Tubío recomienda “sentarnos y permitir que la persona canalice ese dolor, que la persona se sienta acogida, generar confianza y trabajar para que se sienta segura y se desahogue, verbalizando todas esas sensaciones”.
Lo más importante, dice, “es tener en cuenta que esa persona se va a sentir incomprendida y sola porque generalmente, cuando alguien tiene un dolor tan intenso que en su cabeza surgen ideas suicidas, también sienten miedo. Saben que van a provocar dolor en su entorno y tienden a aislarse. Por eso lo más importante es acompañarla y no subestimar jamás el riesgo […] Sentarse con tiempo, cara a cara y preguntar ‘¿qué te pasa?’, sin dar falsas esperanzas, ni trivializar, ni decir las típicas frases hechas”.
21.000 llamadas en dos meses
Tras un mes operativa, según datos del propio Gobierno, el 024 recogió en torno a 15.000 llamadas y derivó a emergencias más de 650, con casi 300 suicidios en curso. Este julio se han cumplido dos meses desde que el 024 se puso en funcionamiento, y sus profesionales sanitarios han descolgado el teléfono más de 21.000 veces, de las que cerca de 1.000 correspondían a casos graves de los que tuvieron que hacerse cargo los servicios de emergencias, con más de 400 suicidios en curso.
Desde Sanidad insisten en que el teléfono no está pensado para reemplazar la consulta presencial con los profesionales sanitarios en salud mental, unas consultas que en la sanidad pública pueden espaciarse hasta los seis meses por las enormes listas de espera debido a la falta de personal.
“Al final fui a un especialista de pago”, comenta Alicia. Cuando le pidió ayuda a su médico las consultas eran por teléfono y le dijeron que no sabían cuándo volverían las consultas presenciales. “Llamé en septiembre y me dieron para febrero […] Yo puedo pagármelo, pero hay mucha gente que no tiene esa suerte”.
“El 024 está bien, pero es insuficiente, comenta Cristina Blanco. “Es un único teléfono válido para toda España, pero solo hay veintipico personas atendiendo para las 17 comunidades autónomas”, explica.
Blanco insiste en que “no hay recursos, hace falta una atención primaria formada en prevención del suicidio, y ese primer eslabón todavía no está cubierto, ya que hay una serie de mitos, como que quien se va a suicidar no lo dice, o que quien lo dice no lo hace, que pueden dar pie a pensar que la persona solo quiere llamar la atención […] Hay que cambiar esa actitud desde la puerta de entrada a la salud mental”.
En la sanidad pública española la ratio de psiquiatras no llega a los 10 médicos por cada 100.000 habitantes —la media en la UE son 30—, y de cada 100 euros públicos que el Estado invierte en el sistema sanitario, solo cinco acaban en salud mental. “Quien necesita ayuda, primero tiene que ir a su médico de cabecera para que lo deriven a un especialista, y este debe evaluar y valorar si necesita terapia o medicación. Es un proceso muy largo […] Hay muy pocos recursos y eso el 024 no lo puede arreglar”.
Tubío comparte ese punto de vista asegurando que “la inversión en salud mental en este país es insuficiente, y la culpa de las listas de espero no es de quien atiende, es que están saturados”.
Celebra iniciativas como la del 024, “pero deberá mejorar y seguramente contar con más medios, quizá profesionalizando más la atención telefónica. Hay que felicitarse por lo que se hace, pero sin perder el ojo crítico. La inversión en salud mental debe ser mucho mayor […] Incluso después de un intento de suicidio hay personas que esperan hasta tres meses para poder volver a ser atendidos en una consulta”.
Junto a la línea de atención a la conducta suicida, el Gobierno también ha puesto en marcha el Plan de Acción de Salud Mental 2022-2024, para el que se han presupuestado 100 millones de euros. Esta iniciativa está destinada a reforzar la atención psicológica y psiquiátrica, y la aplicación de medidas concretas enfocadas al problema de la salud mental, una emergencia que ha empezado a mostrar su cara en la pandemia de Covid.