Auschwitz, Chernóbil, Hiroshima, Berlín… las visitas a lugares asociados a la muerte no es un fenómeno novedoso. La gente que se aventura a esta clase de visitas, caracterizadas bajo el rótulo del 'turismo oscuro', lo hace por tres razones: la moral, el morbo o la curiosidad. En España, un destino de turismo oscuro lo podemos encontrar fácilmente en un mapa, en la provincia de Zaragoza: el Pueblo Viejo de Belchite.
Una cosa que tienen en común estas ubicaciones es su cuidada conservación. Son lugares que mantienen la memoria histórica universal, recordatorios de las atrocidades que puede llegar a cometer el ser humano. El Pueblo Viejo de Belchite fue uno de los infiernos de la Guerra Civil. Tanto es así que recientemente se ha incluido, junto con la antigua plaza de toros de Badajoz y la localidad vasca de Guernica, en la lista de lugares para la memoria democrática.
En la localidad aragonesa, se estima que la batalla de Belchite, una de las más cruentas, dejó 5.000 muertos y un pueblo completamente arrasado. Esta es precisamente una de las razones por las que comenzó a ganarse una fama como destino turístico de la Guerra Civil. Incluso ha llegado a ser el escenario de rodaje del largometraje Las aventuras del barón Munchausen, estrenado en 1988.
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Es a partir de 2013, cuando se empieza a regular la circulación por las ruinas de Belchite. Tal como cuenta María José Andrés Muñoza, responsable de la Fundación Pueblo Viejo de Belchite: “Antes, las personas interesadas en temas de turismo bélico entraban y salían sin ningún tipo de control. El pueblo viejo era un lugar al se podía acceder sin ningún tipo de prohibición”.
Con la creación de la Fundación Pueblo Viejo de Belchite, se empieza a realizar la promoción cultural y turística de la zona, desarrollando actividades que contribuyen a la restauración y el mantenimiento del patrimonio histórico. Las actividades principales son las visitas guiadas al Pueblo Viejo.
Curiosos y supersticiosos
“Tenemos dos tipos de visitas guiadas”, explica la técnico de Desarrollo Rural y Turismo. Una visita diurna, centrada en los hechos históricos que acaecieron en el pueblo viejo entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937. Y una visita nocturna que solo se realiza los fines de semana y que está basada en leyendas e historias de psicofonías.
Los turistas nacionales son los que más se interesan por las visitas al Pueblo Viejo, cuentan desde la fundación: “Los turistas extranjeros también vienen, y muchos se animan a realizar las dos visitas”. Según un estudio elaborado en 2017 por Rumbo, los españoles son los europeos más supersticiosos por delante de italianos, alemanes y franceses. Según dicha encuesta, un 60% de los españoles reconoce tener supersticiones de algún tipo. Esto explica en parte el interés por lo paranormal.
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“La visita nocturna es una visita que se centra más en la experiencia de lo que cada uno a nivel subjetivo vive durante el recorrido”, señala. Raquel Gracia, una de las guías turísticas, explica que las dos visitas son diferentes, pero complementarias.
En la nocturna, “no se cuenta nada de la historia de la población, simplemente se cuenta un acontecimiento del siglo XVIII y ya luego se trata el tema de psicofonías, de imágenes que se han visto, de fotografías que se han hecho, de sucesos que les ocurrió a la población a lo largo del tiempo”, señala.
Presencias no esperadas
Gracia nos cuenta una anécdota sobre una de las visitantes al pueblo viejo, una madre de familia que pasó un muy mal trago. “Durante la visita, le empezaron a pitar los oídos. No podría soportar el pitido. Y cuando entramos a la iglesia, no pudo entrar. Salió y empezó a vomitar. Luego contó que fue una sensación muy extraña que nunca había experimentado”.
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En este tipo de visitas “hay personas que sí creen y vienen sugestionadas y otras personas que son totalmente escépticas y les sucede este tipo de cosas”. Por lo general, son visitas que se pueden grabar, respetando en todo momento la imagen de los profesionales que dirigen la actividad.
“Hay un momento, dentro de la iglesia de San Martín de Tours, en el que dejamos que los visitantes se queden a solas y a oscuras en la capilla, un lugar donde muchos han asegurado sentir algo", señala.
El turismo ha ayudado a la localidad de Belchite, de 1.533 habitantes, a recuperarse de la devastación que provocó la guerra. Tras los cruentos eventos de 1937, el pueblo no se reconstruyó por orden del generalísimo, obligando a aquellos que habitaban allí a erigir un pueblo nuevo, justo al lado. Los últimos habitantes abandonaron el Pueblo viejo en los años 60.