Belén, una joven madrileña de 24 años, relata para Enclave ODS su sufrimiento. Ella padece ansiedad desde antes de que se lo diagnosticara un médico especializado, pero no fue hasta después de la pandemia cuando decidió poner remedio al sentimiento que sufría.
Desde su primera consulta se dio cuenta que algo no iba bien. No estaba agusto en casa, no se relacionaba de la misma forma que antes con sus amigos y sentía que “no encajaba en ningún sitio”.
Con tan solo 24 años es duro ver como una persona es consciente de que su enemiga es ella misma y su mente. Una tortura donde la cabeza es un arma de doble filo y a la que se puede frenar gracias a la ayuda de un experto.
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Belén era consciente que tenía que poner remedio a todos aquellos pensamientos que le rondaban la cabeza y decidió ir más allá. Pidió a su psicóloga que le derivara a un psiquiatra para que le recetasen pastillas: “quería acabar con la tortura, si no era por medio de las pastillas, la otra opción era suicidarme”.
Desde noviembre, Belén está diagnosticada con un cuadro de ansiedad y depresión por los que toma antidepresivos y ansiolíticos. Asegura que su vida ha mejorado a pesar de que en ocasiones "su enemiga" intente hundirla.
Una vez que la muerte se plantea como una opción, es difícil evadirla de los pensamientos cuando estás mal. Pese a ello, Belén dibuja con esperanza un futuro prometedor en el que vuelve a quedar con sus amigos y disfruta de la vida.
Además, confía en la medicación junto a sus consultas psicológicas. Es la primera que sabe que el proceso es lento, que habrán altibajos, pero que la muerte no es la solución. “Empatizo con mi familia y tampoco lo haría por ellos”, añade.
Sin duda, el aumento del consumo de antidepresivos en jóvenes es un hecho y los datos lo demuestran y es que el estigma que había ante estos forma parte del pasado.
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Eduardo Vera Barrios, presidente de la Asociación Canaria de Neuropsiquiatría y Salud Mental asegura que los “antidepresivos” son fármacos bien tolerados y sin potencial adictivo.
“No hay más que fijarnos en que los traficantes de drogas, los 'camellos', no comercian con Fluoxetina (Prozac ®) o Sertralina, que son los antidepresivos más usados en población infanto-juvenil”, añade.
Los antidepresivos modulan la neurotransmisión a través de receptores sinápticos y en el caso de este tipo de fármacos, se usan no sólo en depresión, sino también en cuadros de ansiedad y alteraciones del control de los impulsos.
Para el presidente de la asociación, que los jóvenes tengan que estar medicados no es la mejor de las opciones pese a que en ocasiones es la única salida. En su lugar, busca reducir la saturación de las consultas y el gasto farmacéutico adherido a su prescripción excesiva a través de la enseñanza basada en superar las crisis con el aprendizaje y fortalecimiento de sus mecanismos de afrontamiento.
En definitiva, para Vera Barrios, el problema no reside en los jóvenes, sino en el creciente aumento del uso de los antidepresivos como resultado del “fracaso social respecto a la prevención en Salud Mental”.
La pandemia ha multiplicado con creces el número de visitas a las consultas psiquiátricas para solventar los numerosos trastornos desarrollados a raíz de la Covid-19. El estigma que portaba todo aquello relacionado con los trastornos mentales ya no se concibe y es en gran parte porque la sociedad lo ha vivido en ‘sus propias carnes’.
Al presidente de la Asociación Canaria de Neuropsiquiatría y Salud Mental le preocupan las cifras que hablan de un incremento de los suicidios consumados de aproximadamente un 18% y de una duplicación de la frecuencia de tentativas suicidas en nuestros jóvenes respecto al año anterior a dicha crisis sanitaria.
Para Vera Santos, la solución no solo está en aumentar el gasto en salud mental, sino en desarrollar políticas psicoeducativas no ideologizadas y estables en los centros de educación secundaria aplicadas por verdaderos expertos en Salud Mental.
“Creo que sólo así podremos plantearnos con sinceridad en el futuro si nuestros hijos están bien, en lugar de plantearnos si toman más o menos antidepresivos, o si debemos derivarlo al psicólogo o al psiquiatra", concluye el presidente de la asociación.