Desde los edificios de tu barrio a los puentes, aeropuertos o incluso para confinar los desechos radioactivos como la enorme cúpula de la central de Chernóbil, el hormigón ha sido y es un elemento básico para la construcción. Versátiles y duraderos, en muchos sentidos, los edificios y estructuras de hormigón pueden ser ideales para la construcción resiliente al cambio climático.
Sin embargo, su producción tiene un enorme impacto sobre las emisiones globales de gases de efecto invernadero: aproximadamente el 8% sobre el total. Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) de 2020, la operación y construcción de edificios produjo en el año 2019 el 38% de todas las emisiones de CO₂ relacionadas con la energía.
El principal responsable de la contaminación que produce el hormigón es el cemento, un material clave para su fabricación. El hormigón se fabrica añadiendo arena y grava al cemento, batiendo la mezcla con agua y vertiéndola en moldes hasta que se seque. El cemento es el más intensivo en carbono de todos ellos. Para su producción, se calienta una mezcla de piedra caliza y arcilla a más de 1.400 grados centígrados en un horno, lo que implica un gran uso de combustibles fósiles.
Con este proceso, según explica un artículo del Imperial College de Londres, se emiten hasta 622 kilogramos de dióxido de carbono por cada tonelada de cemento Portland fabricado. En total, cada año, se fabrican alrededor de 3.500 millones de toneladas de este material. Esto equivale al 7% de todas las emisiones antropogénicas mundiales de CO₂.
Por ello, los expertos instan a cambiar el modelo y a buscar nuevas soluciones que puedan reducir las emisiones de CO₂ emitidas desde la industria de la construcción.
“El aumento de las emisiones en el sector de los edificios y la construcción enfatiza la necesidad urgente de una estrategia triple para reducir agresivamente la demanda de energía en las áreas construidas, descarbonizar el sector energético e implementar estrategias de materiales que reduzcan las emisiones de carbono del ciclo de vida”, dijo en 2020 Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.
Hormigón sin cemento
Gran parte de la solución a este gran problema está en desarrollar alternativas al cemento. La empresa canadiense Carbicrete, por ejemplo, ha conseguido crear un hormigón que sustituye el cemento por escoria de acero (restos de la producción del acero). Con esto, afirman desde la compañía, matan dos pájaros de un tiro, es decir, no sólo eliminan el dióxido de carbono del proceso de producción, sino también capturan y almacenan CO₂ adicional.
“Es más barato, más verde y tiene las mismas propiedades o incluso mejores propiedades que los bloques de cemento”, indicó Mehrdad Mahoutian, ingeniero civil y cofundador de Carbicrete, a la revista Nature.
Un bloque típico de hormigón pesa alrededor de 17 kilos y suele necesitar 2 kilos de cemento. Como el hormigón de Carbicrete no utiliza cemento, Mahoutian afirma que ahorran estos 2 kilos de emisiones y a todo ello se une el inyectado para producir la piedra caliza. Así, un solo bloque invierte la huella de una emisión de 2 kilos a una absorción de 1 kilo.
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La principal ventaja de este proyecto, explicó a la BBC Chris Stern, director ejecutivo y cofundador de Carbicrete, es que "tiene un coste similar al del hormigón corriente". Por ello, espera que a mediados de este año su tecnología pueda usarse para la construcción de nuevos edificios. Los beneficios, según Stern, son claros: mismos costes, menor huella medioambiental.
Pero el hormigón de esta empresa canadiense no es la única alternativa. Según señala en un artículo la revista Nature, el cemento existirá en el futuro previsible. Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA), la intensidad de CO₂ directo de la producción de cemento aumentó alrededor de un 1,5% anual en el periodo 2015-2021.
Así que se están buscando nuevas soluciones. Por ejemplo, para los hornos podrían utilizarse combustibles bajos en carbono como el hidrógeno o la biomasa en sustitución de los combustibles fósiles. Asimismo, los científicos también están investigando si podría emplearse la electricidad para calentar la piedra caliza y la arcilla.