Desde su incorporación en 2020 al catálogo español de especies exóticas invasoras del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), el alga asiática no ha dado tregua a las costas del sur de España. La Rugulopteryx okamurae fue identificada hace casi una década en las costas de Ceuta, pero se ha ido expandiendo por el litoral de Málaga y Cádiz hasta marcar hoy su territorio en todas las provincias andaluzas bañadas por el mar.
Esta especie ha liderado en poco tiempo una invasión sin precedentes que amenaza a la biodiversidad local y plantea daños económicos en estas regiones. Ya en 2022, el presidente de la Federación Andaluza de Asociaciones de Pesca Artesanal (FENAPA), José Manuel Dávila, advirtió que sus efectos en las costas gaditanas estaban "empeorando cada día", hasta el punto de suponer un desastre ambiental "a la altura del Prestige, aunque no tenga tanta difusión en medios".
El goteo de planes dirigidos a su control no ha cesado desde entonces; el último, adelantado al verano —cuando la presencia de algas es mayor por el aumento de las temperaturas—, viene propuesto por un grupo del Instituto de Investigación y Formación Agraria, Pesquera y Alimentaria (IFAPA), que actualmente investiga cómo el erizo de mar, una especie casi desaparecida por los excesos del consumo humano, sería capaz de paliar estos daños si se lograra recuperar su población.
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Este animal es conocido por formar parte del paisaje costero andaluz y porque protagoniza uno de los platos más demandados en las terrazas cuando llega la temporada estival. Pero no solo eso: su captura ha constituido históricamente una tradición en múltiples puntos de nuestra geografía. En Cádiz, esta alcanza picos máximos en La Erizada, fiesta previa al carnaval. En Asturias incluso se celebran festivales dedicados a los oricios, como los denominan en el norte.
Sin embargo, el erizo se ha convertido en una especie amenazada por la captura ilegal, que ha aumentado paulatinamente; así como por las continuas subidas de las temperaturas del agua, que han afectado a numerosas especies de invertebrados creando el escenario perfecto para el asentamiento del alga invasora asiática, que ya es una "especie autóctona", porque es prácticamente "la única que queda", lamentaba Dávila hace dos años.
La solución: repoblar el erizo
Los investigadores de IFAPA plantean ahora que el erizo de mar podría desempeñar un importante rol en la limpieza de las playas españolas, ya que estas plantas son su sustento habitual. "Tras diseccionar los estómagos y con herramientas genéticas comprobamos que consumen esa alga en el medio natural, sin tener preferencias; comen de las que haya y en la misma proporción", apuntó Ismael Hachero, investigador del Instituto, en declaraciones recientes a EFE.
Esta es la conclusión que el equipo extrae tras más de tres años analizando estanques y recogiendo muestras en el litoral de Sotogrande (Cádiz), donde el alga está presente desde 2016; La Herradura (Granada) y Almería. Comprobaron que los erizos de estas zonas se nutren de una dieta de alga asiática. Su objetivo ahora es investigar hasta qué punto la repoblación de esta especie podría acabar con las invasoras, que han ocupado las rocas donde solían colocarse las larvas de los equinoideos antes de que estos desaparecieran poco a poco.
La situación de estos pequeños animales de caparazón punzante es crítica: en octubre de 2023, la Junta Andalucía puso freno a su captura y venta a través de una resolución por la que decretó temporalmente el cierre de la pesquería del erizo de mar y de las ortiguillas. Las razones que se esgrimieron sobre la amenaza a estas especies es que, aunque antiguamente se limitaba su consumo a la provincia de Cádiz, ahora también se ha extendido a toda la comunidad y a otras regiones como Galicia, provocando un aumento de la actividad extractiva.
Su miedo… ¿también es beneficioso?
En España, la acción de los erizos podría poner fin a las plagas de alga asiática en el sur peninsular. Sin embargo, y paradójicamente, estos son a la vez héroes y villanos de la biodiversidad que habita en el mar. Tanto que incluso estudios llevados a cabo en otros países llegan a contemplar el hambre y el miedo —dos reacciones que van de la mano— de este animal como algo positivo que podría ayudar a preservar los bosques submarinos, por ejemplo, de costas como las australianas.
Así lo aseguró en 2019 una investigación dirigida por el Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC), la Universidad de Western Australia y la Nature Conservation Foundation publicada en la revista científica Ecology. El texto examinó cómo el miedo de algunos erizos de mar a ser depredados cambia a medida que estos crecen y midió su respuesta con depredadores y sin ellos, a través de las marcas de herbivorismo que dejan en las rocas dentro y fuera de una reserva marina.
Su temor a convertirse en las presas de otros animales podría ser beneficioso porque, según explicó hace cinco años el investigador catalán Albert Pessarrodona, los erizos de mar "pueden llegar a pastar en exceso" y hacer desaparecer completamente los bosques submarinos, mientras que "si existen depredadores que los asusten, esto no llega a pasar". En concreto, los erizos de gran tamaño son los que tienen una mayor capacidad de ingerir algas y pueden tener un papel más perjudicial para los bosques de algas.
Los biólogos han advertido de la importancia de este estudio porque "algunas de las áreas donde estaban los bosques submarinos más exuberantes han pasado a ser desiertos submarinos, paisajes sumergidos desprovistos de vegetación, donde domina la roca desnuda y con grandes densidades de erizos de mar". Esto también podría acarrear riesgos a la salud humana si se tiene en cuenta que muchas especies de erizos de mar son venenosas, si bien no es el caso del erizo de mar del Mediterráneo.