Tuvalu podría ser la primera nación en desaparecer del mundo a causa de la subida del nivel del mar. De hecho, ante la urgencia climática, a principios del mes de noviembre Australia se ofreció a acoger cada año a 280 ciudadanos tuvaluanos permanentemente. La situación es límite. Según las predicciones, es muy probable que el 95% de la superficie terrestre del país esté bajo el agua para finales de este siglo.
Los más de 11.000 habitantes de este pequeño estado de Pacífico —el cuarto más pequeño del mundo con tan solo 26 kilómetros cuadrados de tamaño— se encuentran ahora ante un gran dilema: aguantar y esperar un milagro, o irse para siempre de sus hogares. De momento, el mar ya se ha tragado dos islas de las once originales que componían el archipiélago.
Las aguas están subiendo a un ritmo vertiginoso a medida que los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos golpean una y otra vez el país. Funafuti, la capital del país en la que reside más de la mitad de la población nacional, ya está experimentando los peores efectos del cambio climático y es que alrededor del 40% de la urbe queda completamente sumergida bajo el agua durante las mareas reales —las más altas del año— periódicas.
Las crecientes aguas, además, plantean un riesgo extremo para el agua potable, la seguridad alimentaria y el suministro de energía. Algunos cultivos de alimentos básicos como el taro o la mandioca, tal y como explicó un reportaje reciente del diario británico The Guardian, quedan completamente arrasados con las altas mareas, y la alta salinidad del suelo dificulta su cultivo. A todo ello se une los cada vez más frecuentes periodos de sequía y las temperaturas récord.
Hoy en día, los habitantes de Funafuti tratan de agrupar sus edificios lo más cerca posible del centro de la isla. En el punto más estrecho de la isla, la anchura es de solo 20 metros. Por ello, las casas, tiendas, iglesias y salones comunitarios se encuentran al borde de la carretera que recorre de punta a punta la isla. Y muchos de aquellos edificios que se encontraban en las costas han quedado completamente abandonados.
“Los fenómenos meteorológicos extremos, que aumentan en número e intensidad cada año que pasa, están matando a nuestra gente y destruyendo nuestra infraestructura”, dijo recientemente el primer ministro de Tuvalu, Kausea Natano, en una histórica audiencia en el Tribunal Internacional del Derecho del Mar el pasado 9 de noviembre en Hamburgo (Alemania).
Ante su situación límite, varios pequeños países insulares —unidos bajo la Comisión de Pequeños Estados Insulares sobre Cambio Climático y Derecho Internacional (COSIS por sus siglas en inglés)— presentaron el considerado primer caso de justicia climática marina de la historia argumentando que la mayoría de los países están obligados a proteger el medio marino según la convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, incluso de los gases de efecto invernadero.
Los océanos, según la ONU, generan el 50% del oxígeno que necesitamos, absorben el 25% de todas las emisiones de dióxido de carbono y capturan el 90% del exceso de calor generado por estas emisiones. En definitiva, son un amortiguador vital contra los impactos del cambio climático.
Sin embargo, el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero ha afectado la salud del océano, calentando y acidificando sus aguas, lo que tiene unas consecuencias nefastas sobre la vida bajo el agua y en la tierra, además de reducir su capacidad para absorber dióxido de carbono y salvaguardar la vida en el planeta.
Ahora, la corte decidirá si las emisiones de carbono absorbidas por el mar deben considerarse contaminación marina y qué obligaciones tienen las naciones para proteger el medio marino. En todo caso, el tribunal emitirá una opinión consultiva, por lo que no será legalmente vinculante para los países miembros, aunque podría ser una guía para las futuras legislaciones sobre protección medioambiental.
Una lucha contra reloj
A pesar de vivir en una tierra con una sentencia de muerte prácticamente irrevocable, los tuvaluanos se resisten a que su hogar desaparezca del mapa sin haber luchado antes. Una de las principales medidas, en la que el gobierno nacional ya ha comenzado a trabajar, es el Proyecto de Adaptación Costera, que busca recuperar alrededor de 3,8 kilómetros de tierra del océano y elevar los niveles del terreno en los puntos más vulnerables.
El objetivo de este proyecto lanzado en 2017 con el apoyo del Fondo Verde para el Clima y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo es reubicar paulatinamente a la población y la infraestructura a un terreno elevado y seguro, además de crear una mayor seguridad alimentaria y energética y un suministro de agua sostenible.
No obstante, la medida más sorprendente ante el peor de los escenarios es la creación de un 'gemelo' digital de Tuvalu en el metaverso reproduciendo sus islas y su cultura. La propuesta fue presentada en 2021 en un discurso que dio la vuelta al mundo. Simon Kofe, ministro de Justicia, Comunicación y Relaciones Exteriores de Tuvalu, se dirigió a la COP 26 de Glasgow con el agua por las rodillas para advertir al mundo de lo que le esperaba a su país si se continuaba por la senda de emisiones actual.
“Tuvalu podría ser el primer país del mundo en existir únicamente en el ciberespacio, pero si el calentamiento global continúa sin control, no será el último”, remarcó Kofe en su intervención en la cumbre. En un escenario de inhabitabilidad, el gobierno busca que el metaverso permita al país funcionar como un estado mientras su población se ve obligada a residir en otros lugares del mundo.
"Si tenemos un gobierno desplazado o una población dispersa por todo el mundo, contaríamos con un marco para garantizar que continuamos coordinándonos, continuando brindando nuestros servicios, gestionando nuestros recursos naturales en nuestras aguas y todos nuestros activos soberanos", indicó Kofe en una entrevista reciente para The Guardian.
El proyecto, por el momento, se encuentra en una etapa de desarrollo inicial. Tal y como explicó el ministro tuvaluano al diario británico, este plan aún se encuentra en las primeras fases, aunque señaló que varias empresas del metaverso se pusieron en contacto con ellos después de su discurso en la COP 27. Próximamente, añadió, viajará a Corea del Sur para avanzar en el proyecto.
¿Un proyecto imposible?
Algunos expertos consideran que el desafío es tremendamente complejo y difícilmente realizable, además de que aún no se ha demostrado que es posible crear un estado-nación digital dentro del metaverso. Por ejemplo, los profesores de la Universidad Tecnológica de Queensland (Australia) Nick Kelly y Marcus Foth explican en un artículo de The Conversation que si bien desde el punto de vista tecnológico ya es posible crear una réplica bastante fiel de Tuvalu en el metaverso, otra cosa es conseguir que sus 12.000 ciudadanos interactúen de forma simultánea en un mundo virtual inmersivo.
“Hay problemas de ancho de banda, de potencia informática, y hay que contemplar el hecho de que muchos usuarios tienen aversión a los auriculares o son reacios a estas tecnologías”, señalan. En cambio, para Kelly y Foth, la propuesta es realmente un “mensaje en una botella, una respuesta desesperada a una situación trágica”.
Para los profesores australianos, el objetivo real de la iniciativa de Kofe no es ni mucho menos trasladar la nación al metaverso, sino alertar al mundo de la necesidad de centrarse en reducir los impactos del cambio climático. Precisamente, durante la COP 27 celebrada el año pasado en Sharm el Sheij (Egipto), Tuvalu y Vanuatu fue los primeros países del mundo en pedir un tratado de no proliferación de combustibles para eliminar de forma gradual el uso de petróleo, gas y carbón en el mundo.
“El mensaje en la botella que envía Tuvalu no se refiere en absoluto a la creación de naciones en el metaverso. El mensaje es claro: apoyar los sistemas de vida comunales, asumir la responsabilidad compartida y ser un buen vecino. Lo primero no puede trasladarse al mundo virtual. Lo segundo requiere que consumamos menos, y lo tercero, que nos cuidemos”, concluyen Kelly y Foth.