Raquel Nogueira Agencias

Países Bajos es la cuna de los tulipanes, los diques, los canales… y también de la isla artificial más grande del mundo (y el peculiar puente que la une con el resto del país). En su lucha constante para que el Mar del Norte no inunde sus costas, los neerlandeses han desarrollado diversas obras de ingeniería casi faraónicas. Una de ellas sería la isla de Flevopolder, construida durante la Segunda Guerra Mundial con una extensión de 970 metros cuadrados.

Esta isla artificial, creada en la provincia de Flevoland, entró en el libro Guiness de los récords en el año 1968. Y lo hizo no solo por ser la más grande del mundo, sino también por convertirse en el epicentro de toda una obra de ingeniería hidráulica, formada por diques, presas y sistemas de drenaje, en la que ahora viven más de 400.000 personas. 

Rodeada por los lagos de Gooimeer, Ketelmeer y Veluwemeer, empezó a construirse allá en 1932 y en 1986 se convirtió en la provincia más 'joven' de Países Bajos. Sin embargo, lo más asombroso de este lugar es precisamente el puente que cruza este último lago para unir Flevopolder con el resto del país. 

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El puente de Veluwemeer

La manera en que este puente, también conocido como acueducto, une la isla artificial con tierra firme es, cuanto menos, curiosa. Sus 25 metros de largo y sus 19 metros de ancho no llevan a los peatones o a los vehículos por encima del agua, como un puente tradicional.

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En cambio, atraviesa el lago Veluwemeer por debajo del agua, lo que permite, con sus 3 metros de profundidad, que los barcos y el agua sigan fluyendo por encima de aquellos que llegan o salen de Flevoland. 

Lo más curioso de este puente es el efecto óptico que produce: parece que el agua y los barcos cortan por completo la circulación, cuando esta en realidad pasa por debajo. 

Por qué un puente 'del revés'

Cuando el Gobierno neerlandés planeó cómo conectar la isla con el resto del país, se barajaron infraestructuras mucho más tradicionales, como ferris, puentes levadizos o túneles. Sin embargo, este curioso acueducto fue el proyecto ganador. Y es que era el más barato y, además, se temía que otro tipo de solución pudiese generar retenciones en el tráfico, pues la autopista que lo cruza es altamente transitada.

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El acueducto, finalmente, costó a las arcas públicas cerca de 56 millones de euros y pudo comenzar a utilizarse en 2002. En total, se necesitaron 22.000 metros cúbicos de hormigón y varias plantas de acero para soportar el peso del agua que lo recorre por encima y evitar que esta, o sus sedimentos, llegue a la carretera.