Una hectárea de cultivo necesita 25 kg de lluvia sólida cada dos meses para poder germinar y florecer. Un agricultor invierte de media unos 40 euros en esta agua en polvo que desde hace ya dos décadas se presenta como una herramienta clave en la lucha contra la desertificación.
Detrás de este invento que poco a poco gana terreno está el ingeniero químico mexicano Sergio Rico y más de 15 años de investigación que culminó en 2002 con la creación de Silos de Agua, la empresa que comercializa la lluvia sólida.
Un año antes, él y su hijo Leonardo dieron con la clave para salvar los campos de cultivo de la sequía: un compuesto a base de polímeros biodegradables que ahorra hasta un 90% del agua que necesita la agricultura. Además, exprime hasta la última gota de lluvia –por escasa que sea– y es capaz de retener hasta 400 veces su peso en agua.
Según explica la comercializadora de este producto, la lluvia sólida, aplicada en la raíz de las plantas, permite que se deje de regar durante 15 días.
¿Cómo funciona la lluvia sólida?
Según ha explicado Rico a varios medios, esta agua en polvo gelatiniza los líquidos, los retiene y se los traslada a la planta para que esta pueda seguir rehidratándose incluso durante años. Porque este invento, que no contamina y es completamente seguro, absorbe la lluvia para que las raíces de las plantas se hidraten cuando lo necesiten.
La lluvia sólida se comercializa en forma de polvo que se hidrata a la hora de usarse por primera vez. El compuesto se coloca sobre el cultivo o árbol, o se mezcla con la tierra si se utiliza en una maceta.
A partir de ese momento, el riego necesario se reduce al 10%.
Tal y como aseguró Rico al medio guatemalteco El periódico en 2012, "cuando la planta absorbe toda el agua, el producto se seca y vuelve a su estado natural". Y cuando llueve o se riega, el polímero "vuelve a condensar el agua".
Con este proceso, la vida útil de la lluvia sólida se sitúa entre los 8 y los 10 años. "Ya no se pierden cosechas, se reduce el uso de fertilizantes, se incrementa la productividad del cultivo y se reducen los costos", concluyó.
El planeta se queda sin agua
El mundo se está secando. Así de rotunda es la ONU, que ya el año pasado alertaba de los peligros y amenazas que suponen la falta de lluvias a nivel global. Como ya contamos en ENCLAVE ODS, España no se queda al margen de esta tendencia mundial: al menos el 74% de nuestro territorio está en riesgo de convertirse en un desierto.
Las previsiones de Naciones Unidas son demoledoras: la mitad de la producción económica anual mundial está en jaque como consecuencia de la pérdida de capital natural finito y los servicios de la naturaleza. Las escasas precipitaciones y los malos usos del suelo amenazan los ecosistemas y aumentan las probabilidades de incendios e, incluso, favorecen la rápida propagación de aquellos provocados por el ser humano.
Por eso, es esencial buscar soluciones que pongan freno o suavicen los estragos de la sequía y la desertificación. Y es que, como se explicó en este vertical, los beneficios económicos de la restauración de la tierra y la reducción de la degradación, las emisiones de gases de efecto invernadero y la pérdida de biodiversidad podrían ascender a entre 125 y 140 billones de dólares cada año. Es decir, supondrían un 50% más que el PIB mundial en 2021, que se situaba en los 93 billones de dólares.
[La sequía del último año amenaza la seguridad alimentaria actual]