"No es el terremoto que te mata, sino la casa que te cae encima". Con estas palabras de un famoso sismólogo peruano describen en Ayuda en Acción la vulnerabilidad de millones de personas a los desastres naturales.
La casa, el hogar, el lugar donde te sientes seguro se puede llegar a convertir en una verdadera pesadilla cuando un fenómeno climático extremo, por ejemplo, desata toda su furia, como ha ocurrido en reiteradas ocasiones en Haití. O, en el caso de Perú, por ejemplo, un terremoto arrasa una comarca.
Y la verdad es que es probable que, al hablar de hacer frente a desastres naturales, la mayoría imaginemos a hombres con chalecos reflectantes ayudando y dando asistencia humanitaria. Sin embargo, como recuerdan desde Ayuda en Acción, la gestión y la reducción del riesgo de desastres recae, en muchas comunidades, en las mujeres.
Algo que, en realidad, no es de extrañar, pues forman parte de la población más vulnerable a las crisis. Y según la oenegé, siguiendo la filosofía de Naciones Unidas, las mujeres se presentan como actores clave en la capacidad de resiliencia de un pueblo.
Como explica Katherine Benavides Murillo, oficial de Comunicación de Ayuda en Acción en Costa Rica, "las mujeres han aceptado ser líderes, se han empoderado y han tomado la batuta de cada una de las estructuras de los comités de emergencias".
Costa Rica, tierra vulnerable
Son, dice Benavides, "mujeres trabajadoras que por la mañana van al campo o al trabajo y por la tarde se forman para ayudar a sus comunidades". Por las noches, añade, "continúan haciendo sus acciones dentro de sus hogares y atendiendo a sus familias".
Y es que, como explican desde la oenegé, la realidad del trabajo para la reducción del riesgo de desastres ha cambiado con los años. Ahora, aseguran, se está poniendo en valor que sea la propia comunidad en riesgo la que sepa actuar ante emergencias de esta índole.
De hecho, uno de los problemas que se daba en zonas de alta vulnerabilidad en las que empezó a trabajar Ayuda en Acción en Costa Rica (cantones de La Cruz, Upala y Los Chiles, en la provincia de Alajuela) es que ni siquiera la población que vivía en zonas de riesgo era consciente de ello.
El norte de Costa Rica, donde se encuentra la provincia de Alajuela, es especialmente vulnerable a desastres como inundaciones, lluvias intensas y volcanes. Sin embargo, estos no son los únicos retos a los que se enfrentan esas comunidades: los factores socioeconómicos son determinantes.
La Cruz, Upala y Los Chiles forman la mitad de los cantones fronterizos con Nicaragua y, por consiguiente, se han tenido que enfrentar a diferentes olas migratorias procedentes del país vecino. En muchos casos, explican desde Ayuda en Acción, esta población ha permanecido en las zonas fronterizas sin que las comunidades de acogida estuvieran preparadas para dar respuestas adecuadas a su situación humanitaria.
Comités Comunales de Emergencia
El caso de las mujeres, tanto locales como migrantes, además, es también significativo: la violencia machista está muy extendida y tanto ellas como los niños son las primeras y mayores víctimas de las catástrofes naturales. Y es que, según Naciones Unidas, la probabilidad de que las mujeres y los niños mueran a consecuencia de un desastre natural es hasta 14 veces mayor que la de los hombres.
Para conseguir un cambio paradigmático en la forma de trabajar los desastres naturales en Costa Rica, desde Ayuda en Acción se decidió apoyar a las comunidades locales para sensibilizar en la reducción de riesgos y en la lucha contra la violencia de género.
Así se utilizaron instrumentos como la ruta del refugio para migrantes o población de acogida, que sirve para facilitar procesos de cohesión social y, sobre todo, para empoderar a la población y facilitar el trabajo comunitario.
Con los años, se han creado hasta 20 comunidades de acogida en los tres cantones a través de Comités Comunales de Emergencia que son capaces de desarrollar Sistemas de Alerta Temprana (SAT) según las necesidades de cada comunidad.
Como explica Benavides, el proyecto ha logrado "generar un cambio sustancial y muy importante dentro de las comunidades".
Las mujeres costarricenses se empoderan
Una de las claves, dice Benavides, están en haber conseguido involucrar a las mujeres dentro de los Comités. "Ellas han tomado la batuta, los han coordinado", asegura. E insiste: "Esto evidencia su alto potencial, su alta capacidad para liderar y orientar la respuesta".
Porque, cuenta, ellas se encuentra dentro de la comunidad y saben "cuáles son los riesgos, cuáles son las áreas de mayor vulnerabilidad". Así, los Comités de Emergencia han sido capaces de implementar sistemas de alerta temprana, coordinador con las autoridades locales y nacionales.
"Las personas dentro de la comunidad, desde las instituciones en las que tienen presencia, las asociaciones de desarrollo, los grupos organizados, las mujeres, los hombres, los niños, los centros educativos… todos se integran en un sistema de alerta temprana para prevenir situaciones de riesgo también ante violencia generalizada y especialmente violencia basada en género".
Las mujeres de la comunidad se han formado para trabajar incluso durante las emergencias, "dando contención, orientando, apoyando a los niños, a las niñas, tratando de crear un ambiente de paz", asegura Benavides.
En Costa Rica, también se han incluido en los Comités Comunales de Emergencia a las personas migrantes. Así, explica la oficial de Comunicación de Ayuda en Acción en el país, se crea confianza dentro de la comunidad de acogida. Además, "se visita los hogares de los migrantes y se conoce la situación que están viviendo de primera mano".
Estos comités no son solo una teoría. Este verano tuvieron la oportunidad de enfrentarse a una situación de emergencia real: un sismo. "Es lindísimo ver cómo el proyecto de verdad ha logrado integrar a toda la comunidad", dice Benavides.
Y añade: "Es sumamente interesante ver cómo las mujeres trabajan de lleno dentro de la emergencia y cómo logran hacer un aporte muy valioso dentro de las estructuras comunales de emergencia, siendo ellas líderes, coordinadoras y quienes llevan la batuta dentro de los procesos".
El caso de Perú
Perú da cobijo a 28 de los 32 climas existente y, por tanto, se sitúa en un frágil equilibrio que separa al país de los fenómenos extremos. Allí, explican desde Ayuda en Acción, se ha trabajado en la misma línea con la población.
Debido tanto a su geomorfología como su ubicación en el borde sur oriental del Océano Pacífico, en Perú se produce hasta el 90% de los terremotos. También debido a que forma parte del denominado Cinturón de fuego del Pacífico, donde se concentran el 75% de los volcanes activos del mundo. Por todo ello, cerca del 80% de la población del país vive en viviendas altamente vulnerables frente a sismos.
Por esto, desde Ayuda en Acción explican que resultó fundamental que la reducción del riesgo estuviera ligada a políticas de protección e inclusión de los grupos de poblaciones más vulnerables para, así, promover sociedades inclusivas y resilientes.
Aquí el papel de las mujeres fue fundamental porque ellas, primeras afectadas, muchas veces se habían quedado atrás en la lucha contra los desastres naturales. Ahora, en cambio, forman parte de la primera línea de acción.
Un ejemplo es el proyecto Fortalecimiento de la Red Nacional Peruana de Alerta Temprana con un Enfoque de Abajo hacia Arriba. El coordinador de ayuda humanitaria en Perú de Ayuda en Acción, Juan Carlos Zambrano, explica que esta iniciativa ha trabajado sobre las cuencas del río Rímac y del río Chilí para elaborar estrategias que les permitan estar preparados y responder a emergencias.
Lo hicieron a través de brigadas comunitarias –se formaron hasta 350 personas para estas cuencas-, que se coordinan en el sistema de red nacional y con los gobiernos locales. En ellas se ha conseguido integrar plenamente a las mujeres y a personas migrantes, aunque también a otros colectivos que normalmente se quedan olvidados en los desastres, como las personas con discapacidad o los mayores.
Zambrano explica que “este proyecto es diferenciador e innovador porque es inclusivo. Hemos trabajado el enfoque de género, dando liderazgo a las mujeres y muy implicados con trabajar con todas las edades –desde niños y niñas hasta mayores–".
Todo ello, explica, gracias a la puesta en marcha de "mecanismos de trabajo que permiten visibilizar y darles espacios de toma de decisión para hacer procesos que sean inclusivos".
La clave está, analiza Zambrano, en incluir también a mujeres mayores con discapacidad y respetar culturas y etnias. Si no, afirma, "no va a ser viable el proceso que se plantee". Y concluye: "Somos un país bicentenario y tenemos muchos retos por incorporar a nivel de inclusión, pero en esto hemos dado un paso para no dejar nadie atrás".