Bienvenido Chen Laura Mateo

El cielo de Lebrija (Sevilla) amanece nublado en una templada mañana de diciembre. La humedad en el ambiente anticipa una lluvia que ya se otea en el horizonte. Por desgracia, no se trata de algo muy común en los últimos tiempos. Es incluso una rareza. En los últimos años, la escasez de agua ha marcado su presencia de una manera despiadada, sin dar tregua a una región que ya anhela fervientemente un respiro hídrico.

Las fisuras en el campo muestran el rostro de un suelo que recuerda a áridos terrenos de una latitud diferente a la de nuestro país. “La tierra aún se ve agrietada, aunque las recientes lluvias han humidificado el terreno”, nos cuenta Raúl Sánchez, un agricultor de la región. Esta agua inesperada ha renovado el optimismo de unos agricultores que ya esperaban un nuevo funeral agrícola. 

Raúl Sánchez en su terreno de Lebrija. Laura Mateo El Español Lebrija (Sevilla)

Han transcurrido ya 93 largos meses desde que Andalucía se vio sumida en una sequía que comenzó a causar estragos en marzo de 2016, una situación que parece no vislumbrar mejoras a corto plazo. Según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), se trata de la sequía más prolongada que la región ha experimentado desde 1961. Las señales de alivio no aparecen en el horizonte, sumiendo a la región en una incertidumbre constante. 

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La agricultura, principal sustento económico de los casi 28.000 habitantes de la localidad sevillana, ha sufrido el golpe más inmediato, lo que a su vez ha generado un efecto dominó en la economía local. Las cosechas han menguado considerablemente en las 1.800 explotaciones agrícolas que acogen el municipio vecino de Las Cabezas de San Juan y Lebrija a causa de la sequía y la salvaje inflación que ha encarecido todos los insumos, un flagelo que ha impactado severamente en la producción agrícola. 

Hoy por hoy, cuenta Diego Bellido, agricultor lebrijano y portavoz de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) en Sevilla, el 60% de la superficie cultivable en la región no va a producir o está por debajo de los rendimientos habituales. “Las hectáreas que podemos sembrar disminuyen constantemente debido a que no tenemos el agua suficiente”, lamenta. 

Diego Bellido en la cooperativa agrícola La Campiña. Laura Mateo El Español Lebrija (Sevilla)

Los arroceros, según señala, son los que se han llevado la peor parte: “Este año no se ha podido sembrar ni una hectárea de arroz. El año pasado apenas alcanzamos un tercio de la superficie y, el anterior, la mitad”. Además, advierte con preocupación que, si continúa la tendencia climática actual, nos enfrentaremos a la desoladora realidad de tener “40.000 campos de fútbol sin sembrar”. 

El trigo es otro de los cultivos en donde la escasez acuciante de agua ha hecho mella, especialmente el trigo duro, un cereal de invierno que ha tenido tradicionalmente un gran peso en la agricultura en Andalucía. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, esta comunidad es el principal productor de este cereal de España, acaparando el 73% de la producción nacional. Sevilla, con 80.160 hectáreas, es la provincia que más trigo duro produce, seguido de Cádiz y Córdoba. 

La sequía ha diezmado las hectáreas dedicadas al cultivo del trigo duro. Tal como nos explica Salvador Romero, agricultor de la cooperativa La Campiña, muchos de sus compañeros han decidido reducir a mínimos la siembra de trigo o directamente han decidido abandonar por completo su cultivo. Para aquellos valientes que deciden apostar por el trigo, a menudo se enfrentan a una incertidumbre similar a lanzar una moneda al aire.

Almacén de trigo duro de la cooperativa La Campiña. Laura Mateo El Español Lebrija (Sevilla)

En la última temporada, salió cruz. La seca primavera puso en una disyuntiva a los agricultores. Les obligó a decidir si seguir adelante con el cultivo implorando al cielo un agua que no llegaba o empacar el cereal y destinarlo al ganado. Al final, ante la tendencia poco optimista que llevan arrastrando desde hace más de un lustro, muchos optaron por lo segundo. 

La decisión, eso sí, se tomó ante un mercado de precios que escapa a la lógica. La sequía ha disparado el precio del forraje. “Se paga casi mejor lo que va para el ganado que lo que va para el consumo humano”, señala José María Romero, hermano de Salvador y también agricultor. En los últimos datos de la Lonja de Toledo, la paja alcanzó un precio de 165 euros por tonelada, mientras que el trigo estaba a 248 euros.

Dos agricultores descargan sacos de trigo duro en la cooperativa agrícola La Campiña. Laura Mateo El Español Lebrija (Sevilla)

El desajuste en el mercado de precios es una de las grandes preocupaciones de los agricultores en Lebrija. Bellido recalca que en 2022 le pagaban 22 céntimos por kilo de pimiento, mientras que ese mismo producto se vendía en el supermercado a una cifra cercana a los 3 euros. “¿Quién se queda con esa diferencia? Desde luego, no somos nosotros, los agricultores”, lamenta. Y si bien este año el precio ha subido a 38 céntimos, lo considera insuficiente, especialmente ante la escasa extensión de terreno cultivado. 

Un futuro marcado por el agua

En una localidad como Lebrija, donde la economía doméstica depende en gran medida del sector primario, la sequía está agostando a las familias. La escasez de agua ha llevado a una reducción en la demanda de mano de obra, lo que ha impulsado a muchos jóvenes a refugiarse en otros sectores. “La rentabilidad en el campo es cada vez menor, lo que desanima a nuestros jóvenes a incorporarse a la agricultura”, indica Bellido. 

Ezequiel Pérez (izquierda) y Diego Bellido (centro) durante su entrevista con EL ESPAÑOL. Laura Mateo El Español Lebrija (Sevilla)

Para Ezequiel Pérez, otro agricultor de La Campiña, el campo no ha logrado atraer a los jóvenes de Lebrija. O al menos no han ofrecido una perspectiva lo suficientemente halagüeña para que apuesten por este sector. “No hemos sabido incorporarlos. El campo es duro, hay que trabajar los siete días de la semana, prácticamente de sol a sol y no hemos podido asegurar una continuidad”, señala.

La intermitencia laboral a causa de la escasez de agua y el cultivo limitado de una pequeña porción del terreno cultivable se perfila como la principal causa de esta desbandada. “No pueden trabajar tres o cuatro meses al año, necesitan trabajar los 12 meses”, incide Pérez. Como resultado, muchos han optado por empleos en la construcción, la hostelería u otras áreas, mientras que algunos han decidido prepararse para una oposición. 

Tierras cultivadas con Lebrija de fondo. Laura Mateo El Español Lebrija (Sevilla)

Ante tal circunstancia, Bellido y Pérez expresan su preocupación por el incierto panorama que enfrenta la agricultura en Lebrija, particularmente si dejan atrás el problema de la sequía. “El día que aquí llueva y tengamos producciones normalizadas, vamos a tener un problema de los gordos”, anticipa Pérez. 

La escasez de mano de obra ya es palpable y la carencia de maquinaria resulta evidente. En tiempos recientes, ante las escasas cosechas de tomates, muchos agricultores han optado por vender sus equipos de recolección. “No habrá cómo cogerlos, habrá que tirar tomates”, concluye Pérez.