En 1972, Michael Ende describió a los hombres grises como aquellos que, en la distopía de Momo, robaban los sueños y la imaginación a la gente. Más de medio siglo después, vuelven a estar aquí, pero esta vez "campan a sus anchas" y ya no visten de gris: "Ahora van de colores" y buscan nuestra atención. Según el psicólogo clínico especialista en prevención de la conducta suicida en la infancia y adolescencia, Francisco Villar Cabeza, Ende no hizo más que dibujar un mundo dominado por las redes sociales.
El psicólogo compara ese smartphone que todos llevamos en la mano con esos ladrones de la imaginación de Momo. Porque su contenido, recuerda, es "adictivo". Y "quienes lo diseñan, lo saben", matiza el experto. A fin de cuentas, así están programados los algoritmos.
Como explica el periodista del New York Times, Max Fisher, en su libro Las redes del caos (Península, 2024), "la dopamina crea una asociación positiva con el comportamiento que haya provocado su liberación, y nos entrena para repetirlos". El problema está en el momento en que la dopamina acaba "secuestrada" por el "sistema de recompensas" por el que funcionan las adicciones.
En ese momento, asegura Fisher, este neurotransmisor "puede obligarte a repetir comportamientos autodestructivos". Así, continúa el estadounidense, la dopamina acaba instando a las personas a "apostar una vez más" o a "tomarse otra copa". O, como en el caso que nos atañe, "a pasar horas en una aplicación". Todo ello incluso si la actividad "nos hace infelices".
Esa es, precisamente, la mayor preocupación de Villar, que dice que en su gremio saben muy bien "qué les duele a los chavales", lo que "les enferma". El psicólogo asegura que hace más de una década que en el Programa de Atención a la Conducta Suicida del Menor, del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, están viendo cómo los niños y adolescentes señalan a las "pantallas" como su principal fuente de malestar emocional.
La directora de Innovación de FAD Juventud, Eulalia Alemany, coincide con él: "Los adolescentes son conscientes de que dejan, por ejemplo, de hacer cosas por el ocio digital", dice. Y añade: "Ellos mismos saben que las redes tienen sus sombras", su lado oscuro.
2012, el año clave
Y una de ellas es la "ley de la jungla" que impera en la red. Algo que, señala por su parte Villar, es "extremadamente nocivo" para los jóvenes. El problema está, dice, en que quienes diseñan las apps, como Instagram, TikTok o YouTube, "camuflan muy bien" sus aspectos negativos. Porque, insiste, "son muy buenos comunicadores".
El equipo de Cyber Guardians, una entidad sin ánimo de lucro creada por 7 personas vinculadas al mundo de la ciberseguridad, han llegado a la misma conclusión que Villar o Fisher. En un estudio publicado esta misma semana, titulado Healthier Digital Lives, exponen que "un acceso de menores y jóvenes a internet sin control o limitaciones —desde tabletas o smartphones— y a servicios digitales diseñados sin tener en cuenta su salud mental, es uno de los factores determinantes" de las alarmantes cifras que llevamos varios años viendo. Según Unicef, 1 de cada 5 menores de entre 10 a 19 años sufre algún tipo de problema de salud mental diagnosticado.
En su análisis, Cyber Guardians llega a la conclusión de que 2012 es un año clave que marca el momento en que internet empezó a apuntalar la crisis de salud mental actual. No por nada fue el "año en el que la penetración de internet de alta velocidad alcanza al 50% de los hogares de España". Desde aquel momento, asegura el texto, "las tabletas y los smartphones son fácilmente adquiribles y se produce una amplia aceptación social del uso de redes sociales por menores".
Es entonces cuando "los casos de enfermedad mental en niños y adolescentes sufren un incremento explosivo, al tiempo que se consolidan patrones de suicidios crecientes entre adolescentes".
El siguiente paso: la IA
"El acceso a smartphones, los servicios de internet sin límites y la alta velocidad se unen con que los padres no estamos preparados para la sofisticación de los algoritmos actuales", explica Álex Romero, emprendedor y fundador de varias empresas de ciberseguridad, y una de las personas detrás de Cyber Guardians. Precisamente por eso, reivindica Alemany, es imprescindible "el acompañamiento a las familias y docentes".
La realidad de las redes sociales es también la del ciberacoso. "Cuando no hay un móvil de por medio, el hogar es el lugar seguro del que huir del bullying; sin embargo, con las pantallas, el acoso y las vejaciones te persiguen hasta tu habitación", argumenta Villar. Él es uno de los defensores de la prohibición de las pantallas en los menores de 16 años.
Romero y su equipo proponen, además, legislar para que las empresas tecnológicas tengan que poner límites y controles reales a las plataformas. Aunque Villar no se acaba de fiar de que eso llegue a ocurrir: "Las tecnológicas saben lo que están haciendo y el hecho de que sus aplicaciones sean adictivas no es fortuito".
La lógica detrás de esta lógica la explicaba la periodista Marta Peirano en ENCLAVE ODS con lo que ella denomina "feudalismo digital" —o el capitalismo de plataformas del que habla la socióloga Shoshana Zuboff—.
Se trataría de "un proceso por el cual unas empresas te ofrecen unos servicios o un desarrollo relativamente barato, comparado con el resto del mercado, o incluso gratuito y resulta que en el proceso de utilizar ese servicio o de adaptarlo a tus necesidades, te conviertes en preso de su modelo económico, que vive de extraer información sobre ti y vendérsela a otras entidades o instituciones, o empresas, o gobiernos…".
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Con la expansión de las herramientas que utilizan inteligencia artificial para recrear imágenes, las alarmas vuelven a saltar. "Preocupa qué va a pasar con las redes si ya estamos viéndolas inundadas de revenge porn creado con IA…", se pregunta Romero.
Villar se muestra preocupado, pues el bullying está llegando a niveles "inasumibles". "Son niños los que recrean fotos de sus compañeras desnudas con esta tecnología", dice el psicólogo. Y recuerda que el problema está en la alarmante falta de control de una herramienta que, "con todo lo bueno que trae", se ha desarrollado para que sea "altamente adictiva".
Villar insiste en que, de por sí, "está mal" que los algoritmos premien las conductas obsesivas. Eso sí, zanja, "si tú como Estado lo permites, eres un negligente".
Por su parte, Alemany entiende que en ocasiones "caemos en la tecnoansiedad". Y rompe una lanza en favor de la tecnología: "En general, nos estamos adaptando".
Un futuro "menos digital"
Pero ¿y si el futuro de la tecnología fuese una vida "un poco menos digital"? ¿Y si les quitásemos a los niños y adolescentes las pantallas? ¿Y si los parques, las calles, volviesen a llenarse de pequeños? Villar tiene claro que el progreso no está en más internet sin límites, sino en menos conexión pero con más calidad.
"Es como con las bicis: seguimos usando el coche para unas cosas, pero nos hemos dado cuenta de que para otras es mucho mejor moverse en bicicleta", argumenta el psicólogo. Y eso, dice, es lo que está empezando a suceder con las pantallas. Y eso mismo es por lo que abogan tanto Alemany como Romero.
Porque, como indica Villar, "cuando quitas el móvil, la vida brota". Y es que, dice, en el momento en que los niños y adolescentes "apartan la mirada de la pantalla, descubren el mundo". Y con eso hace referencia al contacto humano, a las conversaciones, a "utilizar cinco sentidos en vez de dos". En este momento, con el ritmo de consumo de pantallas que tienen los menores —llegan a superar las 8 horas diarias—, "les están triturando".
Villa concluye con un mensaje claro: "No lloramos por lo que vendrá, sino por lo que hemos vivido". Y lo que lleva visto en unidades como la suya es, lamenta, "escalofriante".