Como un influencer de viajes, pero al asomarse desde el barco no cuenta las ventajas de hacer un crucero, sino que enseña un iceberg. Más que hablar de precios, cuenta cómo es hacer pruebas de contaminación bajo el frío y la lluvia en el Polo Sur. O que, aunque vea elefantes marinos, no puede acercarse a ellos. O que, cuando está investigando en la Antártida, sus necesidades van a un bote que se lleva de vuelta: no pueden quedar restos de su estancia en el lugar.
Es la aventura del físico madrileño Javier Méndez, investigador del Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid, perteneciente al Centro Superior de Investigadores Científicas (CSIC). Él acaba de regresar a España tras varios meses de viaje hasta el Polo Sur para “capturar el aire”. Dicho de manera menos poética, lo que ha hecho es estudiar las bacterias y otros microorganismos que el viento lleva hasta la Antártida para así poder conocer mejor las corrientes de aire de la zona.
Méndez ha tenido este 2024 su segundo viaje dentro del programa MICROAIRPOLAR, en el que participan también la Universidad Autónoma de Madrid e investigadores alemanes y coreanos. En su primera visita al punto más al sur del planeta estuvo enviando fotos y audios a varios amigos por el móvil, cuando tenía cobertura, pero este año su centro del CSIC le propuso llevarlo a redes sociales. Así nacieron una docena de vídeos publicados en TikTok, Instagram o Twitter en los que se convertía en un influencer de viajes y divulgador de ciencia, todo un poco sui generis.
“Se trata de estar muy aislados, así que ni siquiera estábamos en una de las bases españolas, aunque sí que visitamos la Juan Carlos I”, explica al teléfono, ya de vuelta en España. Las condiciones, cuenta, son "bastante duras".
"Duermes en tiendas de campaña, con sacos de dormir de alta montaña, por supuesto sin agua corriente ni servicios…", dice. Y confiesa: "Además, es una zona donde hay que tener mucho cuidado con contaminar el medio ambiente, así que cuando vas a la tienda de campaña que sirve de baño, tienes tu bote. Tus excrementos de esos 15 días salen de allí contigo, no los puedes dejar atrás".
El científico continúa con su relato: “Al volver no era consciente de lo que se habían difundido los vídeos, me preguntaba por redes cómo estaba gente que ni conocía”. Aparte de la higiene, lo que más suele sorprender a propios y extraños, dice, es “que no hay nieve. Tenemos la idea de que la Antártida es todo blanco, pero en la zona donde estuvimos no la hay porque se la lleva el viento. Tiene vientos de 40 kilómetros por hora y una humedad del 95% o 99%”.
Méndez fue contando su viaje a Argentina o la salida en barco, desde Punta Arenas, el punto más al sur del país latinoamericano, en el estrecho de Magallanes. Gracias a él, las redes del ICMM-CSIC permitieron echar un vistazo a cómo trabaja el Buque de Investigación Oceanográfica Hespérides, uno de los más importantes en investigación polar.
La parte más interesante, la de sus 15 días en la Antártida —en concreto en la península de Byers, en la isla de Livingstone—, la hizo a base de enviar solo foto y texto, que otra persona leyó en los vídeos. Por lo que sea, por allí no acaba de haber buena cobertura.
Como físico especialista en microscopia, su trabajo consistía en encargarse de los colectores, enormes tubos de varios metros de alto que capturan a través una pieza impregnada con vaselina los microorganismos del aire antártico. Identificar esas bacterias —con técnicas de secuenciación genética parecidas a las de los célebres PCR médicos, aunque con diferentes objetivos— sirve para conocer mejor el funcionamiento de las corrientes de aire y del medio ambiente antártico.
Méndez se ha grabó montando una de esas torres y con una batería a la espalda, una instalación que pone a prueba el compromiso de los investigadores. Una de las noches de su estancia de 15 días la pasaron junto a sus instalaciones con lluvia intensa, y el frío propio de la zona, aunque sea su verano. “Los guías pensaban que estábamos locos”, comenta.
El viaje de vuelta, de nuevo en el Hespérides, tuvo algunas de las imágenes más espectaculares, con oportunidad para echarle un ojo a la base Gabriel de Castilla, española, o las argentinas y chilenas. Tampoco es un crucero de placer: aunque por razones obvias no pudo grabarlo, Méndez tuvo tiempo de explicar el traje especial que hay que ponerse para el trayecto en lancha entre el buque —que no tiene donde atracar en mitad de la nada— y la playa. Un mono cuya función básica es evitar que alguien muera helado si cae por la boda.
“Al final, por lo que más me preguntan es por los animales”, explica el físico. “Una de las primeras cosas que hago cuando doy una charla es preguntar '¿sabéis si los osos polares comen pingüinos'? La respuesta es que no, porque los osos polares viven en el polo norte y los pingüinos en el polo sur. O sea, que no se encuentran. Lo hago para adelantarme a cuando me preguntan en los colegios si duermes con miedo a que aparezca un oso polar. Pues no, porque no hay”, cuenta.
Eso sí, uno de los penúltimos episodios del viaje de Méndez desde campamento Byers lo titularon ¿Ataque de lelobos marinos? Un grupo de estos mamíferos, en una de las espectaculares playas antárticas, se quiso acercar demasiado a una de las torres.
Con tanta precaución medioambiental, los científicos tienen estrictamente prohibido acercarse a los animales, que además no son precisamente simpáticas mascotas. En el vídeo uno sufre un poco con ellos mientras intentan espantar al pequeño animal sin interactuar demasiado, le indican al investigador alemán en inglés que ni se le ocurra jugar con él… y acaba como muchos vídeos de influencers: “Tranquilos, está todo grabado”.