Los microplásticos no son las únicas sustancias contaminantes que amenazan nuestros océanos. Varios investigadores de diferentes universidades y centros de investigación españoles han descubierto la presencia de otros contaminantes, derivados de la actividad humana, en aguas interiores y litorales de la Antártida. En el estudio, que ha visto la luz hoy mismo en la revista especializada Journal of Hazardous Materials, se han identificado en las muestras hasta 7 productos farmacéuticos, entre los que se incluyen la nicotina, la cafeína, los antidepresivos o los filtros UV.
En los últimos años, se ha empezado a documentar la concentración de productos farmacéuticos en los océanos. Un estudio, publicado a principios de 2023 en la revista Lancet Planetary Health, descubrió residuos de antibióticos en el agua potable, los ríos y los océanos del Sudeste Asiático y Pacífico Occidental. Y otra investigación, realizada por la Universidad Internacional de Florida, detectó rastros de antidepresivos y medicamentos para el corazón en casi todas las gallinetas que analizaron. Y en ambos casos la contaminación hídrica se atribuyó a los sistemas de desagüe: se estaban tirando medicamentos o drogas por el retrete.
El estudio recién publicado arroja algo más de luz sobre qué peligros se ciernen sobre las aguas y la biota de la Antártida. “La nicotina y el citalopram —un medicamento antidepresivo— no se habían estudiado antes en la Antártida y los encontramos en un 74% y 55% de las muestras, respectivamente", remarca Miren López, investigadora científica del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) y coautora del estudio.
Los investigadores analizaron muestras de fuentes muy diversas: arroyos, lagunas, manantiales e incluso agua marina costera. También se han muestreado zonas afectadas por actividades antrópicas (bases, campamentos y turismo) y áreas sin aparente presencia humana o animal.
Además de estas sustancias, se han identificado los analgésicos acetaminofén, diclofenaco e ibuprofeno, el regulador de colesterol y triglicéridos en sangre bezafibrato, el diurético hidroclorotiazida, el antibiótico claritromicina, el antidepresivo venlafaxina, la cafeína y el producto industrial anticorrosivo tolitriazol.
Contaminación antropogénica
Luis Moreno, científico titular del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) corrobora lo que muchos científicos llevan advirtiendo desde hace unos años: la contaminación antropogénica también afecta a las zonas más remotas del planeta.
En la Antártida, hay alrededor de un centenar de instalaciones para investigación, lo que significa que alrededor de 5.000 científicos viven en la zona en algún momento del año. Y durante el verano esta cifra se engrosa por el turismo antártico. Varios investigadores estimaron que el número de visitantes al continente polar ascenderá este verano a más de 100.000 personas.
"Las actividades humanas que se llevan a cabo en la Antártida son responsables de la dispersión de este tipo de contaminantes en sus aguas”, asegura Moreno. Se ha encontrado una correlación entre la actividad humana y la concentración de tres sustancias orgánicas en la región evaluada: claritromicina, nicotina y venlafaxina.
Hay otros compuestos orgánicos hallados en el estudio cuya presencia no se puede atribuir a la actividad humana. “Los indicadores de actividad biológica como amonio, nitrato, nitrito y fosfato no muestran una correlación significativa entre ellos ni con el grado de actividad humana o biológica", aclara Moreno.
El trabajo, además, muestra que la contaminación de origen antrópico solo se localiza en los lugares donde se desarrolla actividad científica y el turismo, si no que se dispersa a zonas más remotas. Esto implica que la contaminación química puede estar influida por diferentes procesos ambientales, como la remisión desde el hielo y la deposición atmosférica.
Una sopa tóxica
Se ha estudiado que la Antártida alberga diferentes sustancias orgánicas. Y las más preocupantes serían los denominados contaminantes orgánicos persistentes o químicos eternos (POP, por sus siglas en inglés). A principios de los años sesenta se encontraron este tipo de residuos, en particular del insecticida DDT (diclorodifeniltricloroetano), en el hígado y la grasa de pingüinos y focas de la región.
Y desde entonces, numerosos estudios han informado de la presencia de COP como en las redes tróficas marinas antárticas. Un reciente estudio, publicado en abril del pasado año por la revista Environmental Science & Technology y dirigido por científicos de la Universidad de Lancaster, observó un aumento continuado de estos contaminantes químicos en el manto de nieve de la Antártida en las últimas décadas. Los químicos eternos no solo estaban llegando a través de las corrientes marinas, sino que también estaban nevando sobre la zona.
[Llueven químicos persistentes: el reciclado perverso y continuo de estas sustancias invisibles]
La Antártida y sus aguas se están convirtiendo, como afirmó David Attenborough en una ocasión al periódico The Telegraph, en una sopa tóxica. Los productos farmacéuticos se suman a la larga lista de sustancias de origen antropogénico depositadas en el continente más remoto del planeta, donde también se incluyen microplásticos, combustible o los químicos eternos.
“Esta investigación evidencia que las actividades humanas aportan contaminantes que, por su naturaleza, su persistencia y su capacidad de dispersión, suponen una amenaza potencial para el medio ambiente antártico", advierte Jerónimo López, profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y coautor del artículo.