La España del “sol y playa” se está convirtiendo en la España del calor extremo y las temperaturas insoportables en verano. Este último ha habido tres olas de calor, con unos meses de julio y agosto especialmente sofocantes, sobre todo en el centro, la meseta sur de la península, y la parte oriental de Andalucía. Hace apenas un año, en agosto de 2021, se registró en nuestro país el récord histórico de temperatura. Fue en la localidad cordobesa de La Rambla, y el mercurio subió hasta los 47,6 grados.
Según la Organización Meteorológica Mundial, la década transcurrida entre 2010 y 2020 fue la más cálida desde que empezaron a registrarse este tipo de datos a mediados del siglo XIX, con un aumento de la temperatura media del planeta de 1,2 grados. Esto significa que solo quedan 0,8 grados para alcanzar el aumento máximo fijado en el Acuerdo de París en 2015.
Los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el calor son especialmente pronunciados en la Europa meridional, y según un estudio publicado por investigadores del departamento de Análisis Geográfico Regional de las universidades de Alicante y Valencia, la tendencia de los próximos años es que en el sur del continente los veranos sean todavía más calurosos.
Hacia destinos más frescos
La investigación refleja que la temporada turística puede experimentar cambios y moverse hacia la primavera y el otoño en vez de centrarse exclusivamente en el verano. También predice el aumento de las temperaturas nocturnas en las zonas de costa y durante el día en el interior de la península. En cuanto a las lluvias, los períodos de sequía también serán mucho más comunes, algo que también tiene una fuerte incidencia en el ecosistema.
Todo esto podría ocasionar que los turistas empiecen a sustituir sus viajes en verano a países del sur de Europa, como España, por países del norte donde las temperaturas son mucho más suaves en la época estival. En cualquier caso, de momento no parece que salten las alarmas. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), este 2022 España ha triplicado el número de visitantes con respecto a 2021, aunque hay que tener en cuenta que estos últimos dos años el sector ha estado considerablemente mermado por la pandemia de Coronavirus.
“Este verano ha sido un efecto champán, una explosión absoluta, la recuperación ha sido total”, celebra el presidente de la Asociación Española de Profesionales del Turismo (AEPT), Santiago Vallejo. Sin embargo, apunta a que hay matices: “Hemos tenido índices de ocupación no tan altos como en 2019, y aunque la recuperación en recaudación ha sido total, no la ha sido en beneficios debido a la inflación, que ha perjudicado mucho a los establecimientos”.
[El turismo en España se acerca a niveles prepandemia]
Como venía ocurriendo en temporadas anteriores, el grueso de turistas provienen de las islas británicas, seguidos de Alemania y Francia. En cuanto a los destinos preferidos por quienes nos han visitado este año, las Islas Baleares, Cataluña, Andalucía y la costa valenciana se sitúan a la cabeza. Sin embargo hay un dato que llama la atención en las estadísticas que publica el INE: la duración media de la estancia en nuestro país ha bajado con respecto a la registrada en el 2021, cayendo casi un día.
Europa, ‘el punto crítico de calor’
El pasado mes de julio, la revista Nature publicó una investigación que constata la tendencia a que se produzcan olas de calor con mayor frecuencia en toda Europa Occidental. El documento también expone los “severos impactos” que tienen en ecosistemas y sociedades, destacando “el exceso de mortalidad, los incendios forestales y las malas cosechas”.
Los investigadores hablan de Europa como “un punto crítico de la ola de calor, que muestra tendencias ascendentes que son de tres a cuatro veces más rápidas en comparación con el resto de las latitudes medias del norte durante los últimos 40 años”.
Con olas de calor más habituales, más largas y más intensas, muchos turistas pueden dejar de ver el continente como un destino deseable y sustituir ciudades calurosas como Madrid o otras más frescas como Copenhague. Además, el calor excesivo interrumpe la logística de los viajes (por ejemplo, muchos aviones no están preparados para volar por encima de ciertas temperaturas).
“Esto es algo que en el sector turístico se lleva mucho tiempo intentando corregir, que no sea julio y agosto cuando se concentran las vacaciones”, comenta Vallejo. “Es posible que los turistas cambien sus vacaciones para no padecer las olas de calor tan brutales”. Sin embargo, aclara que “lo mismo que ha pasado en España ha pasado en otros países, han tenido un cambio de clima tremendo, aunque eso puede llegar a incidir negativamente al turismo español [...] El inglés que no ve el sol en todo el año, quizá empiece a quedarse en sus playas en vez de viajar a otro país”.
Un ejemplo muy gráfico del alto ritmo al que Europa se está calentando se encuentra en los datos de tres países: Reino Unido, Alemania y Francia. En las Islas Británicas, los diez años más cálidos desde que se tienen datos (1884) han ocurrido todos en este último siglo. En el caso de Alemania, la media anual de días calurosos se ha incrementado significativamente desde 1950. Por su parte, en Francia la temperatura de ciudades del norte, como Estrasburgo, ahora es equivalente a la que registraban zonas como Lyon, casi 400 kilómetros al sur, en los años 70.
En cuanto a si corre peligro el modelo “sol y playa” que durante tantos años ha supuesto uno de los principales pilares de la economía española, el presidente de AEPT es contundente: “Creo que no. La climatología de España sigue siendo un atractivo turístico, sobre todo para Europa. Nuestro principal cliente es el inglés, con alta incidencia también de alemanes y nórdicos que vienen buscando eso [...] Hay que explotar otros modelos de negocio, pero el sol y playa perdurará durante muchos años”.
Las calles hierven y las multitudes suelen concentrarse en centros comerciales y superficies donde hay aire acondicionado. Sin embargo, para mantener el espacio fresco, en muchas ocasiones se baja demasiado la temperatura de los aparatos refrigeradores, con el despilfarro energético que eso conlleva.
Para evitarlo, el Gobierno aprobó hace unas semanas su Plan de Ahorro Energético que, entre otras cosas, limita la temperatura del termostato en aeropuertos, cines o grandes superficies, que no deberán superar los 27 grados centígrados.