“Con el fundamentalismo climático del Pacto Verde, cuántos agricultores andaluces podrán resistir a la competencia a la baja de los productos agrícolas africanos. Con el fundamentalismo climático del Pacto Verde, cuántos trabajadores andaluces se jugarán su puesto de trabajo y cuántos ciudadanos no podrán permitirse un nuevo coche eléctrico carísimo”. Son palabras de Giorgia Meloni, la candidata ultraderechista ganadora de las últimas elecciones italianas, en un mítin de Vox celebrado en Marbella el pasado junio.
La candidata de extrema derecha se atrevía a cuestionar asuntos relacionados con la crisis climática y las medidas necesarias para hacerles frente dejando de lado, por ejemplo, las ayudas económicas planteadas para la consecución de una transición energética justa.
En su lugar, se limita a colocar en la diana –sin datos o argumentación alguna– políticas tan asumidas de la Unión Europea como el Pacto Verde, que reconoce el cambio climático y la degradación actual del medioambiente como “una amenaza existencial”.
Fernando Valladares, profesor de investigación del CSIC y experto en Cambio Global, lo tiene claro. Italia, como tercera economía de la eurozona, tiene un peso muy significativo en las decisiones y en la economía de Europa, así que puede obstaculizar o hacer más lenta la puesta en práctica de los objetivos climáticos de los países comunitarios.
"Estamos en un mundo globalizado y el comportamiento ambiental de Italia nos afecta a todos. Sin duda, bloquearán y pospondrán todo lo que puedan acuerdos que vayan en contra del desarrollo monetario y económico y todo lo que pueda afectar al crecimiento estimado del PIB", comenta Valladares. "Lo van a hacer y lo están haciendo".
Los discrusos del estilo de Meloni funcionan muy bien en momentos de crisis, argumenta el experto, porque ahora buscamos soluciones a la desesperada. "Proponen cuestiones que no están basadas en la ciencia, pero nadie se va a parar a comprobar eso. La gente quiere seguridad y mensajes fáciles y directos", insiste.
El cambio climático, por tanto, no es algo conveniente. Más si cabe en medio de una crisis energética, geopolítica y económica. De acuerdo con Valladares, "viene muy bien un político que ponga la crisis climática en última prioridad".
Sin embargo, las evidencias recogidas por una amplia literatura científica o por los informes del panel de expertos en cambio climático de Naciones Unidas (en el que participan hasta 234 científicos a nivel internacional) han llevado a diferentes actores a impulsar una estrategia climática que pueda estar a la altura de los peligros a los que nos enfrentamos.
Organizaciones como la Unión Europea proponen de esta manera –con políticas como la del Pacto Verde– transformar la economía para hacerla más competitiva y eficiente. Entre los objetivos climáticos, están los relativos a adaptar las políticas en materia de clima, energía, transporte y fiscalidad con el fin de reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55% de aquí a 2030, así como conseguir el cero neto para 2050.
Jesús Gamero, politólogo y profesor de retos medioambientales globales en la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), explica que “la derecha y la ultraderecha europea están en un proceso de reconfiguración de sus planteamientos, primero de reconocer y después plantear respuestas ante el cambio climático”.
No hay que olvidar que, al igual que España, Italia es una de las regiones más vulnerables a los efectos negativos del calentamiento global. De acuerdo a las últimas conclusiones del IPCC, en el arco mediterráneo la temperatura subirá más rápidamente que en otras zonas del planeta, por lo que las sequías, la falta de agua o el aumento del nivel del mar son aspectos que se notarán especialmente.
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No hay más que ver lo acontecido este verano. Italia ha sufrido uno de los peores episodios de sequía de su historia reciente. La falta de lluvias y el calor han secado el país, reduciendo a su mínima expresión ríos como el Po, el mayor de Italia.
Como cuenta Gamero, el cambio climático siempre ha estado muy ideologizado y muy ligado a partidos de izquierda, pero lo que se está empezando a ver ahora es que partidos de extrema derecha están apropiándose de estas cuestiones para conseguir sus fines políticos o defender su ideología. “Si hablamos que viene gente de África que huye por el clima, pueden decir que son migrantes que vienen a robar a mi país”, señala Gamero.
“Podemos hablar que del negacionismo climático pasamos al ecofascismo, esto es utilizar los impactos del cambio climático para seguir una agenda radical”, comenta el experto. De hecho, en lo que tiene que ver con la inmigración, ya se están percibiendo algunas tendencias claras de movilidad geográfica. Sobre todo, a nivel nacional.
En países de clima cálido la época estival puede resultar más insoportable de lo habitual. Las temperaturas extremas o la falta de agua que pueden llegar a presentarse en determinados meses del año ponen en riesgo actividades económicas como el turismo. De momento, son pequeñas tendencias que pueden ir observándose en los próximos años y en algunas zonas en particular.
Ya sea por calor o por contaminación, las muertes se cuentan por miles. De acuerdo con Gamero, “el refugiado climático puede sonar al extranjero, a países pobres, pero tenemos que comenzar a observar poco a poco cómo son esos procesos de migraciones climáticas que de momento son imperceptibles en España”.
No obstante, si no se toman las medidas necesarias, puede llegar a convertirse en una cuestión estructural. De acuerdo con un informe del Banco Mundial, en menos de tres décadas los desplazados podrían aumentar en hasta 216 millones.
Los italianos y el cambio climático
Meloni ha evitado dirigirse directamente a la cuestión climática. No obstante, como apunta Gamero, ante la capacidad de elegir entre aplicar medidas de protección del medioambiente y de lucha contra el cambio climático o medidas que apoyen el crecimiento económico aun en detrimento del medioambiente, desde el gobierno de Meloni se optará por las segundas.
Lo que es cierto es que ni siquiera estos partidos pueden escapar a la deriva que plantea el clima en el corto y medio plazo. Como apunta Valladares, a estos grupos se les hace inevitable reconocer el cambio climático, pero lo que sí niegan es la incidencia o responsabilidad humana en él.
"Se muestran escépticos y lo hacen no por ignorancia sino por una combinación de intereses económicos y egoísmo. Esas políticas se dan por sectores que creen que se van a poder mantener aparte de los peores impactos del cambio climático", asegura el experto.
El clima de opinión de los italianos respecto a la crisis climática se midió en la última Encuesta de Clima del BEI 2021-2022, que concluyó que “el 81% de los italianos está a favor de medidas gubernamentales más estrictas, similares a las implementadas para combatir la crisis de Covid-19, que imponen cambios en el comportamiento de las personas para combatir el cambio climático”.
No obstante, si arrecian las situaciones difíciles, "es posible que mucha gente directamente salte de un apoyo a la mitigación del cambio climático a aceptar a un grupo político oportunista que decida morir con las botas puestas, que es seguir emitiendo gases de efecto invernadero", apunta Valladares.
Es decir, pasar a proponer una economía sin recortes y un crecimiento basado en energía obtenida a base de quemar combustibles fósiles. El profesor del CSIC recuerda que esto "lo hemos visto con Bolsonaro, con Trump, en Austria, incluso con Suecia, con Hungría y lo estamos viendo con Vox en España, que hablan de que no hay nada que mitigar. Directamente hemos escuchado estos días que el cambio climático es un bulo de la izquierda".
En el programa electoral de la coalición de Meloni se exhiben diversos apartados y medidas que abordan y reconocen políticas vinculadas a la lucha contra el cambio climático y su relación con la crisis energética. Una cuestión a la que se alude siempre, según Gamero, “amparando y protegiendo el sector productivo industrial italiano”.
Esto quiere decir que las posiciones de partidos como el de Meloni se articulan a partir de entender términos como la ecología a partir del sentimiento de amor de la casa, muy alineados con visiones vinculadas al conservacionismo amparado por la extrema derecha, y que, en última instancia, llevaría a interpretar el término ecología como protección de la patria. De acuerdo al experto, “como resultado, cualquier agente externo (como los migrantes) podrían considerarse como enemigos de ese objetivo de cuidar la casa común de los italianos”.
El programa electoral que ha presentado Meloni con Hermanos de Italia –dentro de la coalición de ultraderecha en estas elecciones– dedica dos capítulos de un total de 25 a temas relacionados con el medioambiente y la energía. En lo que tiene que ver con su defensa, promete “jugar un papel activo y proactivo en los próximos meses en Europa durante las negociaciones del paquete Fit for 55, con el objetivo de defender y proteger los intereses del sistema industrial y productivo nacional”.
“Seguir la ideología de Greta Thunberg nos llevará a perder millones de empresas y millones de puestos de trabajo en Europa”, proclamaba Meloni en el mítin del partido de ultraderecha Vox en Marbella del pasado junio. Su solución pasa por la "diversificación de las fuentes de energía" también a través de la "explotación de los recursos presentes en nuestro territorio a partir de los yacimientos de gas".
Las evidencias científicas, sin embargo, nos dicen que una economía basada en combustibles fósiles ya no es una opción. Si queremos llegar a los objetivos marcados por la UE, los próximos cinco años son críticos.
Un informe publicado por Naciones Unidas este año aseguraba que las emisiones deberían alcanzar su pico máximo en 2025 y reducirse en un 43% para 2030. Y, para ello, es necesaria una transición “hacia fuentes de energía de muy bajo o, incluso, cero contenido en carbono”.
Gamero apunta que aún es una incógnita si Meloni podrá obstaculizar los objetivos climáticos que está marcando la UE. No obstante, asegura que “se prevé un cambio significativo en la posición de Italia en las negociaciones europeas para revisar los objetivos sobre clima y energía”.
Entre las cuestiones que penden de un hilo está el de conocer si va a seguir adelante el compromiso italiano de cerrar sus plantas de carbón para 2025, objetivo que se pretendía mantener a pesar de las medidas a corto plazo para hacer frente a la escasez de gas este invierno.
En cuanto a la energía nuclear, comenta Gamero, Meloni ha declarado que “en mi opinión tenemos que pensar en un mix energético que sea efectivo, partiendo de lo que ya tenemos”, lo que implica un reconocimiento de la energía nuclear como un activo importante para alcanzar la soberanía energética en el país.
Desconfianza en las instituciones ambientales
Más allá de la apropiación de cuestiones determinadas para conseguir fines políticos, un estudio reciente de Nature indaga en una cuestión importante y es en cómo partidos de ultraderecha populistas pueden crear una desconfianza en las instituciones ambientales.
El trabajo concluye que la falta de confianza en estas organizaciones se asocia con actitudes derechistas y populistas de dos maneras importantes. En primer lugar, “las organizaciones ambientales son instrumentos clave para mitigar los efectos del cambio climático y esto desafía las propiedades del sistema social contemporáneo, y los grupos de conservadores lo perciben como élites liberales que imponen un tipo de privación relativa a los conservadores”.
Además de esto, “los líderes populistas alimentan el rechazo del conocimiento científico como el núcleo de sus respectivas creencias y narrativas, aunque en formas bastante diferentes”. De hecho, apuntan que la desconfianza pública en la ciencia ha crecido considerablemente durante las últimas décadas a medida que las formas alternativas de conocimiento compiten por la atención y la legitimidad.
Habrá que ver qué deriva toma la coalición de Meloni en los próximos meses. El reto no es para nada sencillo, teniendo en cuenta que el país vive en una espiral constante de inestabilidad política, social y económica. Acumulan hasta 70 gobiernos en solo 80 años. De media, los distintos ejecutivos han durado apenas un año, todo un récord en Europa.