Asociar el arcoíris con algo malo resulta a veces casi imposible. Para todo el mundo es una alegría ya que psicológicamente solo parece tener connotaciones positivas pero, climáticamente hablando, solo trae cosas malas.
Y aunque el arcoíris suele suscitar momentos de efusividad, los cielos más coloridos son en realidad una señal de grandes problemas en todo el mundo. El World Economic Forum pone en alerta la visualización de estos fenómenos con frecuencia.
En este sentido, un futuro más lleno de arcoíris podría coincidir con la forma en que se ven en muchas culturas de todo el mundo, donde tradicionalmente han sido un signo de peligro o riesgo en lugar de un presagio positivo.
[¿Qué es y cómo se forma un arcoiris blanco?]
Según un estudio, el 21% y el 34% de las áreas terrestres perderían días de arcoíris como el Mediterráneo, gran parte de Brasil, el noreste de América del Sur, el sur de Australia y partes de África Central y Meridional.
En el otro extremo, los puntos calientes en los que se verá este fenómeno con más frecuencia serían entre un 66% y el 79% en el norte de América, Noruega, la península de Corea, Japón, la meseta tibetana y el este de Borneo.
Cómo se forma un arcoíris
El arcoíris se forma cuando el sol se asoma fuera de las nubes mientras llueve o inmediatamente después. En ambos casos, la atmósfera sigue cargada de gotas de agua, que actúan como prismas, descomponiendo la luz de los rayos solares que inciden sobre ellas.
Así, lo que inicialmente es luz blanca, se descompone en todos esos colores que vemos en forma de arco. Aunque, en realidad, es un círculo, porque lo que ocurre es que la parte inferior no puede verse por la interferencia del horizonte.
Todo ello es resultado del cambio climático que está afectando a los arcoíris, ya que los principales patrones meteorológicos se están modificando.
Estos cambios están dando lugar a que muchas partes del mundo reciban más lluvia, lo que podría añadir docenas de días ricos en arcoíris a finales de siglo, mientras que en otras se dejarán de ver debido a la escasez de precipitaciones sumado al aumento de las temperaturas.
National Geographic se puso en contacto con un equipo que avanzó los modelos climáticos hasta el año 2100 y buscó las mismas condiciones de probabilidad de arcoíris. Surgió un patrón claro: una Tierra más caliente significa más arcoíris.
[Cambio Climático, ¿y ahora qué?]
El planeta experimentará un ligero aumento de media: entre cuatro y cinco días de arcoíris más al año, además de la media actual de 108 a 117, dependiendo de los modelos que se consulten. Pero las grandes ganancias se concentran en unos pocos lugares.
Los modelos predicen un aumento masivo de los días de arcoíris en Rusia, Canadá, Alaska y en lugares de gran altitud, como la meseta del Himalaya, añadiendo 30, 40 e incluso 50 días de arcoíris al año, dijeron las fuentes a la entrevista de National Geographic.
Además, se prevé que la actual Amazonia, rica en arcoíris, se vea afectada con más frecuencia por la sequía, tanto porque la selva, que actualmente crea su propia lluvia, perderá esa superpotencia al reducirse, como porque el cambio climático en todo el planeta está cambiando y transformando los principales patrones meteorológicos que causan las lluvias tropicales.
También, los expertos apuntan a un futuro despoblado de nubes y algo más de lluvia, lo que significa que habrá más oportunidades de ver arcoíris porque las nubes están bajando, son cada vez menos comunes, y ligeramente más delgadas.
Por lo tanto, un futuro rico en arcoíris y menos nublado podría ser una señal de problemas planetarios profundos, porque las nubes, especialmente las de baja altitud, ayudan a enfriar el planeta al reflejar la luz solar entrante.
Cómo afecta psicológicamente
Además de su relación con las precipitaciones, esto podría tener consecuencias psicológicas. Y es que, según explican los autores, el arcoíris suele provocar bienestar y una conexión con la naturaleza.
Sin embargo, con estos nuevos escenarios, se podría cambiar la concepción que los humanos tenemos de dicho fenómeno. Por ejemplo, si va ligado a lluvias torrenciales e inundaciones, podría dejar de verse como algo positivo.
Y, en cambio, quienes los verán cada vez menos echarán de menos esa conexión con la naturaleza de antaño.
Ya en algunas comunidades aborígenes de Australia, el arcoíris representaba algo malo al asociarse con la Serpiente del Arcoíris, un creador, pero también una fuerza destructiva.
Su aparición, en forma de arcoíris, está ligada a los ciclos estacionales de los monzones, retirándose durante la estación seca y resurgiendo, a menudo con una venganza, durante la estación de las lluvias.
En Grecia, la diosa menor Iris representa el arcoíris. A menudo actuaba como mensajera entre los dioses y los mortales, normalmente llevando mensajes de guerra o conflicto, o como puente entre la Tierra y el más allá.
Y en la antigua Babilonia, muchas calamidades, como la derrota de un famoso líder en el 651 a.C., estuvieron precedidas por dramáticos arcoíris, lo que cimentó su papel como peligroso presagio.