Las alarmas saltaron enseguida cuando, hace tan solo un año, en pleno mes de mayo se alcanzaba en España la mayor temperatura en 20 años, sobre todo en algunas zonas del sur, donde se registraron hasta 40 grados. Este año, el calor se vuelve a adelantar. Como alerta la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), en los próximos días se esperan temperaturas medias de entre seis y 10 grados por encima de lo normal en la mayor parte de España.
Según explican desde la agencia, un indicador de la naturaleza cálida o fría de una masa de aire es su temperatura a 1.500 metros, aproximadamente, sin tanta influencia de la superficie. En este sentido, afirman que “para los próximos días, esperamos valores de ese parámetro que superarían a cualquiera de los registrados en los últimos 44 años” y ese indicador “tiene su reflejo en la superficie”.
Así, concluyen que “estamos, por lo tanto, ante un episodio extraordinariamente cálido para la época del año”. Rubén del Campo, portavoz de la Aemet, apunta que “aunque todavía faltan días para confirmar los pronósticos, podríamos estar ante uno de los episodios más cálidos que hay en nuestro país desde que hay registros”, en 1961.
Esto se debe a la entrada progresiva de una masa de aire muy cálido y seco, de origen africano que, unida a unas condiciones de estabilidad atmosférica y fuerte insolación, provocará un progresivo y marcado ascenso de las temperaturas. De acuerdo con los últimos datos difundidos por la Aemet, tendremos valores propios de verano y excepcionalmente altos para estas fechas.
Se prevé que se alcancen los 30 grados en buena parte de la mitad norte peninsular, mientras que en la mitad sur y el valle del Ebro se pueden llegar a los 35 grados o, incluso, los 40 en el valle del Guadalquivir. Asimismo, las mínimas que podemos encontrar recuperan el recuerdo de las noches tropicales del verano, por encima de los 20 grados. Unos valores que se prevé que perduren hasta el domingo, cuando se espera un nuevo descenso térmico.
Aunque, de momento, son todo previsiones, solo se recuerda un abril parecido en 2011, cuando se llegaron a registrar los 37,4 grados en Murcia. Habrá que esperar para conocer si se alcanzan e, incluso, se superan esos valores. Pero lo que es cierto es que, de momento, no se puede calificar como ola de calor hasta que no termine este episodio de elevadas temperaturas. De ser así, sería el primer fenómeno de este tipo registrado en el mes de abril, según la información disponible.
Para entrar en ese registro, esta semana se deberían cumplir varios factores de manera simultánea. El primero de ellos es que el episodio dure al menos tres días. Además, debe afectar mínimo a un 10% del territorio y las temperaturas tienen que ser extremadamente altas. Las diurnas, por ejemplo, tendrían que ser un 5% más cálidas que la media registrada entre julio y agosto.
¿Un verano más adelantado?
Aunque aún hacen falta estudios de atribución para conocer si este evento de temperaturas anómalas en abril se deben al cambio climático, lo que sí está claro es que, cada vez, influye más a la hora de que se produzcan más a menudo y con mayor intensidad. Cada año, en zonas templadas como España, se prevé que el verano vaya ganando terreno, hasta el punto de que en unas décadas, la época estival dure hasta seis meses, con las consecuencias que esto tiene sobre nuestros recursos y nuestra vida.
De momento, la preocupación ha subido de nivel en nuestro país ante este calor temprano. Los motivos son varios. El primero, que a estas temperaturas les acompaña un déficit hídrico acumulado desde hace un año. Como señalan desde la Aemet, este mes está siendo “extremadamente seco” y –a falta de que termine– podría convertirse en el más seco desde 1961. Desde el 1 de octubre hasta el 11 de abril de 2023, se ha recibido un 21% menos de agua de lo normal para ese período.
Además, esta sequía meteorológica va camino de agravarse. Según los pronósticos, mayo tampoco será lluvioso y, de momento, el trimestre de junio, julio y agosto asegura temperaturas muy extremas con valores por encima de lo habitual para la época.
Así las cosas, falta agua y los embalses, sobre todo en la mitad sur y en Cataluña, están bajo mínimos. Y esta situación puede empeorar, porque con episodios de calor muy intensos, parte del agua embalsada puede llegar a evaporarse. Y ambas cuestiones van a impactar directamente –e inevitablemente– sobre los cultivos, que vienen de otro año con importantes pérdidas productivas.
A su vez, esa aridez del terreno, esa falta de agua y esas temperaturas elevadas y persistentes, además de elevar el riesgo de incendios más virulentos, pueden generar lo que se conoce como amplificación. Según explicó a EL ESPAÑOL Jofre Carnicer, investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), "cuando la vegetación y el suelo están resecos y hay una situación de sequía precedente, las olas de calor se amplifican". Es decir, nos encontramos un subsuelo que eleva aún más la temperatura en superficie, cuando, en situaciones normales, ayudan a regular la temperatura.
A nivel salud, estas temperaturas oscilantes y extremas también tienen un efecto directo sobre la población. Las temperaturas tan extremas disparan contaminantes como el ozono troposférico, definido como un importante oxidativo celular por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO). Lo que ocurre es que la radiación solar transforma esos compuestos nocivos y amplifica el efecto invernadero, por lo que en días de calor son especialmente dañinos para la salud.
Además, este mismo calor, por sí mismo, también mata. No solo están los golpes de calor, que suceden de manera inmediata y a corto plazo, sino también la mortalidad atribuible a los eventos de calor. Las personas más vulnerables son los niños, los mayores de 65 años, las embarazadas y aquellas personas con enfermedades de tipo respiratorio (pulmonar obstructiva, por ejemplo), de tipo circulatorio (enfermedad crónica cardíaca, hipertensión…) o de tipo renal (insuficiencia renal). También aquellas con enfermedades crónicas de tipo neurológico (párkinson, alzheimer, demencia…).
Los datos de muertes por calor en España que revela el ISCIII hablan de, al menos, 4.500 decesos por calor y por la contaminación que disparan esas mismas temperaturas. Algo que se replica a lo largo y ancho del globo. De acuerdo a un estudio de The Lancet sobre este asunto, más de cinco millones de personas mueren cada año en todo el mundo debido a condiciones de calor o frío excesivos (el 9,4% del total de fallecimientos).