Con el objetivo de atender a familiares enfermos o en situación de necesidad, ciudadanos de a pie decidieron asaltar bancos para 'robar' sus propios ahorros. No se trata de una novela distópica, sino de una de las muchas realidades a las que la población libanesa ha debido hacer frente para sobrevivir a la situación de crisis que azota la región.
Tras años de estabilidad monetaria, la inseguridad política, la corrupción y la guerra civil de la vecina Siria acabaron por poner fin a la prosperidad de Líbano. Un fenómeno que estalló en octubre de 2019 con la imposición de medidas impopulares por parte de las autoridades —impuestos a los servicios digitales, al tabaco y a los combustibles…—.
Según el medio Radio Francia Internacional (RFI), en tan solo dos años, Líbano ha sido víctima de un aumento de la pobreza sin igual, que ha pasado de afectar al 20% de la población a convertirse en la norma para el 80%, lo que equivale a más de tres millones de personas. Por otro lado, en este periodo la moneda ha llegado a devaluarse en más del 90%.
['Sobrevivir sin lo básico': la crisis en Líbano pone en jaque el futuro de la infancia]
A la crisis económica se le suma la política. Los escándalos que rodeaban al Gobierno de Beirut y la limitación de retirada de efectivo han provocado un vacío presidencial al que lleva sometido el país desde octubre de 2022, lo que no ha hecho más que alimentar la incertidumbre.
Tan desesperante se ha vuelto el día a día de la población libanesa que ellos mismos han comenzado a utilizar, según el National Geographic, el coloquialismo imtamsahna para describir su situación de supervivencia. Esta palabra significa que han desarrollado una piel tan gruesa como la de un cocodrilo debido a la dureza de su realidad.
Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta Líbano es el coste de los alimentos, que se ha disparado. Incluso conseguir productos básicos se ha vuelto una pesadilla para muchos ciudadanos y ha terminado en protestas al no poder permitirse ni una barra de pan, cuyo precio se ha llegado a multiplicar por siete.
La energía solar, ¿una solución?
Si se tuviera una visión aérea del pueblo libanés de Remhala, sería posible distinguir reflejos plateados procediendo de uno de los tejados. Estaríamos observando el techo de la panadería Al-Wissam, que ha instalado un pionero sistema de energía solar con la ayuda de Partners with Sun.
Gracias a él, se pone en funcionamiento un horno convencional, que puede alcanzar hasta 300 °C. "Este horno calentado a máquina ahorra alrededor del 80% de los costos mensuales de uso de energía solar y, por lo tanto, reducirá el precio del pan que llega a los consumidores", explica Hitaf Ghaza, el director de operaciones y comunicaciones de la startup.
El cofundador del proyecto, Toudic Hamdam, respalda este dato: "En la práctica, cada panadería ahorraría al menos unas 10 toneladas de diésel al mes".
Pan más asequible
El innovador sistema es sencillo, ya que solo requiere aceite frío que pueda ser reutilizado. Los paneles del tejado captan la energía solar que permite calentar el fluido de transferencia que opera el horno de convección.
El propietario de la panadería dice estar satisfecho con el sistema: "Esta tecnología ahorra nuestro consumo de diésel y proporciona una mejor calidad de producción. Todavía estamos en el período de prueba, pero hasta ahora los resultados son prometedores".
Diseñado para el uso industrial en el sector de la panadería, el horno solar puede constituir una solución ecológica y viable para los costes —a veces insoportables— a los que hacen frente las empresas libanesas que se dedican a esta área.
"Esto ahorrará importaciones de diésel al Líbano, ya que pondrá fin a su uso en la producción de alimentos y bebidas, especialmente en panaderías y fábricas de pasteles. También ahorrará la electricidad que necesitan las fábricas de alimentos para la producción", afirma Hamdan.
Además de reducir los costes de energía, el sistema ideado por Partners with Sun es respetuoso con el medioambiente, una premisa que respalda su cofundador: "Nuestro objetivo, de aquí a 2030, es enterrar la última caldera que funcione con diésel o electricidad en la producción de alimentos y bebidas".
Si finalmente la iniciativa es viable y extensible a otros locales, la población libanesa habrá avanzado parte del camino que conduce hacia la recuperación económica.