El delta del Mekong, situado a unos pocos kilómetros de la ciudad vietnamita de Ho Chi Minh (o Saigón, como se llamaba originalmente), es un lugar sumamente ajetreado. Las barcas de madera se agolpan en sus estrechos canales, donde mujeres y hombres —sí, esos con los famosos sombreros de paja— combaten por alzar su voz más que sus contrincantes. Piñas, pescado, pitayas... todo aquello que les proporciona la rica y fértil tierra en la que viven.
Los mercados flotantes conforman una pintoresca escena que retrata a la perfección una de las regiones más prósperas de la historia humana. Decenas de generaciones y numerosos imperios históricos han prosperado en la cuenca del Mekong. Sin embargo, la acción humana está poniendo en riesgo lo que ha sido durante siglos el sustento para millones de personas.
Todo está cambiando en los últimos años. Las sequías, las inundaciones y las escasas poblaciones de peces son la nueva normalidad. Un informe de la Comisión del Río Mekong publicado en enero de 2022 descubrió que entre el periodo comprendido entre los años 2019 y 2021, en los cuales hubo bajas lluvias, los niveles de caudal del Mekong cayeron a sus niveles más bajos en más de 60 años.
La mayoría de las comunidades que viven en su cuenca son productores primarios y, por tanto, viven de los ecosistemas del río para su supervivencia. Aproximadamente dos tercios de la población viven de la pesca, lo que lo convierte en la mayor pesquería interior del mundo. Según datos de WWF, la pesca en el Mekong representa el 25% de la captura mundial de agua dulce. El lago Tonle Sap, el mayor lago interior de la región del Sudeste Asiático y efluente del Mekong, es responsable del 70% de la ingesta anual de proteínas de Camboya.
En términos de biodiversidad de peces, la región es extremadamente rica y sólo es superada por el Amazonas. Según la oenegé animalista, al menos 1.200 especies de agua dulce nadan en sus aguas, incluidas las últimas poblaciones restantes del delfín Irrawaddy, la raya gigante de agua dulce —en junio del año pasado se descubrió una raya que se convirtió en el pez de agua dulce más grande del mundo: medía cuatro metros y pesaba 300 kilos— y el bagre gigante del Mekong.
El rápido desarrollo social y económico está tensando el equilibrio del río. Según un análisis realizado por la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en 2013, la demanda de energía de la región aumentaría en un 80% en los siguientes 20 años. Y el Mekong se conforma como una de las principales soluciones para este problema.
El dragón sobre el Lancang
China fue la primera en aprovechar esta idea. Ansiosa por aumentar su capacidad de energía renovable para reducir su excesiva dependencia del carbón, según el recuento de la agencia Reuters, ya ha construido un total de 11 presas en el río Mekong, conocido como Lancang en China. Entre ellas, cinco mega presas con más de 100 metros de altura. Asimismo, ha construido al menos 95 presas hidroeléctricas en sus afluentes.
“Recolectar agua en represas y crear hidroelectricidad es una prioridad en la agenda del gobierno chino porque se han comprometido a tener cero emisiones netas de carbono para 2060”, señaló Elizabeth Hio Wa Laim, profesora honoraria de la Universidad de Hong Kong en un documental de la CNA, la televisión nacional de Singapur. “Y construir represas es una de las formas más eficientes de proporcionar energía limpia para el país”.
Pero el gigante asiático no ha sido el único. Laos, que busca convertirse en la “batería del Sudeste Asiático”, quiere construir presas hidroeléctricas para vender energía barata a sus vecinos circundantes. Tal y como afirma Brian Eyler, economista y director del Monitor de Presas del Mekong (MDM por sus siglas en inglés), “China, Tailandia, Vietnam y otros inversores extranjeros están financiando presas en los numerosos afluentes de Laos a un ritmo que la mayoría de los científicos e investigadores sugieren que arruinará la base de recursos naturales del Mekong”.
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No obstante, este afán por garantizar energía limpia ha terminado por afectar al resto de los países de la cuenca. Un informe de principios de 2022 de MDM, un organismo gestionado por el Centro Stimson con sede en Washington DC (EEUU), confirma que si bien las presas pueden no ser la causa principal de los problemas del río, que también incluyen los patrones climáticos de El Niño y los impactos más amplios del cambio climático, sí que han magnificado sus efectos.
“Los datos muestran que las represas han exacerbado las sequías de la estación húmeda y en algunos lugares han alterado inexorablemente los patrones de flujo natural del río”, indica el documento. En el verano de 2016, Vietnam experimentó su peor sequía y salinización en casi 100 años, algo que le costó a 669 millones de dólares en pérdidas agrícolas.
Se acaba el "bol de arroz"
Uno de los efectos más directos de la construcción de las presas es que el flujo de los sedimentos —y, por tanto, de diversos nutrientes— se interrumpe y, así, disminuye su llegada a la zona baja del río, algo que es fundamental para muchos cultivos en su trayectoria. “Las represas están atrapando sedimentos… Cada una atrapa una cierta cantidad, por lo que no llega suficiente a las llanuras aluviales”, explicó Marc Goichot, especialista en ríos de WWF en Vietnam, a Reuters.
“Los sedimentos y los deltas deberían poder regenerarse y reconstruirse por sí mismos, pero el ritmo al que se obliga a cambiar el equilibrio natural en el Mekong es demasiado rápido para que el sedimento lo mantenga”, añadió.
Hace 15 años, transportaba alrededor de 143 millones de toneladas de sedimentos hasta el delta cada año, aprovisionando nutrientes esenciales para los cultivos y las granjas. Sin embargo, tal y como reveló un análisis de datos satelitales realizado por la empresa alemana de teledetección acuática EOMAP y Reuters el pasado mes de diciembre, a medida que las presas chinas se han multiplicado, gran parte de ese sedimento está siendo bloqueado.
Todo ello repercute en la seguridad alimentaria de muchas personas. A lo largo de seis países, durante siglos, el río ha sido llamado como el “bol de arroz” por los lugareños. Su tierra fértil da de comer a aproximadamente 284 millones de personas, desde su nacimiento en la meseta tibetana en China, hasta recorrer serpenteando más de 4.000 kilómetros por cinco países —Myanmar, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam— hasta desembocar en el Mar de China Meridional.
El río llena los sistemas de riego para la producción agrícola. Por ejemplo, Tailandia y Vietnam están entre los tres primeros exportadores de arroz del mundo, respectivamente, y esto es gracias al agua que proporciona el Mekong. Sin embargo, la falta de nutrientes y la salinización están poniendo en riesgo las cosechas de miles de campesinos en la zona baja del río.
Falta de acuerdo
En la actualidad, existen varias iniciativas de cooperación como la Subregión del Gran Mekong, la Comisión del Río Mekong (MRC), la Iniciativa del Bajo Mekong liderada por Estados Unidos o el Mecanismo de Cooperación Lancang Mekong liderado por China. Sin embargo, ninguna de ellas ha logrado disuadir la explotación no regulada de recursos a lo largo de su curso.
“Incluso el MRC, el mecanismo aparentemente más poderoso, establecido en 1995 sobre la base del Acuerdo del Mekong, se considera que no tiene dientes, ya que su autoridad se limita a la consulta y la facilitación no vinculantes”, opina Linh Tong, analista de políticas en el Instituto de Estudios de Políticas y Desarrollo de Medios (IPS) en un artículo para The Diplomat.
Para la analista, llegar a un acuerdo para proteger el Mekong, ahora mismo, es como el clásico dilema del prisionero. “Si los países están dispuestos a cooperar, se maximizará sus beneficios, ya que se garantizará el desarrollo sostenible de la región del Mekong a largo plazo. Sin embargo, debido a que cada país miembro es racionalmente egoísta y vacilante en ceder su poder soberano, se han visto atrapados en el peor escenario, con la explotación de los recursos del Mekong fuera de control”, explica.
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El impacto del cambio climático, el comercio ilegal de vida silvestre, la pérdida de hábitats y la construcción incontrolada de presas hidroeléctricas han tensionado hasta su límite al ecosistema y está causando auténticos estragos, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de millones de personas. Y China, como potencia regional (y mundial), tiene gran parte de culpa.
Al no fomentar la cooperación en el Mekong, afirma Tong, “China está perdiendo una oportunidad de oro para demostrarle al mundo su potencial de liderazgo”. Y concluye: “Está haciendo grandes esfuerzos para reemplazar a Estados Unidos en la lucha contra el cambio climático y, sin embargo, ignora descaradamente la llamada a la cooperación en la cuenca del Mekong”.