Muchas veces, cuando acabamos de usar el baño, tiramos de la cadena, nos lavamos las manos y nos marchamos sin bajar la tapa. Sin embargo, más allá de que un inodoro es estéticamente más bonito cerrado, dejándolo abierto estamos cometiendo un error que puede tener consecuencias bastante desagradables.
La taza del váter es un lugar que, por definición, acumula millones de microorganismos patógenos, gérmenes y bacterias. Estos microbios tienen allí un cómodo ecosistema donde vivir, alimentarse, reproducirse y prosperar.
Según un estudio publicado hace unos años, al vaciar la cisterna, el torrente de agua hace que todos esos gérmenes se muevan y salgan expulsados, quedando en suspensión en el aire y adheriéndose a las superficies de otros objetos que haya en el baño, como toallas, el jabón, la cuchilla de afeitar o el cepillo de dientes.
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Partículas en suspensión
De media, cada persona tira de la cadena unas cinco veces al día. Tal y como revela dicho informe, cuando se vacía la cisterna, el agua se lleva lo que hay dentro del inodoro, pero también se libera lo que se conoce como "pluma, o penacho de baño", unas partículas diminutas que quedan flotando en el aire.
Esta "pluma de baño", básicamente, es un aerosol microscópico lleno de bacterias entre las que puede haber E. coli. Según la investigación, los gérmenes emitidos en el aerosol pueden permanecer en el aire hasta seis horas y dispersarse por todo el baño, quedándose sobre todos los objetos que haya alrededor, como los peines o las brochas de maquillaje.
El estudio asegura que los inodoros más sucios producen una mayor cantidad de bioaerosoles durante la descarga de agua, y sugiere que esta "pluma" podría desempeñar un papel importante en la transmisión de enfermedades infecciosas producidas por patógenos que se eliminan en las heces o el vómito.
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La higiene es fundamental
Es cierto que la innovación en el diseño de los inodoros minimiza la cantidad de material que se lanza al aire al tirar de la cadena. Sin embargo, en cada descarga continúan liberándose estas partículas.
La medida más sencilla para intentar minimizar esto es cerrar la tapa antes de tirar de la cadena, ya que así se reduce el radio de alcance de esa "pluma", y se evita que las bacterias pululen por el aire.
Por supuesto, lo principal es la higiene, que el inodoro esté bien limpio y se utilicen productos adecuados que acaben con la mayor cantidad de gérmenes posible. También es importante lavarse bien las manos después de utilizarlo y evitar inclinarse en el momento de tirar de la cadena.
En cuanto a los objetos del baño, es preferible que aquellos que después van a estar en contacto con nuestra cara o directamente nos los vamos a meter en la boca, estén protegidos para evitar así el contacto con las bacterias del aire.
De todos modos, aunque se pueden propagar enfermedades y puede haber riesgo para la salud, el estudio asegura que las probabilidades de contraer una infección son mínimas, ya que el sistema inmunológico también actúa como una poderosa barrera.
Hay expertos, mucho menos alarmistas, que directamente aseguran que ni siquiera es necesario cerrar la tapa porque el riesgo de contraer una enfermedad es mínimo. En cualquier caso, el olor nos da una pista de la contundencia de lo que acaba de irse por la tubería, y siempre se puede contener la respiración en el momento de tirar de la cadena.