Faltan 90 segundos para que se acabe el mundo. O al menos eso es lo que refleja por segunda vez consecutiva el archiconocido Reloj del Juicio Final —Doomsday Clock, en inglés—. Tal como han explicado en rueda de prensa los responsables de este instrumento, los conflictos de Ucrania y Gaza, así como el cambio climático, son las principales razones por las que el nivel de peligro de aniquilación permanece inmutable este año.
Durante la presentación del evento que marca la posición de las manecillas del reloj, la presidenta y directora ejecutiva de The Bulletin of the Atomic Scientists, Rachel Bronson, ha señalado que "las tendencias siguen apuntando ominosamente hacia una catástrofe mundial". Tanto la guerra en Ucrania como el ataque a Israel y la guerra en Gaza "ilustran aún más los horrores del mundo moderno, incluso sin escaladas nucleares.
Bronson criticó la tendencia de los gobiernos hacia la modernización de sus arsenales nucleares y repasó otros acontecimientos que han puesto en jaque a la humanidad en 2023, como los insólitos récords de temperaturas que se alcanzaron. "La tierra experimenta su año más caluroso jamás registrado, y las inundaciones masivas, los incendios y otros desastres provocados por el clima han dejado huella. Y la falta de acción frente al cambio climático amenaza millones de vidas y medios de subsistencia", ha declarado.
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A estos acontecimientos disruptores se suma la investigación biológica, que puede ser un arma de doble filo. Además, "los recientes avances en IA plantean diversas cuestiones sobre cómo controlar una tecnología que podría mejorar o amenazar a las civilizaciones dentro de incontables años".
Cada año el mundo se mantiene en vilo para ver si las manecillas se adelantan o se atrasan. Pero ¿qué significa estar más cerca de la medianoche?
¿Qué es el Reloj del Fin del Mundo?
Durante varias décadas un grupo de científicos adscritos a esta publicación de la Universidad de Chicago, entre los que se encuentran reputados expertos en política nuclear, climatólogos y otros profesionales, han evaluado los acontecimientos que están empujando a la humanidad a su autodestrucción y mueven las manecillas del reloj, que permanece en las oficinas del Boletín, en el 1307 E. 60th St., en el vestíbulo del Keller Center, sede de la Harris School of Public Policy.
El origen de este icónico instrumento de medición en forma de cuadrante de círculo, que expresa el tiempo que queda hasta medianoche, permanece en funcionamiento desde 1947. Dos años antes, en los albores de la era atómica y el mismo año que se lanzaron las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, fue cuando varios investigadores que tomaron parte el proyecto Manhattan, tras su estrepitoso fracaso en convencer a la administración de EE. UU. de los peligros de la bomba atómica, decidieron fundar la revista.
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El reloj, diseñado por la artista estadounidense Martyl Langsdorf, tenía la misma meta que la revista: "Dotar al público, a los responsables políticos y a los científicos de la información necesaria para reducir las amenazas de origen humano a nuestra existencia". Entre sus promotores se encuentran grandes figuras vinculadas a la ciencia: Albert Einstein, por ejemplo, creó la primera junta de patrocinadores de la organización. J. Robert Oppenheimer, conocido como "el padre de la bomba atómica", fue el primer presidente de la junta encargada de la publicación.
Inicialmente, las manecillas se colocaron a 7 minutos del fin del mundo. En 1949, las manecillas del reloj fueron movidas por primera vez por el biofísico estadounidense Euegene Rabinowitch de siete a tres minutos para la medianoche, cuando la URSS probó sus primeras armas nucleares.
Por aquel entonces, la amenaza inminente era la carrera armamentista nuclear entre EE.UU. y la URSS. En 1953, cuando ambas potencias realizaron ensayos con armas termonucleares, faltaban 2 minutos para el fin. Las manecillas igualaron este récord en 2018, debido a "una ruptura del orden internacional" de los actores nucleares, así como la continua falta de acción sobre el cambio climático.
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La hora del Reloj del Juicio Final se ha revisado 24 veces desde 1947. Lo más lejos que ha estado el mundo del teórico armagedón fue en 1991, cuando se fijó a 17 minutos de la temida posición de las 12 en punto tras la caída de la Unión Soviética y la firma del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas.
Con el tiempo, los científicos han ido incorporando inputs como las tensiones geopolíticas, la tecnología, el cambio climático (incluido en el 2007) o las enfermedades pandémicas. Este año, a estos parámetros se han sumado las tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial (IA) y la nueva biotecnología.
La metáfora eterna de la cultura pop
En los libros, las películas y las series en streaming, el reloj del juicio final no deja de funcionar. La metáfora del Doomsday Clock se ha infiltrado en las letras de bandas de música como The Who, Pink Floyd, Smashing Pumpkins o Linkin Park, y en las narrativas de los mundos de los superhéroes como la Liga de la Justicia o Watchmen.
Aparece en novelas del escritor de terror Stephen King y del novelista de ciencia ficción Piers Anthony. Se ha convertido en una estampa cultural del periodo de la Guerra Fría, un periodo marcado por la destrucción mutua asegurada debido a la carrera armamentista nuclear.
Esta metáfora, según sus partidarios y la propia organización que se encarga de su mantenimiento, se mantiene como "un recordatorio de los peligros que debemos afrontar si queremos sobrevivir en el planeta", según el sitio web.