A pesar de que las olas de calor terrestre copen todos los titulares, el mar también se está abrasando este verano. El pasado 31 de julio, según el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea Copernicus, la temperatura global de la superficie del mar alcanzó el récord histórico de 20,96 grados centígrados, rompiendo la anterior marca de 20,95 ºC alcanzada en 2016.
Durante todo el mes de julio, las temperaturas promedio globales de la superficie del mar se dispararon y estuvo 0,51 ºC por encima del promedio registrado durante el periodo comprendido entre 1991 y 2020. “Estamos en una nueva fase donde las cosas que deberían ser excepcionales, cada año se vuelven más normales”, lamenta Joaquim Garrabou, investigador del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC).
Esta subida se cebó especialmente con el Atlántico Norte, que estuvo 1,05 ºC por encima de su promedio en el mes de julio. En la costa de Irlanda y el Reino Unido, por ejemplo, hubo una ola de calor completamente inaudita. En algunos puntos, los meteorólogos británicos llegaron a medir temperaturas cuatro o cinco grados por encima de lo normal durante esta época del año.
El cambio climático inducido por las emisiones de gases de efecto invernadero, señalan los expertos, es la principal causa de este aumento. Sin embargo, la llegada de El Niño, un fenómeno meteorológico que se asocia generalmente con la sequía y las altas temperaturas, también podría haber influido en las altas temperaturas marinas registradas durante este verano. Aunque los científicos apuntan que es muy probable que los efectos se hayan visto exacerbados por el calentamiento global.
Lo más preocupante de esta situación, recordó el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), una agencia de la Unión Europea, es que las temperaturas más altas del océano se alcanzan en marzo y no en agosto, como ha pasado ahora.
“Teniendo en cuenta que se está desarrollando un fenómeno de El Niño y que estas temperaturas se están produciendo en las fases iniciales, hay que esperar que se continúen rompiendo récords en los próximos meses conforme El Niño alcance su plenitud”, advierte José Luis Camacho, portavoz de la AEMET.
Una nueva “realidad aterradora”
Los océanos son un regulador climático vital para el planeta. Absorben el calor, producen la mitad del oxígeno de la Tierra e impulsan los patrones climáticos. De hecho, según la NASA, los primeros metros superiores del océano son capaces de mantener tanto calor como toda la atmósfera de la Tierra y, en las últimas décadas, ha absorbido el 90% del calentamiento global.
Sin embargo, las altas temperaturas alcanzadas en los océanos ya están debilitando su capacidad para absorber dióxido de carbono, lo que hace que entren más gases de efecto invernadero a la atmósfera. A su vez, el calor almacenado en el océano hace que el agua se expanda, siendo responsable de entre un tercio y la mitad del aumento mundial del nivel del mar, tal y como reflejan las estimaciones de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés).
Otra consecuencia directa de las altas temperaturas oceánicas es la redistribución de las especies marinas, que se mueven en función de sus afinidades térmicas. “El aumento de temperatura en superficie hace que especies que no toleran esas temperaturas migren hacia aguas más profundas o emigren hacia latitudes en las que el agua en superficie está más fría”, señala Camacho.
Si bien esto podría parecer un cambio lógico y con pocas consecuencias, lo que se está creando es un nuevo “conjunto de interacciones entre las diferentes especies”, señala Garrabou, que podría derivar en consecuencias indeseadas en las redes tróficas y “puede conducir a la desaparición de especies”.
El impacto puede ser de magnitudes colosales. Según un estudio publicado en la revista Science en 2020, el peor de los escenarios del calentamiento global (esto es, un aumento de cinco grados centígrados en la temperatura media), podría significar la desaparición del 60% de las especies de peces para el año 2100. Incluso si cumplimos el objetivo del Acuerdo de París para mantener el calentamiento global en 1,5 ºC, aún sería demasiado caliente para el 10% de los peces.
Las especies que no se pueden mover, como las plantas o ciertos animales marinos como los corales o las esponjas, son los que se llevan la peor parte. “Con el aumento de las temperaturas, sufren eventos de mortalidad masiva y eso está cambiando los paisajes submarinos a un ritmo que nadie esperaba”, recuerda el investigador del ICM-CSIC.
Uno de los casos más paradigmáticos es el de los arrecifes de coral. Según un informe de la NOAA, que lleva monitoreando la situación desde el gran aumento de las temperaturas de la superficie del mar en el mes de abril, se está produciendo un evento de estrés por calor y blanqueamiento de corales a gran escala que afecta a dos cuencas oceánicas y a varios países.
Cinco países del Pacífico oriental tropical han confirmado el blanqueamiento de corales, incluidos México, El Salvador, Costa Rica, Panamá y Colombia. Otros siete países del Atlántico han confirmado un blanqueamiento: Estados Unidos (en la península de Florida), Puerto Rico, las Islas Vírgenes de EEUU, México (a ambos lados de la península de Yucatán), Panamá, Belice y Cuba.
En el caso de Florida, una boya en los Cayos midió el 24 de julio una temperatura récord de 38,44 ºC, la temperatura a la que se encuentran comúnmente los jacuzzis, algo que preocupa profundamente a los expertos. En una situación normal, las temperaturas marinas más altas se suelen alcanzar en agosto y septiembre, pero este año se ha adelantado.
“Julio es increíblemente temprano para ver estas temperaturas en nuestros arrecifes”, dijo Cynthia Lewis, directora del Laboratorio Marino de Keys en el Instituto de Oceanografía de Florida, a The Guardian. Para septiembre, se espera que el sur de Florida esté bajo el nivel de alerta 2, por lo que se espera un blanqueamiento generalizado y cierta mortalidad en los arrecifes de coral de la región.
“Incendios” marinos
Las zonas tropicales no son las únicas que sufren estos fenómenos. Sin ir más lejos, el Mediterráneo es otro de los lugares que sufre las peores consecuencias del aumento generalizado de las temperaturas oceánicas. El mismo día que en los Cayos se registraba un récord inaudito, el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona registró una temperatura media récord de la superficie del mar en el Mediterráneo de 28,71 ºC.
El último récord databa del 23 de agosto de 2003, cuando se registró un valor medio de 28,25 ºC. Las anomalías de ese día alcanzaron, según registraron los datos del Servicio Marino de Copernicus, hasta los +5,5 ºC en las costas de Italia, Grecia y el norte de África.
Las abrasadoras temperaturas tienen importantes consecuencias y dejan una cicatriz difícil de borrar. “El año pasado vivimos, especialmente en la cuenca occidental, un episodio que afectó a unas 50 especies sobre miles de kilómetros de costa”, recuerda Garrabou, autor de varios estudios sobre los efectos de las olas de calor en el Mediterráneo. Y añade: “Es como si se hubiese producido un incendio”.
Se trata de especies, incide el investigador del ICM, que pueden llegar a vivir decenas o centenares de años y que llevan miles de años desarrollándose tranquilamente, pero que ahora, en un breve lapso de tiempo se están extinguiendo. Para Garrabou es como cuando se produce un incendio forestal y afecta a árboles centenarios.
Las consecuencias para los humanos también son importantes, especialmente para un país como España, en el que el sector del turismo tiene una gran importancia. Entre ellas están, afirma Camacho, una reducción de la calidad de los servicios turísticos o un calor añadido en las noches del verano en las zonas costeras.
El sector de la pesca es otro de los grandes afectados. Y es que el aumento de las temperaturas oceánicas genera una redistribución de las especies marinas que obliga a los pescadores a adaptarse o ajustarse a una nueva realidad. “Hay especies que los pescadores no pescaban y que ahora están pescando. También en los mercados la gente está comprando especies a las que no estaba habituada”, señala Garrabou.
¿Es reversible?
Si bien los científicos continúan investigando por qué los océanos han alcanzado unas temperaturas tan altas en este momento concreto, todos coinciden en que las emisiones de gases efecto invernadero están calentando los mares. "Cuanto más combustibles fósiles quememos, más exceso de calor será absorbido por los océanos, lo que significa que más tiempo llevará estabilizarlos y devolverlos a donde estaban", explicó Samantha Burgess, directora adjunta del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, a la BBC.
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La solución pasa, por tanto, por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, aunque la recuperación de los océanos tardaría en llegar. Tal y como explica Camacho, “teniendo en cuenta la altísima inercia térmica (por acumulación de calor) del agua, cualquier cambio sería lento”. “Es como un largo tren de mercancías lanzado a gran velocidad. Aunque pisemos el freno, tardaremos en parar la tendencia y aún más en revertir los efectos”, recuerda.
Aun así, para Garrabou, los cambios no pueden esperar y es el único camino a seguir si queremos revertir la tendencia: “Estamos en una emergencia y tendríamos que estar tomando medidas ya”. Y eso, apunta, no solo pasa por que los gobiernos tomen medidas, sino que también cada persona, individualmente, adopte un estilo de vida menos consumista.
“Tenemos que ir hacia una sociedad más austera, que no quiere decir que tengamos que vivir mal, sino que quizás debamos disfrutar de las cosas locales”, afirma el investigador del ICM. Y concluye: “Estamos empujando al sistema a unos límites que son contraproducentes para nuestra supervivencia como sociedad”.