“Me he planteado la opción de comprar una vivienda, pero por ahora no es algo factible ni a corto ni a medio plazo”, cuenta María García, que vive en el extrarradio de Madrid en casa de sus padres. García, al igual que muchos otros jóvenes, se planteó alquilar, aunque prefiere ahorrar e invertir el dinero en comprar una vivienda que va a ser suya. Sin embargo, reconoce que "la situación ahora está muy complicada”.
Su realidad es la misma a la que se enfrentan muchos jóvenes en España y refleja a la perfección un problema que se ha mantenido latente en nuestra sociedad durante muchos años: los jóvenes quieren comprar, pero no pueden.
Las cifras no mienten. Según las últimas cifras del Eurostat, en España, el 83,2% de los jóvenes entre 18 y 34 años viven con sus padres. La edad media de emancipación se sitúa en los 29,8 años, una cifra que sitúa a nuestro país en el vagón de cola y tres puntos por encima de la media de 26,5 años de la Unión Europea.
Actualmente, según el portal inmobiliario Idealista, el 82% de los jóvenes españoles de entre 16 y 29 años no podría independizarse por el alto precio de la vivienda y por los bajos salarios.
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Al buscar las razones por las cuales se produce esta situación, Jorge Hernando Cuñado, profesor de Empresa en la Universidad Nebrija, explica que los jóvenes son “un colectivo con una alta tasa de desempleo, salarios normalmente bajos, una alta temporalidad y condiciones que muchas veces no son buenas”. En 2021, el salario medio neto mensual de los jóvenes entre los 16 y 29 años se situaba en los 973 euros según el Consejo de la Juventud de España (CJE).
A todo esto se une los altos precios de la vivienda, sobre todo en las grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia. Según señala el Observatorio de Emancipación del CJE, una persona joven tendría que destinar 3,8 veces su salario neto anual para poder sufragar la entrada de una hipoteca para la compra de una vivienda media del mercado inmobiliario español, esto es, una vivienda con un valor total de 170.000 euros.
En todo caso, con el salario medio neto de una persona joven, una vivienda asumible tendría que rondar los 100.000 euros —algo extremadamente complicado en las grandes ciudades españolas— para no sobreendeudarse y, así, destinar únicamente el 30% de su salario neto al pago de la vivienda, tal y como recomienda el Banco de España.
Además, conseguir los ahorros necesarios para poder acceder a una hipoteca es otra de las tareas faraónicas a las que se tienen que enfrentar. La mayoría de los bancos financian hasta el 80%, es decir, para una persona que quiera comprar una vivienda, tendría que aportar el 30% restante: un 20% del valor de la vivienda y otro 10% referido a gastos como impuestos, notaría…
Para una vivienda de 170.000 euros, un joven tendría que tener ahorrados 51.000 euros. Sin embargo, con semejantes cifras, muchos jóvenes optan por alquilar y no comprar. Pero con los altos precios de los alquileres, la dificultad para ahorrar es grande. Es la pescadilla que se muerde la cola.
El precio medio de un alquiler en España a finales de 2021 se situaba en 848 euros, por lo que una persona joven sólo podría asumir una cuota mensual de 320 euros sin caer en sobreendeudamiento. Un alquiler en solitario para un joven supondría dedicar el 79,2% de su sueldo.
Ese es el caso de Paula Fernández (residente en la capital), que lleva tiempo buscando piso con su novio. El problema es que, señala, destina el 50% de su salario al alquiler y su ratio de ahorro mensual es “cero o negativo”. “Vivo de alquiler porque no puedo comprarme un piso y no me compro un piso porque vivo de alquiler”, denuncia. “Es un círculo vicioso que nunca acaba”.
Otros como David Saavedra han tenido más suerte, ya que acaba de comprar una vivienda en el barrio madrileño de Cuatro Caminos. En su caso, cuenta, la clave “fue decidir estudiar informática”, uno de los sectores donde hay mejores salidas laborales en nuestro país. “También estuve trabajando varios años fuera y eso me permitió progresar más rápido y alcanzar un nivel salarial más alto que si me hubiera quedado en España”, añade.
Volver a la España vaciada
En los últimos años las administraciones públicas han tratado de lanzar diferentes tipos de ayudas para paliar el problema. Entre otras medidas, a nivel nacional, existe un incentivo fiscal que puede llegar hasta los 10.800 euros para las personas de 35 años o menores, con un límite del 20% del precio de adquisición y con la condición de que sea una vivienda en un municipio de no más de 10.000 habitantes.
A nivel autonómico también existen numerosas ayudas. En Cataluña, hay un impuesto de transmisiones patrimoniales (ITP) reducido del 5% si tu renta no supera los 30.000 euros. En La Rioja, el Gobierno ha realizado convenios con diferentes bancos por la cual existen hipotecas que financian hasta el 100% de la compra. En el caso de la Región de Murcia, el gobierno avala a los jóvenes con hasta el 20% de la compra.
No obstante, a la luz de los resultados, estas medidas se han antojado insuficientes. “El problema sigue estando ahí, no están funcionando”, remarca Hernando. Para el profesor, una de las soluciones podría pasar por aumentar la oferta de vivienda. Por ejemplo, señala, “en España tenemos un problema con las viviendas vacías” y sacarlas al mercado aumentaría la oferta y, por tanto, bajarían los precios.
Aún así, para el profesor, la gran solución —además de mejorar las condiciones laborales de los jóvenes— pasa por salir de los grandes “polos de crecimiento”. Según explica Hernando, mientras la España vaciada se está quedando sin población, las ciudades no paran de crecer y a su vez alimenta la espiral inflacionista de los precios de la vivienda.
Por tanto, señala el experto, habría que desarrollar políticas que fomenten el teletrabajo o que, al menos, no haya que ir todos los días de la semana presencialmente, lo que podría “aliviar el problema de la alta demanda de vivienda en estos polos”.
Precisamente esa fue la decisión que tomaron Asier Soria y Laura Blanco, una pareja que decidió comprarse un piso en Zestoa, un pequeño pueblo de Gipuzkoa con algo más de 3.700 habitantes. En su caso, uno de los grandes incentivos que ofrecía el pueblo era unos precios más bajos de la vivienda.
“Gipuzkoa es una de las provincias más caras y, al final, o te vienes a vivir a un pueblo del interior o como intentes buscar un piso en la costa o en Donosti, te arruinas”, señala Blanco. El cambio, no obstante, no ha sido muy duro: “Vivimos cerca de Zumaia y Zarautz [y a media hora en coche de Donosti], está cerca de todo y existen todos los servicios”, apunta Soria.
Por tanto, ambos animan a los jóvenes a buscar vivienda fuera de las grandes ciudades. Para Soria, la conclusión es clara: “Comprar un piso en una ciudad por tener cerca el trabajo puede ser un error”.