“El día que no haya árboles se acabarán los problemas del ser humano porque sencillamente no estaremos aquí”, sentencia Pepe Víbora, mecánico jubilado y vecino de Huétor Vega, municipio de 12.000 habitantes situado en la Vega de Granada y aledaño a la capital.
Pepe habla con la suficiencia de quien se ha convertido, en sus propias palabras, en "padre de árboles". Él y su hija Beatriz llevan seis años y medio reforestando la zona con encinas, hasta 8000, que en algunos casos han alcanzado los tres metros de altura y producido bellotas mucho antes de lo habitual.
Pepe, Beatriz y casi 200 familias del municipio han logrado ganarle el pulso al desierto que avanza en Andalucía oriental regando directamente la raíz pivotante de las plantas –“la que es la prolongación del tronco y va hacia abajo profundizando”, puntualizan–, y asumiendo las circunstancias cada vez más adversas del clima.
[Los enjambres de drones que plantan árboles: la alternativa tecnológica para reforestar bosques]
“La encina, cuando empieza a nacer de la tierra y tiene cinco centímetros, ya ha echado casi un metro de raíz” explica él. “En la bandeja del vivero esa raíz se queda en un lateral, como si fuese un bonsái, y luego cuando se trasplanta a tierra la echa como puede, pero con las altas temperaturas y la falta de hidratación del suelo hace imposible que crezca”, añade.
Ganarle terreno al desierto
Si el suelo a 50 centímetros de profundidad aún está caliente, debido a las altas temperaturas y a la falta de lluvias y de retención de la humedad por la deforestación, “imagínate un árbol con una bolsa de veintipocos centímetros, cómo sobrevive con un calor tan extremo”.
Así, el trabajo duro empieza cada verano con los retoños que se plantan y a los que se riega dos veces por semana, con trabajo colectivo con las familias y los niños del pueblo cada miércoles. “Son como niños recién nacidos. ¿Cuántas tomas les das? Las que pidan”, cuenta.
Todo empezó en 2015, cuando tras un incendio en la zona, las reforestaciones no acaban de salir adelante. Beatriz propuso a su padre intentar plantar ellos mismos y en noviembre de ese año empezaron a recolectar bellotas, que germinaron en casa con turba y bolsas de siembra del olivar.
Cuando prosperaron, pidieron al Ayuntamiento de Huétor Vega un lugar donde plantarlas, pero solo les daba la opción de jardines y ellos querían terreno que ganarle al desierto. La solución fue pedir permiso para usar la vía pecuaria que atraviesa el municipio.
“Sembramos cuando salen las primeras bellotas, es decir, cuando lo hace la naturaleza, y a partir de ahí es cuidarlas y acompañarlas”, resume el jubilado. A los dos años algunos ejemplares ya echaban bellotas y desde 2021 varios han florecido, un proceso que normalmente en las encinas puede llevar 40 años.
Hay árboles de tres metros y el proyecto busca conseguir plantar y sacar adelante los suficientes como para poder caminar bajo su sombra sin que el sol nos moleste.
Es decir, un bosque, o lo más parecido posible, que retenga la humedad del suelo y permita sobrevivir al conjunto pese al descenso de lluvia y el aumento de temperaturas. Calculan, además, que gracias a sus riegos exhaustivos tienen más bajas por enfermedad o rotura que por calor.
Germinando Futuro
“Las reforestaciones que se hacían no es que no fuesen más correctas o menos, eran las que se hacían de toda la vida y ahora no funcionan. Ahora cuesta que un árbol por sí solo salga adelante”, explican desde Operación Encina. Andando el tiempo, el proyecto se ha convertido en un programa de educación ambiental que sostiene la implicación de los participantes y la voluntad de Pepe y Beatriz, con apenas ayuda institucional.
El taller Germinando Futuro se puede realizar tanto presencial como online, aunque defienden la necesidad de visitar el proyecto en vivo y también que cada territorio lo adapte a sus circunstancias y los árboles propios de su región.
Pepe es un firme defensor de la encina: "Es el árbol por excelencia de la península, que da sombra y alimento tanto a los animales como a la población. Antes de que llegasen los romanos la gente no conocía aquí el trigo, la harina era de bellota. Se hacían dulces, se hacía pan, se hacía todo".
"Eso fue desaparecido porque llegaron otros cultivos que eran más productivos y se fueron quitando árboles. Y mientras llovía todo muy bien, pero ahora que no llueve. En el secano no puedes sembrar ni trigo. Como no volvamos a regenerar y hacer un manto verde que cubra la tierra para que no se vaya la humedad de las lluvias del invierno con el sol, esto será un desastre que irá cada vez a más", continúa.
El mecánico afirma que empezaron este proyecto para demostrar que era posible sacar adelante los árboles con muy pocos recursos, cosa que ya han conseguido, pero también que les vendría bien "ayuda para seguir sembrando. ¿Qué es lo que necesita este mundo? Más árboles: sombra, humedad, retención de carbono".
Y remata: "Claro, hacer esto a mayor escala requiere pagarle un sueldo a alguien, porque nosotros no cobramos, pero es imposible que se sostenga algo así subiendo todos los días si no cobran. Aunque sea fácil, hay que gastar dinero. Y en este caso nosotros estamos en tierras de la administración, es decir, una vía pecuaria, que es de todos. Ellos pueden extenderlo, nosotros no”.