Imagen de archivo de gente paseando en las Ramblas de Barcelona.

Imagen de archivo de gente paseando en las Ramblas de Barcelona. David Zorrakino Europa Press

Historias

Somos los españoles más altos de la historia, pero eso puede cambiar si aumentan las desigualdades

El mundo es más alto que hace un siglo y los científicos lo achacan a una combinación de factores genéticos, nutricionales y ambientales.

4 marzo, 2024 02:00

El tópico de bajito, moreno y cabreado hace tiempo que no aplica. Al menos en lo de bajito. Y no solo por los hermanos Gasol. Los españoles y las españolas— de la actualidad son los más altos de los que hay registro. Se calcula que los hombres en España median 1,62 metros de media y las mujeres 1,55 a mitad del siglo XIX, una aproximación a partir de datos médicos y militares.

En 2019, el último año del que existen datos de un estudio científico internacional fiable, los hombres de entre 18 y 19 años llegaban al 1,76 y las mujeres de la misma franja al 1,62. Un crecimiento que no está mal, aunque menor que en otros países de nuestro entorno, como la vecina Grecia, pero que explica la importancia de desigualdad y la nutrición en el crecimiento físicos de los países.

No es un tema exento de debate y algunos datos recopilados a lo largo de la historia no están al 100%. Pero el consenso científico considera que, cuando hablamos de medias por zonas geográficas o políticas, la genética no influye tanto como el desarrollo económico y humano, en un sentido amplio.

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No es solo la dieta, aunque resulta fundamental, sino también una combinación del ejercicio físico, las condiciones de habitabilidad y el número de hermanos lo que lleva a un incremento sostenido de la altura media, desde el siglo XIX.

En 2020 la revista prestigiosa revista científica The Lancet publicó los resultados de un estudio que había seguido la evolución de la altura media de los jóvenes en edad escolar en 200 países en el mundo entre 1985 y 2019. En España, el incremento de altura en los hombres ha sido de 2,6 centímetros, ya que entonces la media alcanzaba los 173,4 centímetros frente a los 176 más recientes. Por contraste, las españolas solo crecieron medio centímetro, desde 161,5 a los 162 registrados en la actualidad. 

En ese mismo periodo de tiempo, el país donde más se creció fue en China, donde los hombres pasaron de los 165 centímetros a los 176,1 y las mujeres de 157 a 163. El país más alto del mundo lleva siendo desde comienzos del siglo XXI (irónicamente) Países Bajos, con hombres de 184 centímetros y mujeres de 170. Lo sigue Montenegro, con varones solo un centímetro más bajos. No hace falta ser un hacha para relacionarlo con el desarrollo económico, el que en ese periodo de algo más de 30 años ha convertido a China en una potencia mundial.

La genética, así, se ve relativizada por el bienestar. Desde comienzos del siglo XIX es relativamente fácil tallar cohortes de generaciones de varones, no tanto de mujeres, gracias a los ejércitos y las medidas de sus soldados. Eso nos permite saber que EEUU era el país con mayor altura media tras la Segunda Guerra Mundial, pero que ha perdido puestos en favor de varios países europeos o asiáticos en estos 80 años.

Sobre todo, los que tienen mayor nivel de bienestar son Países Bajos, Suecia, Noruega, Dinamarca, Islandia o Alemania. A genética similar y estados del bienestar igualmente protectores, se especula con que la ligera ventaja holandesa (daneses e islandeses miden 1,82 y danesas e islandesas 1,70 y 1,69) se debe a un mayor consumo de lácteos en la dieta, aunque no hay estudios concluyentes.

Economía, estudios... y altura

Pero la cuestión de la prosperidad económica, entendida no tanto como el PIB del país sino como reducción de la desigualdad recordemos que hablamos de alturas medias, no de la clase acomodada, digamos parece poco discutible. Un estudio de 2022 en España extrajo el escandaloso dato de que las personas con estudios universitarios en nuestro país miden, de media, tres centímetros más que las que solo tienen los estudios básicos o ninguno en absoluto. 

Es una diferencia enorme y no tiene tanto que ver con el título académico como con las condiciones económicas o familiares necesarias para acceder a él. En estudios anteriores, por ejemplo, del Instituto Nacional de Estadística (INE), un buen indicador de la altura media final de los hijos solía ser la profesión del cabeza de familia (el padre, si atendemos al baremo de los años 50). 

Sin salir de nuestro país, otro estudio de 2011, en este caso del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y usando de nuevo el INE como fuente, detalló como los varones nacidos entre 1939 y 1958 vivieron un incremento sostenido de la altura media, de hasta 4 centímetros, del 1,66 al 1,70; mientras que las mujeres se quedaron clavadas por debajo del 1,60. Ambos sexos experimentan luego un crecimiento más parejo a partir de los 60, siempre con ventaja para los hombres.

Algunos datos pueden bailar, porque en ocasiones se trata de alturas declaradas, no entalladas como en el servicio militar, y en otros no se tienen datos de las mujeres o de todas las cohortes. Pero un vistazo a periodos más largos siempre permite sacar conclusiones más fiables.

Es el caso del estudio La talla de los europeos, 1700-2000: ciclos, crecimiento y desigualdad, del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Murcia. Sí, en una Facultad de Economía, no de salud o de nutrición. Y que viene a constatar que los incrementos de la talla en los diferentes países de Europa en los últimos tres siglos no son necesariamente continuos, ni paralelos o similares en todo el continente. 

En el caso de holandeses y españoles se observan varios shocks o retrocesos, algunos de hasta 5 o 7 centímetros menos de altura media, fácilmente explicables por sucesos como la Segunda Guerra Mundial o la guerra civil española y su larga posguerra.

En Países Bajos, además, el aumento de la altura media posterior al conflicto mundial tiene que ver con el Estado del Bienestar. Los holandeses de clase acomodada, en familias más pequeñas, mejor alimentadas y con alojamientos menos hacinados, digamos, ya pasaban del 1,80 por entonces. La altura del país incrementó cuando se redujo la desigualdad y todas las clases sociales accedieron a unos estándares mínimos de vida.

Por eso mismo, estos no son logros de salud o bienestar estancos y que vayan a permanecer intactos. La red de Colaboración sobre Factores de Riesgo (NCD-RisC, por sus siglas en inglés), un grupo de trabajo internacional que une a profesionales de la salud de más de 200 países creada en 1957 y que colaboró con el estudio de The Lancet de 2020 que citábamos al comienzo de este artículo monitoriza, entre otros datos, los de sobrepeso o infrapeso por países.

La obesidad, indicador más que fiable de una dieta poco adecuada, y que afectaba en 2016 a casi el 20% de la población de EEUU, va correlacionada con la pérdida de altura media en países donde ha incrementado la desigualdad en las últimas décadas. El infrapeso, que indica problemas de pobreza y desnutrición, afecta también a estados como India, donde la altura media no ha crecido tanto en proporción al desarrollo económico como en su vecina China precisamente debido a los enormes problemas de desigualdad que arrastra el país.