En 2021, el número de personas afectadas por el hambre en el mundo llegó a 828 millones, el 9,8% de la población mundial. Lo que supone un aumento de 46 millones desde 2020 y de 150 millones desde el comienzo de la pandemia según datos de Naciones Unidas.

Además, en el informe Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo de 2022, la ONU destaca el retroceso del mundo en sus esfuerzos por acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la desnutrición para 2030.

Solo nos separan ocho años de 2030, pero la distancia para alcanzar muchas de las metas del ODS 2 (hambre cero) es mayor cada año. Realmente se están realizando esfuerzos para avanzar hacia el objetivo, aunque están resultando insuficientes.

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Así será hasta que los sistemas agroalimentarios se hayan transformado, sean más resilientes y proporcionen alimentos nutritivos a un menor costo y dietas asequibles y saludables para todos, de manera sostenible e inclusiva.

El hambre extrema y la malnutrición siguen siendo un enorme obstáculo para el desarrollo sostenible y constituyen una trampa de la que no es fácil escapar y es que las cifras hablan por si solas.

Son 795 millones de personas las que actualmente pasan hambre, siendo 2.000 millones de personas más las que se calcula que estarán en esa situación en 2050. Además de que el año pasado fueron 2.300 millones de personas, casi el 30% de la población mundial, las afectadas por la inseguridad alimentaria.

Las agencias, según apunta UNICEF, refieren que cerca de 3.100 millones de personas no pudieron permitirse una dieta saludable en 2020 y que casi 45 millones de niños menores de cinco años presentaron emaciación, la forma más letal de desnutrición, ya que aumenta hasta doce veces el riesgo de que mueran.

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Qué alimentos pueden salvarles

Montse Escruela Cabrera, Referente en Nutrición del Departamento Médico de Médicos Sin Fronteras (MSF) diferencia varios productos en función del tipo de desnutrición; ya sea malnutrición aguda, severa o crónica.

RUFT

Desde diferentes organizaciones desarrollaron un alimento terapéutico listo para usar (Ready-to-Use Therapeutic Food en inglés): se trata de una pasta preparada a base de cacahuetes, rica en nutrientes, que contribuye a salvar la vida de millones de niños y niñas amenazados por la desnutrición aguda en todo el mundo.

Este alimento tiene enormes beneficios porque no necesita conservación en frío y se mantiene fresco hasta dos años. Su objetivo principal es la ganancia de peso rápida, suministrada de manera ambulatoria para "evitar los ingresos hospitalarios durante un mes que se daban en el 2000", añade la responsable de MSF. 

Además, no se mezcla con agua que, en muchas zonas, podría estar contaminada. Cada paquete viene listo para usar. Los padres tienen que abrir el paquete, dárselo a los niños y ver cómo crecen saludables y fuertes.

Un cartón del alimento contiene 150 paquetes, suficiente para de seis a ocho semanas de tratamiento para recuperar la salud de un niño con desnutrición grave. Para finales de 2022, organizaciones como UNICEF quieren llegar a dar tratamiento a 7,2 millones de niños y niñas que sufren desnutrición aguda grave.

RUSF

Mientras que el RUFT es un tratamiento terapéutico, RUSF es preventivo, ya que va dirigido a paliar la malnutricioón moderada y prevenir la severa. Está adaptado a niños de entre 6 meses y 2 años.

LNS

LNS es el producto diseñado para menores de dos años y prevenir que caigan en la malnutrición aguda y severa. Busca cubrir todas las carencias de aquel niño junto con la integración de otros productos como los micronutrientes esenciales para su crecimiento.

En cuanto a los sobres de vitaminas y minerales, Escruela Cabrera añade que estos en específico "van dirigidos a la maltnutrición crónica cuando los niños no alcanzan sus curvas de crecimiento". 

BP5

Para la responsable en Nutrición del Departamento Médico de MSF, el producto "estrella" es el BP5, el cual sirve como un suplemento para cubrir las necesidades adultas.

Consiste en un paquete de galletas compactas que cubre todas las necesidades y con el que se puede alimentar una persona al menos una vez al día.

Es clave, por ejemplo, en situaciones de movimientos de población como los refugiados. Ante la escasez de comida debido a los desplazamientos, este alimento puede servirles para suplementarse y llegar a unos nutrientes necesarios del día.

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Pero estos productos no son los únicos que pueden salvar a miles de personas en riesgo de desnutrición.

Según una investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad de Washington, en St. Louis, Estados Unidos, existen tres más: una dieta rica en bananas, garbanzos y cacahuetes mejora la flora intestinal de los niños desnutridos, y esto les da un renovado impulso a su crecimiento.

Estos alimentos resultaron particularmente buenos para estimular las bacterias saludables, de acuerdo al estudio que realizaron centrado en niños severamente desnutridos en Bangladés.

Sin duda para ellos, apuntar a los microbios para la recuperación es la clave, ya que estos no ven bananas o los frutos secos, simplemente ven una mezcla de nutrientes que pueden usar y compartir.

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La fórmula funcionó mejor en humanos y animales, pues produjo una mayor reparación. Y es que en dietas con abundante arroz o lentejas no funcionaron tan bien y, en algunos casos, produjeron aún más daños en la flora intestinal.