No es extraño escuchar estos días alguna frase haciendo referencia a lo insólito de este episodio de calor extremo. Sales a la calle y pronto recibes en la cara ese fogonazo de temperaturas que simulan el efecto de un secador a pleno rendimiento. Pero sí, este calor lo hemos sufrido ya. El problema es que están siendo temperaturas muy altas muy sostenidas en el tiempo, y la sequía y las olas de calor –también en el mar– están agravando esa sensación térmica tan incómoda.
Aún no está muy claro qué es exactamente una ola de calor. No existe una única definición, pero las condiciones simultáneas para identificar, en principio, este fenómeno son dos: que dure al menos tres días seguidos y que, como mínimo, el 10% de las estaciones registren máximas superiores a la media de julio y agosto entre los años 1971 y los 2000.
Desde que hay datos, en 1973, se han producido olas de calor prácticamente todos los años y sobre todo en los meses de julio y agosto. Hasta ahora, la más importante se registró en 2015. Aquel año, el calor intenso se mantuvo durante 26 días. Cierto es que el detalle está en la máxima temperatura registrada. En aquel episodio, el récord fue de 37,6 grados.
En lo que se refiere a los episodios de calor que estamos teniendo este verano, algunas estaciones han superado los 45 grados, y las temperaturas, fuera de este evento meteorológico extremo, también se están presentando como anómalas. Están por encima de lo habitual para estas fechas. Por no contar los fenómenos que tuvimos en el mes de mayo y en junio, calificados también por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) como muy cálidos.
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Pero, ¿qué es lo que nos hace pensar que este verano es histórico? ¿Por qué se nos está haciendo tan insoportable? José Miguel Viñas, meteorólogo y consultor de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), arroja algo de luz sobre este asunto.
Según el experto, se trata de un verano “extraordinario” desde el punto de vista meteorológico. El que se hayan batido en algunos sitios los valores más altos jamás registrados en algunas localidades; o la persistencia de más de ocho y 10 días con más de 40 grados en algunos puntos del centro y del sur de la Península “es algo que no estaba documentado en nuestro país”, comenta Viñas.
La llegada de estos fenómenos en un año especialmente seco es un problema. Y no sólo porque enfatiza la merma de las reservas hídricas existentes, sino porque un terreno sin humedad tiene un efecto amplificador del calor.
Jofre Carnicer, investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y uno de los expertos que ha trabajado en el último informe de Naciones Unidas sobre cambio climático, explica esto mismo. “Es muy distinto que llegue una ola de calor sin que tengas una sequía previa, porque los ecosistemas transpiran y pueden regular la temperatura”, explica el experto.
España, un foco de calor
En condiciones normales, la vegetación transpira agua y reduce el calor que percibimos, pero cuando venimos de una sequía previa –como sucede ahora– esto no se produce y, en su lugar, nos encontramos con un subsuelo que eleva la temperatura en superficie. Es decir, con un déficit de lluvias acumulado de meses atrás y unas características secas propias de la época estival en nuestro país, España se convierte en un foco de calor que se retroalimenta.
Entretanto, la vegetación se reseca cada vez más. Como comenta Carnicer, la temperatura es un regulador de casi todos los procesos vitales, desde la fotosíntesis a la absorción de agua. En este sentido, el calor aumenta mucho la demanda atmosférica de vapor de agua y puede secar muy rápidamente la biomasa. Especialmente, la que ya está seca.
“Esto es un factor clave en el riesgo de incendio”, lamenta el investigador. La biomasa disponible para arder, ahora muy seca, ha aumentado su combustibilidad en unos montes que acumulan décadas de dejación en términos de gestión forestal. El resultado son incendios devastadores que encuentran su mejor aliado en un clima anormalmente cálido.
Como explicamos en este artículo de EL ESPAÑOL, algunas investigaciones publicadas en revistas científicas de prestigio como Nature, apuntan a un cambio en las corrientes atmosféricas como origen de las inducciones de aire cálido en regiones como Europa. Según Viñas, esto es algo que se lleva estudiando desde hace años, sobre todo para conocer cómo pueden estar influyendo los aumentos de la temperatura media global –provocados por el cambio climático– en la circulación atmosférica.
“El aire se mueve por diferencias de temperatura y de presión de unas zonas a otras. Si calientas en su conjunto toda la parte baja de la atmósfera, eso al final tiene que reflejarse de alguna manera en cambios en las corrientes”, cuenta Viñas.
Explica, además, que “llevamos unos años en los que se está dando un patrón en la corriente en chorro que promueve que se produzcan inducciones de aire cálido –como estamos viendo– hacia el norte, dando lugar a estas olas de calor muy persistentes”. Pero añade que también ocurre al contrario, como ocurrió en el invierno de Filomena.
No obstante, asegura que, mientras se mantenga este patrón actual, tendremos este tipo de tiempo: sin lluvias, con temperaturas anómalas y olas de calor extraordinarias. Algo que tiene visos de continuar en el mes de agosto, al menos. De acuerdo a la predicción estacional del centro europeo para el trimestre de agosto a octubre, estos meses continuarán con las anomalías cálidas.
“En España y en gran parte de Europa, hay bastante probabilidad de que la temperatura en ese trimestre esté por encima de la media”, asegura Viñas, por lo que, de nuevo, “si se cumple esta predicción, estaríamos en agosto en un mes más cálido de lo normal”. Y todo ello con los efectos que puede tener sobre la humedad del suelo, la continuidad del calor y la disponibilidad de los recursos hídricos.
Según el último boletín informativo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), las reservas siguen bajando. En estos momentos, se encuentran al 41,9% de su capacidad.
“Estamos en una situación que puede complicarse mucho a nivel de recursos hídricos”, lamenta Viñas. El experto asegura que vamos a llegar ya a una situación difícil en septiembre. Pero, además, “si en ese mes no cambia el patrón y seguimos con temperaturas cálidas y pocas lluvias, se agudizará todavía más la sequía y entraremos en octubre con restricciones en el consumo de agua en algunas zonas”.
Calor en el mar: una 'bomba de relojería'
Por si fuera poco, el aire de la superficie también está calentando nuestros mares y, muy especialmente, el Mediterráneo. Es una cuenca cerrada donde se agudiza aún más este fenómeno. Ahora, ciertos puntos de la región mediterránea están alcanzando hasta 30 grados de temperatura. Como asegura Viñas, esto son de seis a siete grados por encima de lo habitual.
Son temperaturas que, de alcanzarse, son más propias de los meses de septiembre e, incluso, octubre. “Eso se ha debido a la presencia de la ola de calor. El aire está tan caliente durante tantos días seguidos que al entrar en contacto con el agua, hace que se caliente mucho y se produzca la ola de calor marina”, explica Viñas.
En esto coincide Fernando Valladares, experto en cambio climático y profesor de investigación del CSIC, que añade que “el agua siempre tarda un poco más en calentarse que la tierra”, pero “ya tenemos al mar disparado en una ola de calor muy preocupante”.
Según el experto, está generando procesos de actividad microbiana y una digestión muy intensa de la materia orgánica. “Esto trae consigo una disminución de oxígeno en el mar, lo que arrastra a muchas especies que no pueden vivir en esas condiciones de temperatura” asegura Valladares. “Esto es una cascada de pérdida de biodiversidad, pérdida de productividad, y una crisis ecológica provocada por unas temperaturas de récord”.
Además, hay expertos que apuntan a la relación de este episodio anómalo de calor en el mar con la posibilidad de que se produzcan lluvias torrenciales e inundaciones más dañinas este otoño, con el desastre que esto origina y lo poco que ayuda al déficit hídrico. Sobre todo, en las regiones costeras del Mediterráneo.
El calor intenso como el que estamos sufriendo, además de repercutir sobre los ecosistemas, también lo hacen sobre la salud humana. Hay que recordar, que según datos de mortalidad diaria del Instituto de Salud Carlos III, en España se atribuyen unos 1.047 fallecimientos a las altas temperaturas. Del 10 al 19 de julio se contabilizan unos 184.
Lo grave de estos episodios es que son “la nueva normalidad”, asegura Valladares. Las predicciones de cambio climático y de aumento de temperatura sostenido como consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera continuarán calentando el aire.
Ya tenemos más meses de verano. “La ventana del riesgo de incendios y el verano en la práctica se ha extendido varias semanas en las últimas décadas”, asegura Valladares. Explica que las estaciones de transición como la primavera y el otoño son cada vez más cortas y esto “no trae buenas noticias para países como España donde la aridez y el calor ya suponen una amenaza para los cultivos, para las infraestructuras e incluso para la salud de las personas”.
Hay que recordar que las previsiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas apuntan, sobre todo en España, a más episodios de este tipo, más intensos y más frecuentes.
No obstante, investigadores como Carnicer arrojan un rayito de luz sobre estas predicciones, y es que aún se está a tiempo de tomar acciones contundentes para evitar los peores efectos del cambio climático. Aún, si cabe, más feroces que los que estamos viendo en esta ola de calor.
Estos efectos son relativamente reversibles si las emisiones se reducen en un 50% por década. Para ello, Carnicer explica que se hace necesario “transformar la mayoría de sistemas de producción y de consumo a escala global, fomentar la cooperación internacional, escenarios multilaterales pacíficos o fomentar esquemas de inversión rápido”, y eso “no es fácil”. No obstante, insiste en que al menos “es posible” y aún “hay oportunidad para la acción”.