Proteínas, vitaminas, minerales, carbohidratos, grasas, azúcares… Estos compuestos son cruciales para el desempeño de las funciones fisiológicas humanas básicas, como el metabolismo, el crecimiento o el desarrollo. Sin embargo, la baja calidad de algunos alimentos puede dar lugar a que lo que se consume no contenga estos micronutrientes. Esto se conoce como hambre oculta.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), el hambre oculta afecta a unas dos mil millones de personas en todo el planeta, y el déficit de uno o más de estos micronutrientes esenciales puede afectar negativamente a la salud en forma de enfermedades crónicas.
Tal y como advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), la desnutrición por falta de micronutrientes como el hierro, la vitamina A, el zinc o el yodo, tiene consecuencias devastadoras para miles de millones de personas en todo el planeta, y dichas deficiencias no se limitan a los países en vías de desarrollo, sino que en los países ricos hay una relación directa entre situación económica y hábitos alimentarios saludables.
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Influye el nivel socioeconómico
El director de Ingeniería Técnica y Acción Social de la ONG Acción contra el Hambre, Luis González Muñoz, asegura que “el hambre oculta es desigualdad social, es pobreza, e impacta en las aspiraciones vitales”. También aclara que puede “afectar a todas las personas, pero los más vulnerables son los niños, las mujeres lactantes, las embarazadas y la gente mayor, cuya salud inmediata sufre un impacto más acusado”.
Cuando en la dieta habitual de una persona los alimentos consumidos no contienen los niveles necesarios de micronutrientes, es posible que el impactos en la salud no siempre sea visible de una manera clara. Estas carencias suelen manifestarse a través de una amplia gama de deficiencias fisiológicas, como los trastornos metabólicos, la reducción de la función inmunológica, endocrina y cognitiva, o el retraso y las deficiencias en el desarrollo físico.
“Detrás del sobrepeso y la obesidad puede haber hambre oculta” remarca González, que insiste en la relación directa entre nivel socioeconómico y alimentación: “El vínculo es directo. En España uno de los principales problemas de salud infantil es el sobrepeso y la obesidad, donde el principal factor de estas dolencias es la pobreza”.
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La incidencia en la salud de la pobreza y las desigualdades, añade el experto, continúa durante toda la vida. Por ejemplo, “hay un alto riesgo de que los parados de larga duración desarrollen problemas cardiovasculares y entren en dinámicas y hábitos poco saludables debido a la desesperación que les produce su situación”.
Problemas de salud
La falta de micronutrientes también puede constituir una causa subyacente de enfermedades crónicas. El magnesio, por ejemplo, está presente en muchos alimentos, pero una baja ingesta se asociada con un mayor riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares o diabetes tipo 2. Además, según un estudio de la Universidad de Oregón, también está relacionada con la depresión y el deterioro cognitivo.
“El hambre oculta va vinculada a la reducción de los autocuidados, que tienen un efecto en la autopercepción y, por lo tanto, en la salud mental”, apunta González. “También es un factor de riesgo para desarrollar diversas enfermedades cardiovasculares”.
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En Occidente, la composición general de las dietas más comunes suele incluir alimentos procesados altamente calóricos y pocos vegetales, algo que agrava el problema de la insuficiencia de micronutrientes. No obstante, hay tipos concretos de población especialmente vulnerables, como los individuos con dietas bajas en nutrientes o con dietas restrictivas o las personas de nivel socioeconómico bajo o en situación de inseguridad alimentaria.
Los pacientes con medicación para enfermedades crónicas también pueden experimentar interferencias con la capacidad de su cuerpo para absorber los nutrientes presentes en los alimentos, sobre todo el magnesio, el calcio, las vitaminas B (incluidas la B 12 y el folato), el potasio y el zinc.
Combatir el 'hambre silenciosa'
A pesar de que el cuerpo humano necesita pequeñas cantidades de micronutrientes, la falta prolongada de ellos acaba afectando a la salud general, fomentando patologías como la fatiga, la reducción de la capacidad para combatir enfermedades o la pérdida de capacidad de atención. Debido a que el hambre oculta está relacionado con otros problemas como el nivel socioeconómico o el acceso a alimentos de calidad, combatirla no es fácil.
Una de las soluciones es la suplementación, donde se distribuyen los nutrientes a la población de forma masiva en forma de ampollas, jarabes o pastillas. Este método es el más rápido y fiable para controlar deficiencias nutricionales en grupos de población concretos.
Por ejemplo, en la India los programas de suplementación se han utilizado, principalmente, para proporcionar hierro y ácido fólico a las mujeres embarazadas y vitamina A a los lactantes y los niños menores de 5 años. Sin embargo, los suministros no siempre se reparten equitativamente y a veces el seguimiento es deficiente.
Otra estrategia a gran escala consiste en aumentar la diversidad dietética, es decir, la cantidad y la gama de alimentos ricos en micronutrientes que se consumen. En la práctica, esto requiere la implementación de programas que mejoren la disponibilidad, el consumo y el acceso a diferentes tipos de alimentos ricos en micronutrientes, como los productos de origen animal, las frutas y verduras, en cantidades adecuadas, especialmente entre quienes corren el riesgo de sufrir déficits alimentarios.
Otro debate relacionado es el precio de los alimentos saludables, que en ocasiones es superior al de la comida precocinada. El relación con esto, el experto de Acción Contra el Hambre arguye que “acceder a una dieta saludable es más caro que comer ultraprocesados, pero también se puede comer sano con rentas bajas. Detrás también hay una cuestión de educación”.
Por último, González denuncia que en España, por ejemplo, no existan “programas orientados a la calidad de la alimentación. Tampoco hay una encuesta específica que recoja datos sobre inseguridad alimentaria para poder monitorear el riesgo de alimentarse mal, porque se da por hecho que todo el mundo tiene para comer bien”.