Cuenta la leyenda que Dédalo, arquitecto y constructor del laberinto de Creta, y su hijo Ícaro estaban recluidos en la isla de Creta por el rey Minos. Para huir, dado que el monarca dominaba la tierra y el mar, Dédalo creó unas alas uniendo entre sí plumas, hilos de mantas, ropa y cera de abejas. Hizo una para él y otra para su hijo.
Cuando por fin terminó su trabajo, se equipó con su creación y batió sus alas. Como vio que funcionaba, enseñó a su hijo a volar. Sin embargo, advirtió a Ícaro que no volara demasiado bajo ni demasiado alto, para que la humedad no obstruyera las alas o el calor del sol las derritiera.
El joven hizo caso omiso de las advertencias de su padre. Ícaro se elevó tanto que el sol terminó por derretir la cera de abejas de sus alas, lo que provocó que cayera del cielo y se ahogara en el mar. Triste por su pérdida, Dédalo nombró una isla cercana a donde cayó como Icaria para honrar su memoria.
Esta isla griega del Egeo, cuya historia permanece entrelazada eternamente con la mitología griega, parece haber sido tocada por la mano de los dioses. Además de tener un paisaje envidiable gracias a sus inigualables playas y sus cristalinas aguas, sus habitantes también son notorios en todo el mundo por su extraordinaria longevidad.
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De hecho, esta isla fue nombrada una de las cinco ‘zonas azules’ de todo el mundo junto a Nicoya (Costa Rica), Okinawa (Japón), Loma Linda (California, EEUU) y Cerdeña (Italia). Este concepto creado por el investigador estadounidense Dan Buettner hace referencia a aquellas regiones del mundo que tienen un estilo de vida y unas condiciones medioambientales que favorecen la longevidad. En el caso de Icaria, una de cada tres personas llega a los 90 años de edad.
Por qué es tan longeva
Según la investigación llevada a cabo por Buettner y su equipo, en esta isla se da una combinación perfecta de factores que incluyen la geografía, la cultura, la dieta, el estilo de vida y la vida social. “Disfrutan del vino tinto fuerte, los juegos de dominó nocturnos y un ritmo de vida relajado que ignora los relojes. El aire limpio, la brisa cálida y el terreno accidentado los atraen al aire libre a un estilo de vida activo”, señala Buettner en su libro The Blue Zones (National Geographic, 2008), donde publicó y explicó los resultados de su estudio.
El terreno escarpado de la isla hace que los icarianos tengan que realizar ejercicio físico para ir a la casa del vecino o simplemente para arreglar su jardín. Todo esto se combina con una variación de la dieta mediterránea que se basa principalmente en comer mucha fruta y verduras, además de cereales integrales, granos, patatas y aceite de oliva.
La alimentación icariana se complementa con la gran pasión de sus habitantes por compartir tés de hierba —que contienen una gran cantidad de antioxidantes, según descubrieron los científicos— con los familiares y los amigos. Los tés de romero silvestre, salvia y orégano, explica Buettner, actúan también como diuréticos, lo que puede mantener la presión arterial bajo control al eliminar el exceso de sodio y agua del cuerpo.
Adicionalmente a ello, los investigadores encontraron otros hábitos diarios que contribuían a que sus habitantes pudieran llegar a vivir tanto con una salud de hierro. Uno de ellos es la siesta. Según escribe el investigador estadounidense, las personas que toman siestas regularmente tienen hasta un 35% menos de posibilidades de morir de una enfermedad cardíaca, ya que estas reducirían las hormonas del estrés y descansarían el corazón.
Finalmente, otra cuestión que permite la longevidad son los lazos familiares y las conexiones sociales que se establecen dentro de la isla y que, tal y como explica Buettner, benefician la salud y la longevidad en general. Así, como recomendación, el investigador sugiere que hagamos de la familia y de los amigos una prioridad si queremos vivir muchos años y además vivirlos bien.