El satélite de la UE alerta de “cambios alarmantes” en el clima de Europa, con sequías y un calor “sin precedentes”
Las anomalías en temperaturas y precipitaciones de 2022 seguirán dejando su estela con una sequía crítica en verano en distintas zonas de España.
20 abril, 2023 08:00En la última semana de enero, la localidad tarraconense de Roquetes alcanzó los 28,1 grados. Era la mayor temperatura alcanzada en 117 años, según los registros de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Pero lo peor de este dato es que no ha sido solo algo puntual, porque desde que comenzó el año ya se han contabilizado al menos cinco récords cálidos por todo el país y durante –se presupone– el primer trimestre más frío del año en España.
Los bandazos térmicos y el clima extremo de 2022 están volviendo a dejar impresa su huella este año. Según el último informe sobre el Estado del Clima en Europa, elaborado por Copernicus –el satélite de la Unión Europea (UE)–, se están produciendo “cambios alarmantes en nuestro clima”.
José Miguel Viñas, meteorólogo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), comenta a EL ESPAÑOL que "este año sigue la misma tónica del año pasado: extremos y situaciones muy excepcionales".
Apunta, además, que el modelo de predicción para junio, julio y agosto marca temperaturas para la Península Ibérica, en particular, valores bastante por encima de lo normal. "Eso implicaría un verano con anomalías cálidas muy destacadas, con olas de calor y no sería descabellado pensar en algo parecido como al año pasado", aunque queda la incógnita de si será tan extremo como el 2022.
Como explica el experto, "vamos a entrar en el inicio del verano con una sequía bastante crítica en distintas zonas del país y en verano se agudizará". No obstante, si en otoño, por ese efecto de El Niño -una corriente atmosférica que puede traer lluvias abundantes- tenemos precipitaciones por encima de la media en otoño, sería una buena noticia, pero habrá antes varios meses marcados por el calor.
Por su parte, Carlo Buontempo, director del Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), hace referencia al informe para subrayar varios datos que dan cuenta de esta nueva normalidad. Europa tuvo “el verano más caluroso jamás registrado, marcado por olas de calor marinas sin precedentes en el Mar Mediterráneo y récord de temperaturas en Groenlandia en septiembre”.
A estos máximos registrados, se le unen otros como que el 2022 fue el año en que las concentraciones globales anuales promedio de dióxido de carbono (CO2) y metano (CH4) –los gases de efecto invernadero que más atrapan el calor del sol– alcanzaron sus niveles más altos jamás medidos por satélite.
Estos niveles, como alertó el último informe del Grupo de Expertos en Cambio Climático de Naciones Unidas –IPCC, por sus siglas en inglés–, había que reducirlos drásticamente en los próximos cinco años, porque, de lo contrario, se superaría el límite seguro de un aumento de 1,5 grados con respecto a la era preindustrial.
Los datos del último informe de Copernicus muestran, sin embargo, que para el último período de cinco años en Europa el promedio de aumento de temperatura se situó en 2,2 grados. Como consecuencia, 2022 ha sido el más cálido registrado, con 0,9 grados por encima de lo registrado entre 1991 y 2020. No obstante, la información del verano en el continente ha sido más alarmante, si cabe, con 1,4 grados más.
Como consecuencia, y sobre todo en primavera y verano, estos extremos de calor dieron lugar a “condiciones peligrosas para la salud humana”, y, muy especialmente, en el sur de Europa. En esta región se experimentó un número récord de días con “estrés por calor muy fuerte”. No hay más que fijarse en el caso de España, donde murieron unas 33.900 personas más de las previstas por las temperaturas y al menos 5.876 como consecuencia de las olas de calor.
El informe europeo no titubea al aseverar que “Europa está viendo una tendencia al alza en el número de días de verano con estrés por calor fuerte o muy fuerte” y “una tendencia decreciente en el número de días sin estrés por calor”. Además, señala que “en el sur de Europa se observa lo mismo con el 'estrés por calor extremo'”.
A la par que esto, el satélite también ha captado “una sequía generalizada”. Ya durante el invierno de 2021-2022, gran parte de Europa experimentó menos días de nieve que el promedio, con muchas zonas con hasta un mes menos de precipitación. Una tendencia que pareció continuar en primavera, porque, de nuevo, las precipitaciones estuvieron por debajo del promedio en gran parte del continente.
Como consecuencia a esta falta de nieve en invierno y las altas temperaturas de verano, se produjo una pérdida récord de hielo en los glaciares de los Alpes, de más de 5 kilómetros cúbicos de hielo.
Asimismo, las escasas precipitaciones –también durante el verano– junto con las olas de calor provocaron también una sequía generalizada y prolongada que ha golpeado con fuerza a sectores como la agricultura, el transporte fluvial y la energía. La humedad del suelo fue la segunda más baja en 50 años y, al menos, el 63% de los ríos registraron caudales inferiores a la media, el segundo peor dato registrado.
Cuestiones como estas han derivado en que se dieran condiciones de peligro de incendio superiores a la media durante la mayor parte del año. Según los científicos del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus (CAMS), hubo “aumentos significativos” en las emisiones de carbono de incendios forestales de Europa.
De hecho, señala a España junto a Francia, Alemania y Eslovenia como los países donde se experimentaron las emisiones por incendios en verano más altas de los últimos 20 años. Asimismo, el suroeste de Europa también experimentó algunos de los incendios más grandes registrados.
“Cambios drásticos” en el Ártico
El informe de Copernicus dedica un capítulo en exclusiva a la situación del clima en el Ártico. Según los científicos que han trabajado en el informe, esta región helada del planeta “está experimentando cambios drásticos”. Subrayan que las temperaturas han aumentado “mucho más rápidamente que en la mayor parte del resto del mundo”.
Esto no solo influye en el nivel de subida del mar, sino también en las temperaturas que se alcanzan. Como explicaba en un artículo Santiago Giralt, glaciólogo del Instituto de Geociencias de Barcelona (GEO3BCN-CSIC), los dos polos son fundamentales para regular la temperatura de la Tierra.
Entre las temperaturas cálidas del ecuador y las gélidas de los polos, se forma toda la circulación atmosférica y esto facilita que haya zonas en latitudes medias de la Tierra que sean especialmente habitables. Lo que ocurre con el calentamiento global es que El gradiente de temperatura entre los polos y el ecuador disminuye mucho y provoca una climatología variada y extraña que hace que, de repente, tengamos unos veranos muy extremos o unos inviernos especialmente fríos. Los efectos son globales.
Como recoge el trabajo, el último año es ya el más cálido registrado para el Ártico en su conjunto. Y, en concreto, el archipiélago de Svalbard experimentó el verano más cálido registrado, con temperaturas superiores en algunas zonas de 2,5 grados por encima del promedio. Aunque nada tiene que envidiarle Groenlandia, donde se produjo un calor excepcional y lluvias en septiembre en lugar de la nieve tan típica.
Según los datos del satélite europeo, las temperaturas medias de ese mes fueron hasta 8 grados superiores a la media, las mayores registradas hasta ahora. La isla, de hecho, sufrió hasta tres olas de calor diferentes. Un cóctel que ha provocado un derretimiento récord de la capa de hielo, con al menos el 23% afectada por el primero de esos eventos extremos.
En la Antártida, la extensión del hielo marino alcanzó su extensión mínima más baja para el mes de febrero, con otros cinco meses registrando un mínimo casi de récord. No obstante, los científicos aseguran que no muestra una tendencia clara, a pesar de que alcanzó mínimos históricos también en febrero de este año.
No obstante, no son las únicas zonas que han sufrido el impacto de un clima extremo. Como reporta el informe, tanto a nivel mundial como en toda Europa, los glaciares han visto una pérdida sustancial y prolongada de hielo desde mediados del siglo XIX. Una reducción, si cabe, más importante alrededor de la década de 1990 y que ha contribuido a un aumento global del nivel del mar de más de tres centímetros.
En este sentido, Mauro Facchini, jefe de Observación de la Tierra en la Dirección General de la Industria de la Defensa y el Espacio de la Comisión Europea, recuerda –en alusión al último informe de síntesis del IPCC– que “nos estamos quedando sin tiempo y que el calentamiento global ha dado lugar a fenómenos extremos más frecuentes e intensos, como es el caso de Europa”.
Para el experto, “solo la información y los datos precisos sobre el estado actual del clima pueden ayudarnos a lograr los objetivos que nos hemos fijado, y el informe sobre el estado del clima en Europa es una herramienta esencial para apoyar a la Unión Europea con su agenda de adaptación climática y su compromiso de alcanzar la neutralidad climática para 2050".