"Conseguir el mayor número posible de toneladas de CO₂ en el suelo, inyectadas de forma segura y mineralizadas". El objetivo declarado de la startup islandesa Carbfix —nacida de la mano de una investigación conjunta de Reykjavik Energy, la Universidad de Islandia, el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS) y la Universidad de Columbia (EEUU)—. Su método no se encasilla dentro de los proyectos tradicionales de captura de carbono, considerados poco seguros y muy costosos; va más allá: han ideado un método que convierte el CO₂ en roca.
"La idea de Carbfix consiste en imitar y acelerar un proceso natural mediante el cual el CO₂ disuelto y las formaciones rocosas reactivas interactúan para formar minerales carbonatados termodinámicamente estables, proporcionando así un depósito de carbono permanente y respetuoso con el medio ambiente", recoge su página web.
En 2012, el equipo internacional de investigadores e ingenieros comenzó a inyectar dióxido de carbono (CO₂) en una roca basáltica porosa, formada por lava enfriada, en un centro de pruebas subterráneo del suroeste de Islandia. Dos años después observaron que casi todo el CO₂ se había convertido en minerales carbonatados. Estas pruebas piloto fueron documentadas en un artículo publicado en la revista Science en 2016.
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La directora del proyecto, Edda Sif Aradottir, describió en una ocasión este proceso como "hacer agua de bebidas carbonatas", el CO₂ del vapor se captura y se disuelve en grandes cantidades de agua. Esta agua efervescente se bombea al lugar de inyección, donde las reacciones químicas convierten el CO₂ en minerales. Atrapado en la roca, el CO₂ no puede filtrarse del subsuelo a la atmósfera. Se trata, de esta manera, de una especie de sumidero de carbono artificial.
Después de los ensayos preliminares, la actividad se trasladó a la central geotérmica de Hellisheidi —la más grande del mundo—, a unos 30 kilómetros de la capital islandesa, Reikiavik. Allí erigieron una pequeña cúpula geodésica donde el CO₂ de la central se mezcla con el agua extraída del subsuelo y se inyecta en la roca basáltica, en el suelo del área volcánica.
En los nueve años que la empresa empezó a inyectar el CO₂ de la central, el 95% se convirtió en roca en el subsuelo en menos de dos años, afirma Ólafur Teitur Guðnason, responsable de comunicación de Carbfix, a la agencia de noticias Reuters. "Nuestra tecnología acelera procesos que normalmente tienen lugar en escalas de tiempo geológicas. En lugar de tardar miles de años (en mineralizar el CO₂ en la roca), nosotros lo hacemos en dos años", describe.
24,8 dólares/tonelada de CO₂
"Es importante distinguir entre nuestro método y la Captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés) tradicional", insistió Guðnason a Reuters. Cabfix está a la vanguardia de las tecnologías de captura directa de carbono, que atrapa los gases de efecto invernadero que emiten las chimeneas y escapes de las fábricas. "En realidad no estamos almacenando el CO₂. Lo estamos secuestrando permanentemente como mineral", añadió.
"El coste de las operaciones de in situ en Hellisheiði es de 24,8 dólares/tonelada, inferior al precio medio reciente de una cuota de carbono en el Sistema de Comercio de Emisiones de la UE", recogen en su página web. Y defienden que su método es mucho más barato que otros que se aplican en la actualidad. Lo comparan con el que hace uso del ácido sulfhídrico o H2S —un gas incoloro, inflamable, con olor a huevo podrido— en azufre elemental o ácido sulfúrico: cuesta entre un 3% y un 30% menos.
Una de las tuberías que transportan CO₂ a la cúpula geodésica se sitúa a unos cientos de metros del emplazamiento, donde la startup suiza Climeworks —empresa en la que magnates tecnológicos de la talla de Elon Musk y Bill Gates tienen el ojo puesto— inauguró en 2021 la primera planta de Captura directa de aire (DAC, por sus siglas en inglés) del mundo, capaz de capturar 4.000 toneladas métricas de CO₂ al año. Y cerca de allí se está construyendo su segunda planta, Mammoth, cuya inauguración se espera este mes de mayo.
Un proyecto replicable
Desde Carbfix creen que su modelo se podría replicar en otros lugares. Lo único que hace falta son grandes cantidades de agua desalinizada —unas 25 toneladas de agua por tonelada de CO₂ almacenado—. No obstante, esto podría cambiar pronto; están trabajando para que sea posible emplear agua salada.
Tal como ha podido saber la agencia de noticias Reuters, en abril del año pasado Carbfix realizó pruebas, en colaboración con el proyecto de investigación y desarrollo con el gobierno suizo CO2SeaStone, con agua de mar procedente de tres contenedores cargados de CO₂ que estaban aparcados fuera de la cúpula geodésica. Lo que se testó es si sería posible utilizar agua de mar sin que la mineralización fuera alterada.
Carbfix afirmó en aquel momento y en presencia de periodistas que, de tener éxito, "ampliaría significativamente la aplicabilidad de la tecnología", que utiliza 20 toneladas de agua por cada tonelada de CO₂ almacenada, a zonas del mundo geológicamente prometedoras pero carentes de suministro de agua subterránea, como África y partes de Asia.
En cuanto a la roca inyectable, Sandra Osk Snaebjornsdottir, geóloga que trabaja para la startup islandesa, señalaba en declaraciones a la BBC que "es el tipo de roca más común en la Tierra, cubre la mayor parte de los fondos oceánicos y alrededor del 10% de los continentes". Por esa razón, soslayó, "dondequiera que haya basalto y agua, este modelo funcionaría".