"Cambian lo recogido por farlopa": la difícil realidad de los trabajadores del reciclaje en los países pobres
Los recuperadores primarios, invisibilizados y marginalizados, son un componente crucial en las industrias del reciclaje menos controladas.
1 mayo, 2023 02:00Pepenadores, cartoneros, chatarreros, basureros o zabbaleen… Tantos nombres como países en el mundo tienen las personas que se ganan la vida recogiendo y clasificando la basura. “He visto a compañeros que han cambiado lo recogido por farlopa”, explica Jonathan Castillo, reciclador de base en el distrito de Avellaneda de Buenos Aires (Argentina).
En gran parte del mundo, los recicladores de base son un blanco de la discriminación por trabajar con basura. Y su labor es más importante de lo que se cree, sobre todo en los países en desarrollo donde no existe una industria consolidada y efectiva de recuperación y reciclaje de residuos.
La publicación Gestión de Residuos Sólidos en las Ciudades del Mundo, elaborada por la ONU-Hábitat en 2010, estimaba que los recicladores de base realizan entre el 50% y el 100% de la recogida continua de residuos en la mayoría de las ciudades de los países en desarrollo. En ciudades como Buenos Aires o Estambul, si uno se aleja de las zonas más concurridas, puede ver a personas con carros recogiendo basura.
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"Hay muchos tipos de recicladores de base", explica Castillo. Desde los que pasan casi el día entero en los vertederos, clasificando residuos junto a los excrementos de los animales, hasta las personas reconocidas y protegidas por las municipalidades: "Todos son recicladores".
La organización Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO, por sus siglas en inglés) explica en una nota informativa que el reciclaje puede ser "una empresa familiar". Y se relaciona a menudo con la pobreza: "Para muchas de las personas más pobres del planeta es la única opción de subsistencia".
Un legado familiar
Jonathan Castillo es presidente de la Cooperativa Recicladores Unidos de Avellaneda, una de las agrupaciones locales en Argentina que busca organizar e integrar a todos los cartoneros, carreros y recicladores dentro de una organización para “ganar en derechos y acabar con los intermediarios”, asegura. Y él vivió el cambio de primera mano.
Su padre era cartonero y a determinada edad tuvo que empezar a trabajar con su padre para poner subsistir. Después de un tiempo lo dejó y se fue a desempeñar un trabajo “corriente” en un restaurante. Pero volvió “a empujar el carro”, como le gusta decir. Se dio cuenta de que echaba de menos la autonomía del trabajo. “Quería volver a sentir esa sensación de libertad”, explica.
El trabajo como ayudante de cocina no me gustó. “Estaba harto de aguantar el trato vejatorio de los jefes”, señala. Y confiesa que ahora, como cartonero, es libre, pero “no vamos a decir que la tiramos como para tirar manteca al techo”. Desde que volvió al tajo hasta hoy, le han sucedido muchas cosas. Conoció a su pareja y fue padre.
Esto significaba que “había más platos que llenar”, explica. “Si antes salía una o dos veces al día para poder bancar el plato de comida, ahora tenía que salir cuatro veces para comprar pañales, leche y sostener la familia”. Después empezó a presentarlo “como un trabajo”, afirma.
En el mundo, según las estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), hay entre 20 y 50 millones de personas que trabajan en el sector informal de reciclaje. Y a menudo están en una encrucijada que no les permite avanzar en sus vidas. No reciben ningún apoyo por parte de las autoridades ni tampoco están representados en los principales foros que dan voz a la sociedad civil.
"Faltaba el plato de comida"
“Nos empezamos a organizar acá porque quedábamos fuera del sistema de reciclado”, explica. Este es el principal problema que tienen los recicladores de base: están dentro del sector informal de reciclado. “Las ciudades estaban limpias, pero faltaba el plato de comida de la gente que revolvía esa basura”, explica Castillo.
En Argentina, los recicladores de base están organizados en la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR), que aglutina a más 100 cooperativas y 15.000 cartoneros y cartoneras en todo el país. Pero aunque sorprenden los números, en uno de los países que mejor están en cuanto a derechos de los recicladores, hay mucha gente que sigue fuera.
"Pudimos transformar algunas realidades, pero la mayor parte de los compañeros están en el medio de la nada", explica Castillo. Desde FACCyR todavía siguen trabajando para integrar a los compañeros "sin guantes, sin baños y sin techo". Estas personas están a merced de los intermediarios, que incluyen, según Castillo, a los que se lucran con la venta de los residuos, a los narcos y hasta a los ayuntamientos.
Una red internacional
Argentina es uno de los ejemplos de éxito en el mundo. En la región sudamericana, las condiciones jurídicas y sanitarias de los recicladores han mejorado significativamente. Es desde allí donde se está impulsando el cambio global.
“Esto empieza en 2008 con una reunión en la que ninguna internacional que tiene lugar en Colombia, en el que diferentes movimientos, organizaciones y colectivos, como el de Colombia, Brasil y Sudáfrica, celebran el primer encuentro”, señala Pablo Rey, que representa a la Alianza Internacional de Recicladores, en nombre de WIEGO. Por aquel entonces, explica Rey, la red incluía a muy pocas organizaciones.
En la antesala de la pandemia fue cuando se empezó a trabajar en red y durante el confinamiento se celebraron diversas reuniones online que culminaron en octubre del pasado año con la adopción de una Constitución de la Alianza Internacional de Recicladores en octubre de 2022.
“Lo que está buscando la alianza internacional es tener el reconocimiento y la representación en organizaciones como la OIT o en las Naciones Unidas”, explica Rey. Ahora, agrupa a 80 entidades de recicladores alrededor del mundo. Rey explica que esperan seguir un curso similar al de StreetNet, que representa a nivel internacional al sector de los vendedores ambulantes.
Mucho trabajo que hacer
La ocupación de reciclador de base no solamente entraña tener que aguantar unas condiciones laborales muy deficientes, un salario muchas veces insuficiente y ser vilipendiado por el resto de la sociedad. Si no que en algunos países también lleva aparejada la xenofobia. En Turquía —que todavía no es parte de la Alianza—, explica Sedat Gündoğdu, profesor de la Universidad de Adana, "no es un trabajo muy sexy".
En su mayoría, los recicladores son "gente no deseada", explica Gündoğdu. En este grupo, cuenta, se incluyen refugiados, solicitantes de asilo y otras minorías con presencia en el país, como los gitanos o los kurdos. "No tienen ningún seguro, ni ayudas, ni apoyo de ningún tipo", añade.
"Morimos en los edificios abandonados, los coches nos atropellan en las calles, somos víctimas de accidentes de tráfico… Los recolectores de residuos sufren el ostracismo", explicó un portavoz de los recicladores de Ankara, Recep Karaman, al diario turco Hürriyet Daily News.
Gündoğdu señala que la situación ha empeorado. "Hace dos años, las autoridades aprobaron una norma que obligaba a los ayuntamientos a identificar y registrar a los recicladores", explica. Con esos datos, las municipalidades tenían que asignar zonas de recogida a los recicladores.
Pero, según Gündoğdu, el objetivo de las autoridades es "enseñar a todos estos recicladores fuera del juego (out of the game) porque hay mucho dinero detrás de la industria", asegura. Y propone que "se debería regularizar la situación de los recicladores de base y cerrar los vertederos ilegales". "El modelo actual no es sostenible", concluye Gündoğdu.