Una "gran lengua de calima", "lluvias de barro" y calor inusual para esta época del año. Así se puede definir el primer fin de semana de abril que, según las predicciones de Meteored. Los expertos en meteorología lo tienen claro: el polvo sahariano en suspensión sumado a la llegada de un frente atlántico a la península es la receta perfecta para que la 'lluvia de sangre' deje insólitas estampas anaranjadas y rojizas como ya pasó en 2022 tras la borrasca Celia.
Con su llegada, una vez más, se observa un empeoramiento en la calidad del aire a causa de las micropartículas arenosas que se suspenden en la atmósfera. Además, puede llegar a afectar a la visibilidad e, incluso, a la salud pública, pues agrava las condiciones para personas con problemas respiratorios. Las partículas en suspensión, incluso, pueden llegar a afectar negativamente a los ecosistemas naturales.
Este año, tras las lluvias que dejó la borrasca Nelson en Semana Santa y que dieron un respiro a la situación de sequía extrema de buena parte de la península, la gestión de los recursos hídricos se convierte en crítica en este contexto de calima. Esta meteorología impredecible, en realidad, empieza a ser la norma. Como explicaba Adrián Escudero, catedrático de Ecología de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), a este vertical durante la supercalima de marzoo de hace dos años, "es preocupante y raro" ver este tipo de fenómenos suceder con tanta frecuencia en lugares como España.
Por el contrario, aducía, son normales y "ayudan a la fertilización sistemática" de algunos ecosistemas, como el de la cuenca Amazónica. En la península ibérica, sin embargo, su sucesión podría estar ligada al calentamiento global, por dos motivos: uno, "la pérdida de costras biológicas como consecuencia de la degradación antrópica de las zonas áridas y semiáridas", que perturban el clima.
En la década de los años 20 del siglo pasado esto mismo se vivió en Oklahoma (Estados Unidos) durante la Dust Bowl y que estuvo muy relacionada con la degradación y la sobreexplotación de los campos.
La segunda razón para señalar a la emergencia climática como posible causante del aumento de frecuencias de la calima estaría en la transformación de las dinámicas atmosféricas. Esto, explicaba escudero a ENCLAVE ODS, "implica la pérdida de fuerza de la corriente en chorro y los desplazamientos de las celdas anticiclónicas", lo que conlleva que "los procesos de movilización del polvo normales cambien de ubicación, se produzcan cambios espaciales y haya modificaciones en la temporalidad".
Una montaña rusa primaveral
Cabe recordar, como aseguró en el pasado Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), a EL ESPAÑOL, que no hay suficientes estudios científicos que demuestren la correlación entre el cambio climático y el aumento de fenómenos como la calima y la lluvia de barro. Sin embargo, "en los últimos 100 años la superficie fuente del polvo, el Sáhara, ha aumentado su extensión un 10%", indicaba. Eso, afirmó, hace que sea "justificable" y "válido" atribuir a la crisis ecológica estos cambios.
Como indica la AEMET en su cuenta de X (anterior Twitter), es importante recordad que "en primavera se suceden los cambios bruscos de tiempo". Por eso, matiza, se verá sobre España, primero, "una masa de aire mucho más cálida de lo normal, que dará paso a otra más fría". Todo ello para que, posteriormente, "por nuestro entorno geográfico" merodee "aire muy cálido para la época". Una montaña rusa que, por otro lado, empieza a convertirse en la norma en un planeta con un clima cambiante.