En Bangalore, cuna india de los gurús tecnológicos, los call centers y las factorías de software, las empresas atraen a los ingenieros con salarios competitivos que prometen garantías de una vida prácticamente resuelta. Pero la vida al otro lado de los parques tecnológicos y las torres de cristal es distinta. Desde hace meses, sus habitantes dependen de camiones cisterna para poder tener algo de agua en casa.
Ya no ponen lavadoras, tampoco tienen tiempo de cantar en la ducha. La sequía les ha puesto al límite, con una escasez de 150 a 200 millones de litros de agua diarios que paraliza sus rutinas. Las compañías que antaño se instalaron ambiciosas en la capital de Karnataka ahora no saben si podrán seguir abiertas. Mientras, la Junta de Abastecimiento de Agua y Alcantarillado local (BWSSB, por sus siglas en inglés) adopta medidas a la desesperada que, esperan, servirán como desahogo al estrés hídrico.
Las últimas restricciones llegaron el pasado martes, 2 de abril, y entrarán en vigor el día 10. Las autoridades han dado la orden de reducir en un 10% el suministro para aquellos que utilicen más de cuatro millones de litros de agua al mes. Los grandes consumidores comerciales, como industrias, universidades, hoteles, tiendas o teatros, se verán perjudicados: a partir de este mes, tendrán que limitarse a usarla solamente para beber, construir carreras y realizar labores de limpieza.
En cualquier caso, los que más están sufriendo estas consecuencias son los casi 8,5 millones de habitantes que marchan por un agua que no llega hasta las calles donde paran los camiones cisterna. En los colegios del barrio de Whitefield, el diario The New York Times acompaña a los pequeños hasta los grifos de donde toman pequeñas cantidades de agua para sus familias.
La profesora Sumedha Rao les pregunta con qué frecuencia tienen suministro en casa. "Un día a la semana, señora", "no hay agua en los pozos perforados" o "solo tenemos un balde", responden algunos. Los medios locales también se hacen eco de una inmensa hilera de historias de gente que no puede ducharse más de una vez cada dos semanas, de niños obligados a beber agua sucia que como consecuencia de ello acabarán padeciendo fiebres tifoideas…
Según la Comisión Central del Agua, el estado de Karnataka dispone de 16 grandes embalses que solo están llenos al 29% de su capacidad, pese a que el año anterior ocupaban el 45%. De los 13.900 pozos perforados en Bangalore, alrededor de 6.900 han quedado obsoletos. Según asegura a EFE un funcionario de la BWSSB, "estamos arreglando los que no funcionan, y tratando de averiguar dónde obtendremos agua para perforar otros nuevos en zonas aptas" para ello.
La paradoja de Bangalore
Lo insólito de la ciudad es que, en realidad, es un lugar donde llueve y vuelve a hacerlo sobre mojado con cierta frecuencia. El contexto es el siguiente: tiene un clima tropical templado por la altitud y generalmente recibe lluvias 108 días al año, repartidos entre los meses de marzo a diciembre. En las épocas en las que la naturaleza es más generosa, los monzones, los chaparrones son mucho más intensos y provocan inundaciones.
Si a Bangalore no le falta precisamente agua, ¿por qué sus vecinos perforan pozos e improvisan piscinas artificiales para almacenarla? "No hay ninguna crisis de disponibilidad, es una crisis clara de fracaso del Estado", sentencia a The New York Times el investigador y planificador urbano, Vishwanath Srikantaiah. El experto, como tantos otros, culpa a la ciudad de no haber previsto una adecuada gestión del agua urbana para una población que desde los 80 no ha dejado de crecer.
El informe sobre el balance hídrico urbano de Bangalore, publicado por la organización con sede en la ciudad WELL Labs, destaca los factores que han contribuido a esta crisis. Entre ellos, la dependencia de aguas subterráneas sobreexplotadas, el acceso limitado a las tuberías del BWSSB, el mantenimiento descuidado de los lagos y una utilización deficiente de las instalaciones de tratamiento de agua.