Mientras otros restaurantes compiten por chefs famosos, Enoteca Maria, que lleva el nombre de la madre del propietario, conquista a los comensales con un equipo culinario entrañable: las abuelas.
Armadas con recetas preciadas y décadas de experiencia culinaria, estas mujeres con gran talento, de edades entre 50 y 94 años, se han unido al propietario Joe Scaravella para transformar el íntimo restaurante de Staten Island en Nueva York en un destino que ahora atrae a visitantes de todo el mundo.
Dedicada a celebrar las diversas culturas, Enoteca Maria ha dado la bienvenida a abuelas (o nonnas, como así las llaman) de más de 20 países diferentes. Entre ellos, Grecia, Puerto Rico, Taiwán y Azerbaiyán.
Abuelas de todo el mundo
Todos los viernes, sábados y domingos, una abuela diferente toma el timón y elabora platos tradicionales de su tierra. Mientras tanto, en otra cocina, una abuela italiana de 89 años, también llamada María, supervisa el menú italiano.
La idea del restaurante surgió después de que Scaravella, natural de Brooklyn y criado en una familia italiana de clase trabajadora, perdiera a sus abuelos y luego a su madre. "Estaba sufriendo mucho. Estaba destrozado", asegura el propietario a EL ESPAÑOL.
Y continúa: "Cuando mi madre falleció, me dejó un poco de dinero. Siempre he tenido la idea de que hay muchas mujeres que tienen recetas y consejos de cocina de sus mamás y abuelas. En ese momento, sólo quería consolarme. Así que cogí cada céntimo que tenía –todo lo que heredé y todo lo que tenía– para construir este lugar''.
Era una empresa arriesgada y, mirando atrás, Scaravella admite que probablemente no habría invertido todo en esta visión de no haber estado tan abrumado por el dolor. "Si hubiera estado en mi sano juicio, creo que no lo habría hecho. Más tarde supe que el 85% de los restaurantes fracasan en los primeros seis meses, así que probablemente no sea la mejor idea para hacer con los ahorros de tu vida”, cuenta.
No obstante, compró el local y puso un anuncio en el periódico invitando a las abuelas italianas de la zona a venir a cocinar a su nuevo restaurante.
No pasó mucho tiempo antes de que las abuelas italianas empezaran a acudir. Muchas de ellas eran lo que Scaravella describe como "nidos vacíos", viudas mayores cuyos hijos ya se habían independizado. "Tenían mucho amor que dar y nadie a quien cuidar. Así que vinieron a la Enoteca", asegura Scaravella.
Una de ellas, nonna Ploumitsa, había perdido a su marido y había caído en una profunda depresión. Sus hijos, que habían oído hablar de la Enoteca Maria, estaban desesperados por ayudarla y decidieron llevarla a una entrevista. Según Scaravella, cuando llegó, nonna Ploumitsa estaba "toda vestida de negro; estaba muy enferma, muy melancólica y afligida".
Sin embargo, al poco tiempo, empezó a redescubrir la alegría. Su comida era increíblemente bien recibida por los clientes, que la abrazaban y le decían que les recordaba a sus propias abuelas. Cuando sus hijos volvieron la semana siguiente, dijeron a Scaravella: "Hacía tiempo que no veíamos a nuestra madre tan feliz".
Local de éxito
Con estas nonnas hábiles al mando, Enoteca Maria se convirtió rápidamente en uno de los locales favoritos, atrayendo a una diversa gama de clientes más allá de los italoamericanos. "Muchos grupos étnicos venían a celebrar nuestras nonnas italianas. En ese momento, decidí que debíamos celebrar todas las culturas. Tenía sentido". Así que Scaravella publicó una nueva serie de anuncios invitando a las abuelas de todo el mundo que contaban con recetas.
Una de las mujeres que respondió fue Rosa Correa Ramos, una burbujeante abuela de 80 años originaria de Lima (Perú) cuyos hijos habían visto el anuncio publicado en Internet. Cuando habla de su papel en Enoteca María, rebosa energía. "Estoy gustosa, gustosa, gustosa. ¡Qué alegría! ¡Ni te lo imaginas!", confirma. Y añade: "Me encanta lo contentos que se ponen cuando prueban mi comida".
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Se enorgullece mucho de presentar a los comensales los auténticos platos peruanos que su madre solía prepararle de niña, como el ceviche y el arroz con marisco. Y se asegura de utilizar sólo los mejores ingredientes, que el equipo de Enoteca Maria le ayuda a conseguir. “Mariscos frescos, tiene que ser todo fresco. Picante, pero no cualquier picante, que sean de Perú. El limón amarillo, nunca verde.”
Trabajar en la Enoteca Maria también ha convertido a nonna Rosa en una especie de celebridad, ya que los medios de comunicación de todo el mundo se han hecho cada vez más eco del restaurante. "Mi familia y mis amigas siempre gritan cuando me ven en la tele. Me dicen ‘¡Ay, mírate! ¡Estás saliendo en la tele!’ Y tengo una hija en Perú que siempre se pone tan contenta. ‘¡Mamá, mamá, mira! ¡Estás en la tele!’ Esto me da mucha alegría".
Desde España
Todavía incrédula, nonna Rosa también cuenta a EL ESPAÑOL la alegría inmensa que sintió cuando entraron en el restaurante para probar su comida un grupo de personas que habían venido desde España. "¡Venían de Barcelona! ¿Te lo puedes creer? ¡De Barcelona para probar mi comida! ¡Me decían que me habían visto en la tele!".
Scaravella también está encantado con la publicidad que ha recibido Enoteca Maria, ya que ha atraído a nuevas nonnas de todo el mundo. "A través de estas maravillosas señoras, he tenido el privilegio de conocer nuevas cocinas que han ampliado mis conocimientos, al igual que los de todos los que visitan la Enoteca", confirmaba.
El propietario añade: "Su comida te lleva cómodamente más allá de las fronteras. A través de ella, aprendes sobre nuevas culturas y te desprendes de nociones preconcebidas, a menudo sin darte cuenta".
Y mientras celebra las diversas culturas y se sumerge en cocinas de Argelia, Rusia, Sri Lanka y más allá, Scaravella mantiene su compromiso de honrar el legado de su abuela, conservando con orgullo en el menú permanente todos sus platos más apreciados.