En dos documentos obtenidos por la oenegé Amigos da Terra Galicia de la naviera Maersk, y a las que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, sale a la luz la composición de los 1.050 —26.250 kilos— sacos de pellets fabricados por la empresa Coraplast que permanecen flotando en la costa cantábrica. Todo apunta a que su componente principal es la cera de polietileno. Entre los 'ingredientes' de los microplásticos también aparecen algunos metales pesados como el cobalto, el litio, el cobre o el magnesio. 

Horas después de la filtración de los documentos de Maersk, el equipo de investigación en Ecotoxicología y Contaminación Marina de la Universidad de Vigo (ECOTOX) ha podido desgranar la composición de los pellets, identificando las sustancias potencialmente peligrosas. El 8 de enero se encontró uno de los sacos de donde había salido presuntamente el plástico, un producto rotulado como "estabilizador de luz UV9000".

Con los nuevos documentos se ha podido conocer de qué está hecho el UV9000. ECOTOX, en un comunicado lanzado el 10 de enero, ha aseverado que el polietileno —matriz del pellet, representando un 88-90% del producto— es "completamente inofensivo". El 10-13% (tal como figura en el documento) restantes se identifican como un aditivo químico —con el código UV622— utilizado como estabilizador de luz ultravioleta. Es este compuesto el que podría ser un problema. 

Esta sustancia está compuesta a su vez por dos componentes: ácido succínico y una sustancia sintética de la familia de las aminas aromáticas, que según ECOTOX, "está clasificada por la Agencia Europea de Sustancias Químicas como una sustancia con toxicidad crónica (es decir, sólo sería tóxica en una exposición prolongada, lo que no ocurre con tareas específicas de limpieza), e irritante para los ojos (por lo que se debe tomar esta precaución en las actividades de limpieza)". 

Las autoridades, en sus distintos niveles, han ido reportando informaciones contradictorias sobre el peligro de los pellets: la Xunta dice que no son tóxicos, mientras que la Fiscalía de Medio Ambiente detecta índices de toxicidad y Bruselas sostiene que "amenaza el medio ambiente y actividades económicas como la pesca". Ya con los informes técnicos, los expertos se han puesto manos a la obra para evaluar los daños potenciales de los microplásticos sobre la flora y la fauna de la región afectada.

Diversas oenegés locales y nacionales han advertido del potencial daño medioambiental que implica el vertido. Ecologistas en Acción incluso interpuso una denuncia ante el Juzgado de Noia (A Coruña) para hacer rendir cuentas al buque portacontenedores Toconao, registrado bajo bandera liberiana, y a su capitán.

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La organización ambiental señaló que la ingesta de estos microplásticos puede ocasionar la muerte de estos animales, ya que una vez ingeridos, dejan de consumir alimentos al tener el “estómago lleno de plástico”. Varios estudios en laboratorios han vinculado la exposición a microplásticos a efectos negativos en los organismos vivos. En este sentido, la comunidad científica ha mostrado su preocupación sobre cómo las bolitas de plástico pueden colarse en las cadenas tróficas de los animales marinos. 

El director del Centro de Investigaciones Científicas Avanzadas (CICA), Jaime Rodríguez, ha comentado en declaraciones a Efe que “No es bueno tener plástico en nuestro organismo”. Y añadió: “Los tragas y en el momento no pasa nada, pero si se acumulan pueden producir problemas a largo plazo”, subraya.

¿Son realmente perjudiciales?

En la Ficha de datos de seguridad (MSDS, por sus siglas en inglés) de Coraplast —uno de los documentos que han salido a la luz—, donde se especifican parámetros básicos como el nivel de migración de los componentes plásticos al entorno en el que están, un estándar de calidad y seguridad. Estos valores son por unidad y sería necesario conocer evaluar los efectos agregados de los materiales plásticos. 

Las primeras páginas de los dos documentos revelados por Maersk: el 'Certificate of Compliance' (a la izquierda) y y el 'Material Safety Data Sheet (MSDS)' o (a la derecha). Amigos da Terra Galicia

También se enumeran medidas de primeros auxilios en el caso de inhalación, contacto con la piel o los ojos, o ingestión. Para esta última, que es la que mayor riesgo tiene para la salud humana y de los animales que se tragan los pequeños plásticos, señalan que "(...) El producto es nocivo y puede causar daños irreversibles incluso tras una única exposición si se ingiere. Acudir al médico inmediatamente".

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En cuanto a los síntomas y los efectos más importantes, no se da ninguna información, citando que "no se dispone de más información relevante", y sobre la atención médica y los tratamientos especiales que deban dispensarse inmediatamente "no hay datos disponibles". 

En el comunicado lanzado por ECOTOX han aclarado que "ninguno de los documentos anteriores proporciona información experimental sobre la toxicidad en organismos marinos". E informa de que se están llevando a cabo "pruebas de toxicidad con modelos representativos de fitoplancton y zooplancton para cubrir este vacío". 

"La conclusión del documento es que no es tóxico, aunque no indique nada sobre persistencia, degradabilidad o bioacumulación del compuesto en cuestión; no parece que esté muy estudiado", reconoce el Raúl García, coordinador de pesquerías de WWF. Y recomienda ser cautos con esta información y permanecer a la espera del análisis de los ecotoxicólogos. 

¿Es motivo de preocupación?

Lo primero que hay que advertir es que no se trata de una cantidad extremadamente abundante de pellets. Ricardo Beiras, un referente en ecotoxicología y catedráticos de la Universidad de Vigo, ha aconsejado en una entrevista a Quincemil, no equiparar el vertido con el desastre del Prestige, donde 70.000 toneladas de petróleo acabaron en el mar. En el caso de los pellets, solo se han vertido 26 toneladas

"Esta pérdida se suma a otros muchísimos microplásticos que hay por distintas vías", explica García. La Unión Europea estima que cada año las pérdidas de este minúsculo material rondan las 160.000 toneladas —la segunda fuente más importante de contaminación por microplásticos—. Así, el vertido del Toconao no representaría ni una quinta parte de la totalidad. García reitera que este tipo de vertidos son muy frecuentes. Y todavía queda pendiente realizar una evaluación del impacto de los pellets que llevan bañando el mar durante años. 

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Los polímeros —como el polietileno, el polipropileno o poliestireno, materiales de los pellets— son "hidrófobos", lo que explica que permanezcan en la superficie marina, pero no están todo el tiempo asomando. Como cuando se remueve una pastilla de caldo en una olla llena de agua, el pellet se degrada y va soltando pequeños microplásticos y aditivos. 

Carlos Arribas, responsable de residuos de Ecologistas en Acción, explicaba a ENCLAVE ODS que si los plásticos están expuestos a agentes externos, como la radiación ultravioleta, el ozono, la exposición al oxígeno, la salinidad, las propiedades físicas y químicas del suelo, los granos de arena y la presencia de microorganismos, las cadenas de estos polímeros se fragmentan y se producen los microplásticos o nanoplásticos". 

Para la fauna que abunda en la costa cantábrica, los pellets, en el caso de que desprendan sustancias tóxicas, suponen un daño por partida doble. "Hay daños tanto desde el punto de vista químico como físico", advierte García. 

Un doble problema

Químicamente, cuenta García, los pellets pueden resultar tóxicos (incluso letales) a algunos organismos en sus fases más sensibles (larvas o huevos) o alterar sus sistemas endocrinos. Y, físicamente, los animales marinos se pueden ahogar con las bolitas de plástico en caso de que ingieran muchas. 

Los pellets, señala García, "tienden a acumular todo tipo de contaminantes". Y estos "pueden expeler un olor orgánico" sobre las algas o las huevas que se depositan. Si los peces la ingieren se puede llegar a producir una obstrucción intestinal y fallecen. 

El responsable de pesquerías de WWF también ha declarado que el riesgo para los seres humanos no es muy alto. Porque, recuerda, hay que tener en cuenta que los microplásticos que ingieren los peces no llegan directamente a los consumidores, "no solemos comernos el estómago ni el intestino". En cambio, no sucede lo mismo con los crustáceos: "Existe el riesgo de que pueda empezar a aparecer en el mercado un pescado con un montón de bolitas", advierte.