El pasado 18 de marzo el parlamento de Gambia dio el primer paso para despenalizar la ablación o Mutilación Genital Femenina (MGF), que estaba perseguida por ley en el país desde 2015. Un retroceso que ha vuelto a poner de actualidad esta forma de violencia contra las mujeres y ha alarmado a las defensoras de los derechos humanos en África y las organizaciones que luchan contra esta práctica. En su alegato crítico advierten que es una práctica sobre la que existen aún muchos tópicos que impiden combatirla más eficazmente.
“Ha sido una bofetada. Aunque quedan trámites legales, pero no soy optimista”, explica desde Gambia Adriana Kaplan, antropóloga, investigadora y responsable de organización Wassu Gambia Kafo. En el país “tres de cada cuatro mujeres entre los 15 y los 49 años han sufrido mutilación, es un 73% de prevalencia. Nuestros informes dicen que la gente puede estar concienciada o conocer la ley, pero no denuncia porque sería denunciar a su madre, a su familia”.
Su ONG ha formado a más de 1.500 profesionales de la salud gambianos. Ha enseñado a crear protocolos, ha creado un manual para profesionales de la salud y ha elaborado varios informes para demostrar los problemas clínicos que conlleva la mutilación. Un estudio de Wassu de 2011 demostró que un 76% de las mujeres afectadas tenían complicaciones en el parto, además de problemas renales por infecciones urinarias.
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Más de 200 millones de niñas
Kaplan advierte de que se trata de una situación “muy compleja, en la que el papel de los profesionales de la salud es clave. La excusa ancestral es que se hace para mantener a la mujer más pura y mantener su virginidad. Entonces, una cosa puede ir detrás de la otra: niñas que en cuanto menstrúan son entregadas en matrimonio para evitar embarazados adolescentes, que son mutiladas cada vez más jóvenes…”.
Los estudios apuntan a que el riesgo de sufrir la MGF se reduce con el nivel de educación (no con el económico) y que cuanta mayor información se suministre más tiende a rechazarlo la población. "En algunas comunidades está tan arraigado que parece que se buscan excusas, aunque todos los motivos se pueden desmontar médicamente”, asevera Kaplan.
Los datos de UNICEF, que realiza un seguimiento de la prevalencia de la MGF, calculan que más de 200 millones de niñas y mujeres en el mundo han sufrido algún tipo de mutilación. La agencia de la ONU para la infancia estima, además, que otros 30 millones de niñas corren el riesgo de ser víctimas de la misma a lo largo de los próximos diez años.
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Organizaciones como Girls Not Brides, dedicadas a la lucha internacional contra el matrimonio infantil, señalan como nueve países se encuentran en la lista de los 20 principales tanto por los casamientos de niñas como por MGF: Burkina Faso, la República Centroafricana, Etiopía, Guinea, Liberia, Malí, Mauritania, Nigeria y Somalia. Las menores tienen más posibilidades de sufrir ambas formas de violencia en Sudán (53%), Somalilandia (52%), Sierra Leona (37%), Burkina Faso (39%) y Etiopía (36%).
Motivos religiosos
En Gambia no van tan de la mano, pero el retroceso actual tiene motivos religiosos: el pasado septiembre se condenó a una ‘circuncidadora’ y dos madres que habían requerido sus servicios a pagar una multa de más de 200 euros —una cifra alta para ellas— o un año de cárcel. El imam Abdoulie Fatty, de gran influencia en el país, pagó por ellas e inició una campaña animando a los gambianos a practicar la ablación y desafiar la ley, vinculando la MGF al islam.
La activista Isatou Touray, directora de la asociación Gamcotrap, que lucha contra la MGF, pidió la detención del líder religioso. Pero esta situación derivó en una reacción en su contra por entender que con ello atacaba a todos los musulmanes, que llevó a que la oposición llevase al parlamento la despenalización de la ablación.
“Vincular la ablación al Islam no tiene sentido, y se ve en que muchos países de mayoría musulmana no la practican: Marruecos, Argelia, Túnez, la misma Arabia Saudí”, advierte Kaplan. “Los imanes pueden decir que es una intromisión de valores occidentales, pero no es real. La estrategia tiene que ser llevarlo al terreno de la salud y vincularlo a la ayuda extranjera, al respeto por los derechos humanos”.
Del trabajo de campo se deduce que “mucha gente está de acuerdo con la ley, pero no quiere ser señalada como traidora en sus comunidades por denunciar a familiares o vecinas. En los últimos años, la prevalencia en las niñas ha bajado un 52% y ha sido más por explicarlo como una cuestión médica y concienciar, ese es el buen camino”.
Prevención desde Europa
Las organizaciones de prevención trabajan también desde Europa con las familias de la diáspora africana que se han asentado en nuestros países y que pueden tener un gran peso en este cambio de mentalidad. En el caso de España, a través de la Red Estatal Libres de MGF y organizaciones como Médicos del Mundo. Idoia Ugarte, enfermera, antropóloga, profesora de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y voluntaria de esta organización, nos explica que en las familias residentes en España el momento de riesgo suele ser en viajes al país de origen.
“La mutilación genital femenina se da también algunas zonas de Asia o Latinoamérica, pero es mayor en África”, explica. “El trabajo que hacemos es largo, son procesos de formación a profesionales de salud para que detecten el riesgo, pero también para que sepan intervenir sin caer en prejuicios”.
Ugarte considera muy importante “la mediación cultural, por ejemplo, para saber que la ablación no es un mandato religioso, no viene en el Corán, y que a veces las familias pueden reaccionar mal no porque se sientan ofendidas, sino porque no se les está sabiendo explicar bien la cuestión”.
“No se trata ni de etiquetar, ni de juzgar, ni de tener prejuicios, sino de interesarnos en salud. Siempre hablamos de factores de riesgo cuando hablamos de enfermedades, de problemas de salud pública. Y como tal hay que considerar la mutilación genital femenina”, asegura. “Nuestra experiencia es que, cuando tienen toda la información, tanto los hombres como las mujeres rechazan la práctica. Les han explicado que es algo bueno para la niña, pero si se les muestran la cantidad de infecciones que puede provocar, por ejemplo, cambian de idea”.