Los ojos de ciertas aves podrían estar reduciendo su tamaño a causa de la contaminación lumínica de las grandes ciudades, según indica un nuevo estudio de la Universidad Estatal de Washington publicado en la revista Global Change Biology el pasado 20 de septiembre.
En concreto, los investigadores descubrieron que dos pájaros cantores comunes, el cardenal norteño y el chochín de Carolina, que viven todo el año en el núcleo urbano de San Antonio (Texas, Estados Unidos), tenían los ojos un 5% más pequeños que los miembros de la misma especie de las afueras, mucho menos iluminadas.
En cambio, los investigadores no encontraron diferencias en el tamaño de los ojos de dos especies de aves migratorias, el escribano pintado y el vireno de ojos blancos, independientemente de la zona de ciudad en la que vivieran la mayor parte del año.
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Los hallazgos, señalan los investigadores, tienen implicaciones para los esfuerzos de conservación en medio de la rápida disminución que están viviendo las poblaciones de aves de Estados Unidos. Según investigaciones anteriores, EEUU y Canadá han perdido hasta el 29% de sus poblaciones de aves. Esto es, unas 3.000 millones de aves desde 1970.
"Este estudio muestra que las aves residenciales pueden adaptarse con el tiempo a las áreas urbanas, pero las aves migratorias no se están adaptando, probablemente porque donde pasan el invierno es menos probable que tengan las mismas presiones de luz y ruido causadas por los humanos”, señaló Jennifer Phillips, profesora de la Universidad Estatal de Washington y autora principal del estudio.
Por lo general, los científicos consideran que la fragmentación del hábitat es el principal motor del declive de las aves. Sin embargo, este nuevo estudio sugiere que los contaminantes sensoriales, como la luz artificial de origen humano, también pueden influir en la capacidad de las aves para hacer frente a la vida urbana. “Puede que les resulte más difícil adaptarse a la vida urbana durante la época de cría", afirmó la investigadora.
Un estudio novedoso
Aunque otros estudios han analizado cómo afecta la contaminación lumínica de las urbes en la sincronización del canto del amanecer y los ritmos circadianos, este es el primer estudio que establece una relación con el tamaño de los ojos.
Para el estudio, el equipo liderado por Philips estudiaron más de 500 aves de zonas centrales y periféricas de la ciudad de San Antonio. Y compararon el tamaño del cuerpo y de los ojos de las aves y analizaron mediciones de ruido y luz durante el día y la noche de cada zona.
Una de las principales conclusiones del estudio, indicó Todd Jones, becario postdoctoral y uno de los autores del estudio, es que el menor tamaño de los ojos podría permitir a las aves hacer frente a una luz más brillante y constante de los entornos urbanos.
En este sentido, las aves con unos ojos más grandes pueden quedar cegadas por el resplandor de las luces de la ciudad o ser incapaces de dormir bien, lo que las pone en desventaja en espacios urbanos.
"Los humanos pueden tener algunas consecuencias imprevistas en las aves de las que no nos damos cuenta", explicó Jones. "No sabemos si estas adaptaciones podrían tener consecuencias buenas o malas para las aves en el futuro, teniendo en cuenta que los entornos urbanos no van a desaparecer pronto. También es importante saber cómo gestionar esos entornos para las aves que quizá no estén adaptadas a las ciudades”.
Gracias al estudio, el equipo de Phillips ha logrado una subvención de más de dos millones de dólares de la National Science Foundation y su objetivo será realizar experimentos controlados para determinar cómo afectan la luz y el rudio a los niveles de estrés, las hormonas del sueño, la estructura del canto y los niveles de agresividad de las aves.
"Queremos saber si los patrones a escala molecular y conductual afectan o no a la aptitud física. Esencialmente, intentamos comprender cuáles son los beneficios y los costes para estos animales que viven en un mundo contaminado sensorialmente", concluyó Philips.