Líquido, en polvo, en pastillas o en cápsulas. Las variedades de detergente son numerosas y se publicitan como la solución definitiva para lavar la ropa. Es la forma más fácil de dejar la colada limpia y fresca. No obstante, la utilidad de este producto trasciende el tambor de la lavadora.
Durante buena parte de nuestra historia, se ha utilizado el jabón para lavar cualquier cosa, incluidos los tejidos y nuestra propia piel. Fue en la antesala de la Primera Guerra Mundial cuando se fabricó el primer detergente para uso en la ropa. La hazaña se atribuye al Dr. Otto Rohm, propietario de Burnus, empresa fundada en 1836 como fabricante de velas y jabones. Rohm introdujo el uso de enzimas para la limpieza de la ropa en 1907, pero no fue hasta 1914 cuando empezó realmente la revolución.
El detergente —elaborado a partir de materias primas sintéticas— sustituyó al jabón —compuesto de sustancias naturales como grasas animales y vegetales— como producto para lavar las prendas. A diferencia de los detergentes, los jabones naturales tienden a gelificarse fácilmente y su contacto con agua dura —con un alto nivel de minerales— formaría sales indisolubles, un material pegajoso y difícil de eliminar.
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Sin embargo, no todo brilla con los detergentes. Sus propiedades principales son tensioactivas: logran que se desprendan del tejido las manchas. Durante mucho tiempo, estas sustancias se producían a partir de químicos agresivos como los fosfatos, que cuando se cuelan en los flujos fluviales y otros medios acuáticos actúan como fertilizantes de las algas, que se reproducen de forma masiva por la eutrofización —enriquecimiento excesivo de nutrientes en un ecosistema acuático—. Esto causa desequilibrios en los ecosistemas y amenaza la supervivencia de la fauna acuática.
Los efectos medioambientales negativos de detergente no se limitan al propio producto, sino también a su contenedor. Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), para saber si un envase de detergente es sostenible hay que fijarse en “el tipo de material empleado, el peso del embalaje por cada dosis y el porcentaje de llenado”. Habida cuenta de estos factores, explican desde la entidad que cada vez más los fabricantes están incorporando la sostenibilidad en sus productos, “pero aún hay margen de mejora”.
"Algunos productos deberían disminuir la cantidad de material empleado para contener la misma cantidad de detergente y mejorar el porcentaje de llenado: hay cápsulas que apenas llenan el 50% del envase, mientras que algunas referencias llegan ya a niveles de llenado del 98%", señalan desde la organización de consumidores.
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Para evitar las externalidades de los lavados, es recomendable utilizar detergentes ecológicos con tensioactivos vegetales naturales, minerales y ácidos orgánicos. Pero, ¿existen detergentes ecológicos en el mercado español? De la encuesta de la OCU se han identificado marcas como Ecover, que es la que tiene mejor valoración de los detergentes analizados. También destaca Seventh Generation Free&Clear, que tiene una fórmula más respetuosa con el medioambiente que la anterior.
Antes de ponerse manos a la obra, se debe comprobar que el producto no contenga sustancias potencialmente dañinas para nada de lo que se vaya a limpiar. Con esto en mente, estas son cuatro maneras de usar el detergente en situaciones de emergencia.
1. Fregar el suelo
Si te has quedado sin tu producto habitual para limpiar el suelo, una solución provisional es utilizar detergente líquido para la ropa como sustituto.
Al mezclar una cucharadita de este con un par de litros de agua caliente se forma una cantidad de espuma que limpia bastante bien la suciedad leve y los restos de comida. Esto puede salvarte de un apuro, pero es desaconsejable usarlo como reemplazo para los productos especializados para fregar los suelos.
Por supuesto, hay inconvenientes. El detergente no es más barato que un limpiador de suelos. Además, se corre el riesgo de que sus productos químicos dañen la superficie a fregar.
2. Limpieza de tapicerías
Si el truco del detergente y la espuma funciona con los suelos, también ha demostrado ser igual de útil para las tapicerías, como los sofás. Pero hay que tener cuidado de no empapar mucho el mueble y evitarlo si su material reacciona mal al producto.
Sólo necesitas media cucharadita de detergente con uno o dos litros de agua tibia y una esponja suave para aplicarlo. Debería ayudar a eliminar las marcas, refrescar la tapicería y dejar un olor fresco sin rastro de residuos pegajosos.
E incluso puede ser más rentable y ecológico que utilizar un refrescante de tejidos de marca.
3. Limpieza de alfombras
Es desaconsejable limpiar alfombras con detergente porque genera demasiada espuma e incluso puede llegar a dañarlas. En este caso, un producto de limpieza especializado para alfombras es la opción más segura.
4. Limpieza de cocina y baño
Los detergentes no sirven para todas las situaciones. No se deberían utilizar ni en superficies de la cocina ni del baño. A simple vista, el detergente mezclado con agua podría parecer que limpia efectivamente lavabos y encimeras, pero la falta de desinfectante hace que no se consigan eliminar los gérmenes.
Por eso, se debería recurrir a un producto específico, y si no hay más remedio, es preferible usar el detergente del lavavajillas en vez de el de la ropa.