Sin comida, agua sucia, falta de higiene y de servicios médicos, sobrepoblación… La vida en las cárceles tailandesas son más duras que en las del resto del planeta. Según la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), en las prisiones de Tailandia los derechos humanos no son más que un espejismo.
"Decir que están atiborradas es quedarse corto", explica el activista tailandés Rangsiman Rome a Coconuts Bangkok tras su paso por una cárcel de su país. Además, explica, "la comida es horrible y consiste en arroz de mala calidad y sopa". Las duchas no son tal: "Se toman en grupo y se usan cuencos para coger el agua de un gran barreño compartido", matiza.
Según la FIDH, en 2017 la capacidad oficial de las 148 prisiones tailandesas ascendía a 118.058 personas. Sin embargo, la entidad pro derechos humanos asegura que el número de reclusos real ascendía a los 264.447, es decir, un 224% más de lo permitido. Además, las condenas de los tribunales tailandeses suelen ser más altas que en otros países, especialmente para los delitos relacionados con el tráfico de drogas. Por ejemplo, la condena media de la prisión central Bang Kwang, en Bangkok, es de 25 años.
Los horarios son de infarto. Levantarse a las 6 horas. Doblar las mantas. Ducha en grupo. Desayuno a las 7 horas. Cantar el himno nacional a las 8 horas. Trabajar. 20 minutos de visita familiar. Todos a la celda a las 18 horas. Rezar a las 21 horas. E "intentar" dormir. Rangsiman explica así los días en una prisión tailandesa.
Todas las actividades son obligatorias. El trabajo a veces se paga, pero no siempre. En diciembre de 2021, una investigación de la Fundación Thomson Reuters descubrió que los reclusos tailandeses son obligados a fabricar redes de pesca que las prisiones luego venden para exportar.
A los que tienen suerte, se les paga muy por debajo del mínimo salarial del país, alrededor de 3 bahts por día (8 céntimos de euro), en lugar de 313-336. Otras veces, ni siquiera tienen la suerte de cobrar. Las tareas de limpieza, por ejemplo, se hacen de manera gratuita.
Comida escasa y mala
Las comidas en las cárceles tailandesas suelen ser escasas y bajas en nutrientes. Según un informe de la Federación, los reclusos carecen de “alimentos adecuados y agua potable”. Antiguos reclusos relataron a la oenegé que la comida es “insípida y carente de valor nutricional”. Algunos incluso llegaron a experimentar desnutrición.
“Al comer, había que tener cuidado porque a veces había piedras y arena”, contó un antiguo preso. Así, los reclusos que disponen de mayores recursos económicos prefieren optar por comprar sus propias comidas en la tienda de la prisión o pedir comida fuera del recinto. Según la oenegé Prisoner’s Abroad, el exrecluso Billy Moore llegó a recibir una cabeza de pollo entera y una serpiente para el almuerzo que, a falta de algo mejor, tuvo que comer.
Los prisioneros sólo disponen de 45 minutos para hacer la cola y comer durante el desayuno. Y de una hora para el almuerzo y la cena. El problema es que los reclusos tienen que hacer una cola muy larga y muchos se tienen que saltar las comidas si no disponen del tiempo suficiente.
“Los presos reciben tres comidas al día [7 horas, 11 horas y 14 horas], pero algunos sólo comen dos. La única opción es pedir comida de fuera porque la fila en la cantina siempre era larga y me cansaba de esperar”, contó un reo tailandés a la Federación.
Por otro lado, el suministro de agua potable también es muy deficiente. Según la oenegé, algunos reclusos beben agua que no se ha filtrado adecuadamente o incluso que no ha recibido ningún tipo de tratamiento. Los reclusos pueden comprar agua embotellada en la tienda de la prisión, pero no siempre está disponible y tan solo pueden gastar 300 bahts al día (unos 8 euros).
Los extranjeros son repudiados
Los extranjeros, que son conocidos como farangs y que representan entre el 4 y el 5% de la población carcelaria tailandesa, son a menudo objeto de burlas y de aislamiento, informan desde Grunge, ya que pocas personas hablan inglés o su idioma nativo dentro de la prisión.
Como resultado, muchos extranjeros no pueden acceder a ciertos materiales y servicios y les resulta mucho más difícil beneficiarse de las lagunas y los sistemas secundarios diseñados para tener una calidad de vida ligeramente mejor dentro de las cárceles. Además, necesitan la ayuda de otros reclusos para solicitar tratamiento médico o escribir una queja, lo que dificulta aún más su estancia.
Otro de los problemas es la sobrepoblación de las cárceles tailandesas. Según Coconuts Bangkok, los “dormitorios superpoblados dejan poco o ningún espacio para acostarse”. Y los occidentales, al ser más altos que la mayoría de los tailandeses, “tienen dificultades para conciliar el sueño y deben tener mucho cuidado de no dejar que sus extremidades invadan el espacio de otra persona”.
Las condiciones son extremadamente duras. Muchos prisioneros mueren en sus celdas o se quitan la vida. Así que no es de extrañar que, de vez en cuando, se tenga que compartir habitáculo con un cadáver. "El suelo parecía una fosa común, olía a heces y había un cuerpo inmóvil, cubierto de insectos, en un rincón", cuenta Moore a Prisioners Abroad sobre su primer día en una prisión tailandesa.
"Dormía sobre el suelo, duro y frío, con una botella de agua como almohada", relata a National Geographic otro expresidiario, Reece Harle, quien pasó un tiempo en una cárcel tailandesa por un delito relacionado con la droga. Otro recluso explica que se pasaban "como sardinas" más de 15 horas al día.
Aun así, la mayor parte de los extranjeros reciben ayuda consular de sus países de origen. Los reclusos chinos, por ejemplo, reciben periódicos chinos gracias a un acuerdo con la embajada china. Los prisioneros cristianos, muchos de ellos africanos, reciben por su parte la visita frecuente de misioneros, tal y como contó a Coconuts Bangkok Rangsiman.