En las primeras historietas de Superman, publicadas en 1938, el héroe de la capa aún no volaba, solo saltaba muy alto, pero ya era capaz de detener las balas. Sus dos primeros casos fueron impedir que una mujer condenada a muerte de manera injusta fuese ejecutada y detener a un maltratador.
Más tarde se enfrentaría a funcionarios corruptos, especuladores inmobiliarios e incluso empresarios y banqueros del petróleo. Sus creadores, Jerry Siegel y Joel Shuster, lo presentaron en una historia titulada: Superman, ¡campeón de los oprimidos!, y como un producto al 100% de la Gran Depresión: un tipo corriente que se enfrentaba a los ricos y poderosos.
En aquellos cómics nació un nuevo tipo de héroe, el superhéroe, hijo de los folletines de aventuras del siglo XIX y de la ciencia-ficción de los primeros años 20 y 30 del siglo pasado. Después de Superman llegaron Batman o Wonder Woman. También el Capitán América, creado por los judíos Jack Kirby y Joe Simon y que aparecía en sus tebeos dándole un puñetazo a Hitler antes de que EEUU hubiese entrado en la II Guerra Mundial oficialmente.
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En los 60, Spiderman participaba en manifestaciones de estudiantes universitarios que recordaban a las protestas contra Vietnam. Y en los 80 el pánico a una guerra nuclear se reflejaba por igual en novelas gráficas como Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons, que en la película Superman IV, la última que rodó Christopher Reeve.
¿Llega hasta ahora? ¿Siguen reflejando los supertipos, ahora unos en manos de Warner Bros (DC, con Superman, Batman y compañía) y otros de Disney (Marvel, con Spiderman, Thor y demás) nuestros desafíos actuales, con la crisis climática, la desigualdad y las guerras del siglo XXI? O, trayéndolo a nuestro terreno, ¿los superhéroes también pelean por los ODS? La respuesta corta sería que sí; la larga que, además, lo han hecho siempre.
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'Ecovillanos'
Empezamos mal, pero es inevitable. La versión cinematográfica de Thanos, enemigo de Los Vengadores —algo diferente a la del cómic, con otras motivaciones—, quiere exterminar a la mitad de la población del universo para que este esté en equilibrio y no sufra un colapso ecosocial como su mundo.
Su solución, erradicar a la mitad de la población, no es precisamente la más ética. Pero es que además no es ni de lejos el único supervillano que podríamos calificar de ecoterrorista.
Dos enemigos de Batman encajarían en la definición. Uno de ellos, Ra's al Ghul, tiene entre sus objetivos reducir la población humana y limitar el uso de la tecnología para proteger la biodiversidad. El chascarrillo está, además, en que es algo así como el suegro del propio Bruce Wayne.
La otra, Hiedra Venenosa, es una botánica a la que sus experimentos convirtieron en mitad planta. Cansada de que la vida vegetal del planeta sufra los efectos de la contaminación, está dispuesta a matar para impedirlo. Sí, son un poco extremos, pero parte de la gracia es que, en última instancia, sus objetivos son nobles.
La energía limpia de Tony Stark
Y de Spiderman. Y de Reed Richards de los 4 Fantásticos. Y de… Los superhéroes usan supertecnología, pero sus guionistas se encuentran con el problema habitual de que para que el lector, casi siempre bastante joven, pueda sentirlos como cercanos, deben ser “realistas”. Solo que, de vez en cuando, alguno se permite algún capricho o concesión a la ciencia-ficción, del tipo acabar con las energías fósiles.
Entre 2010 y 2012, en las páginas de The Invincible Iron Man, el escritor Matt Fraction, con dibujo del español Salvador Larroca –que dio a una secundaria el rostro de la actriz Lola Herrera– presentaba Stark Resiliente, la empresa de energías limpias de Tony Stark (Iron Man), capaz de producir motores 100% sostenibles.
Poco después, Peter Parker (Spiderman) haría algo parecido desde su Parker Industrias, un breve experimento de convertirse en empresario. Pero es que ambos estaban llegando tarde: a principios de los 2000, en la serie Wildcats 3.0 el autor Joe Casey ponía a los superhéroes de la editorial Image a salvar el mundo comercializando coches eléctricos baratos y desmantelando grandes conglomerados.
Mutantes contra el racismo
Hay superhéroes que nacen con una causa concreta. Es el caso de los X-Men, la Patrulla-X para los más viejos del lugar en España, un grupo de mutantes cuya condición de diferencia genética los convierte en temidos y odiados por un mundo que han jurado proteger.
El profesor Xavier es su Gandhi o Martin Luther King, un líder pacífico que desea un mundo mejor. Magneto es su antagonista, pero no su enemigo: el escritor Chris Claremont explicaría que el villano fue un superviviente de Auschwitz cuando era niño y ese trauma lo impulsa a proteger a su especie.
Ya en los 80, los X-Men fueron los primeros superhéroes en tener como líder a una mujer negra y bisexual –esto último, entre líneas–, Tormenta, interpretada por Halle Berry en las películas. En los 2000, el director Bryan Singer los usó en el cine como metáfora de la lucha por los derechos LGTBI. Son la minoría definitiva y tienen tantos personajes y colecciones que las integran a todas.
El hijo de Superman nos pide más
En 2021, Jon Kent, el hijo de Clark Kent en los tebeos, llegaba a la edad adulta –o a la adolescencia avanzada– y conseguía su propia serie como una especie de Superman junior. En ella, el escritor Tom Taylor lo ponía a combatir lo que cualquier joven de su edad en los EEUU del momento: el racismo y la crisis climática.
Jon se unía a Extinction Rebellion, salvaba a unos refugiados de ser expulsados del país y salía del armario como bisexual ante su madre, Lois Lane. En una conversación con el viejo Superman en la Luna le lanzaba un reproche: con todo el poder que tenía tu generación, ¿por qué no hicisteis más por salvar el mundo?
Frente al lema tradicional de su padre –Por la verdad, la justicia y el estilo de vida americano–, Jon recibía otro más global: Por la verdad, la justicia y un mañana mejor.
Pantera Negra y Black Adam, héroes anticoloniales
Ya en los cómics de los 60, el peor enemigo de T’Challa, príncipe de Wakanda, la nación africana ficticia con la tecnología más avanzada del mundo, tenía como enemigo a un occidental, Ulisses Klaw, que quería robar los recursos naturales de su pueblo.
En los 70, el superhéroe conocido como Pantera Negra (o Black Panther) se enfrentó al Ku Kux Klan y a intentos de golpes de Estado de potencias extranjeras. Y en los 90, al apartheid sudafricano.
Las películas lo han convertido en una estrella global y en un símbolo contra el racismo en EEUU, que al mismo tiempo representa la necesidad de referentes propios del continente africano.
Su reverso tenebroso es Black Adam, el villano de DC Comics, que expulsa a las corporaciones del también ficticio Kahndaq –lo llaman así, pero es Egipto–, usando fuerza letal si es necesario. En los cómics ha llegado a ofrecer refugio a un Superman expulsado de EEUU por su pacifismo, y en la versión cinematográfica ha criticado la política exterior estadounidense.