Lo que ocurrió en la región italiana de Emilia-Romaña fue una tragedia que los habitantes de esta región al noroeste del país tardarán en olvidar. Después de una intensa sequía, a finales de mayo llegó el temporal Minerva con tanta virulencia que anegó localidades enteras. Se han contabilizado al menos 14 víctimas mortales, decenas de desaparecidos y unos 36.000 desplazados, por no contar con los enormes destrozos en líneas eléctricas, telefónicas y viviendas bajo el agua.
Pero incluso entre toda esta catástrofe, sus ciudadanos han reservado fuerzas para preservar parte de su patrimonio material: los libros. Las graves inundaciones que han ahogado el norte del país no han hecho excepciones, y han llegado a importantes bibliotecas del país, como es el caso del Seminario Episcopal de Forli o el propio archivo municipal de esta ciudad, la Biblioteca Manfrediana de Faenza o la Biblioteca de Lugo.
Tras las tormentas, decenas y decenas de libros quedaron totalmente empapados en barro y lodo. Algunos impresos en los siglos XV, XVI y XVII. Eran volúmenes de gran valor, y quien sabe si es por esa idiosincrasia italiana, cuna del arte y la cultura, que nada más amainar el temporal, se formó una cadena humana para tratar de salvar los libros que parecían perdidos a causa de las inundaciones.
Como recoge Corriere Di Bologna, se reunieron al menos un centenar de voluntarios entre estudiantes, oficinistas, amas de casa y jubilados en el Seminario Episcopal de Forli donde les esperaban decenas de ejemplares bajo el agua en un sótano de 30 metros de largo. Mientras esperaban hasta poder asegurar la zona para actuar, entró en juego Pietro Livi, uno de los restauradores de libros más reconocidos de Europa que cuenta con una amplia experiencia para intervenir en áreas de desastres naturales.
No había tiempo que perder, así que toda esta cadena humana de voluntarios ayudó a sacar los libros dañados, envolviéndolos en bolsas de plástico, para dirigirlos a los almacenes de Orogel, una de las empresas de congelados más importantes de Italia, que se mostró voluntaria para apoyar esta operación de salvación de los ejemplares embarrados.
El objetivo de mantenerlos en las neveras de esta compañía es que este proceso de congelación elimina el exceso de agua para evitar daños mayores al secarlos y restaurarlos. Pero, para ello, deben congelarse lo más rápido posible. Así que en los estantes de Orogel, se mantuvieron a -25 ºC.
El hecho de almacenarlos a bajas temperaturas tiene que ver también con otro aspecto es que evita la aparición de hongos y de moho, que puede llegar a desarrollarse en las 48 horas posteriores.
Desde la compañía, tal y como recoge la agencia Ansa, comentan cómo este proceso de congelación lo utilizan con sus frutas y verduras durante las tres horas posteriores a la cosecha, pero, comentan, nunca habían esperado que pudiera servir para salvar parte del patrimonio literario italiano.
Los 'Ángeles del Barro'
Una vez mantenidos aquí, y bajo la supervisión de Livi, siguen su ruta hasta el laboratorio de restauración de libros de la Biblioteca Nacional Central de Florencia, fundada tras la inundación que asoló la región en 1966. Fue en noviembre de ese año cuando el río Arno se desbordó y anegó por completo la ciudad y gran parte de la Toscana. Murieron más de un centenar de personas y los daños materiales fueron incalculables. Se destruyeron millones de obras de arte, importantes edificios y, sí, también importantes libros.
Dada la riqueza cultural que almacenaba esta ciudad italiana, fueron unos 12.000 los voluntarios que emprendieron una labor in extremis para salvar el patrimonio literario y artístico de la ciudad. Los llamaron los Ángeles del Barro. Procedían de todas partes de Italia y del extranjero, que no solo ayudaron a la población afectada por la inundación, sino que arrimaron el hombro para salvar las obras de arte, los cuadros, las estatuas y los ejemplares de libros dañados.
La elección de ese nombre no es casual. La etimología de la palabra ángel hace referencia a aquel que llega al lugar de acción. Un apodo que ha sido a menudo rescatado en otras catástrofes a la hora de relatar la ayuda de los voluntarios en las zonas afectadas.
En el reciente desastre el apoyo económico también será vital. Lucía Borgonzoni, subsecretaria del Ministerio de Cultura, aseguró a medios italianos que el gobierno ya había reservado al menos seis millones de euros para financiar los daños en el patrimonio. Un montante que será esencial para recuperar parte de lo que se ha conseguido salvar a contrarreloj.