Imagínese ir al mercado o a la tienda de su barrio, comprar una porción monodosis de, por ejemplo, una macedonia de frutas y, directamente, pegarle un 'bocado' al envase que la recubre. Algo por el estilo es lo que buscan conseguir desde el proyecto de investigación Prevencpack, que se está desarrollando desde hace un año en el Centro Tecnológico AINIA, en Paterna (Comunidad Valenciana).
Esta iniciativa propone ir un paso más allá en esos recubrimientos comestibles que, explica Jose Ángel Garde, responsable del proyecto, "tienen muchísimos años" y, por tanto, no son nada nuevo. "Se basan en aplicar recubrimientos a base de ceras, proteínas o polisacáridos a algunos alimentos que la legislación lo permite con la finalidad fundamentalmente de retrasar su deterioro", explica.
Un ejemplo muy visual es, dice este doctor en Farmacia, "el típico brillo de las manzanas" en el supermercado. Este, explica, se produce porque se "les aplican recubrimientos". Al final, matiza, "es como pasarle betún a una pieza de fruta para que quede brillante como un zapato".
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Y aunque eso de embadurnar una fruta u otro producto alimenticio en un recubrimiento para que se conserve mejor haga que se arquee más de una ceja, su lógica es aplastante. Para entenderlo, Garde usa el símil de la cobertura de chocolate de un bizcocho: "Un bizcocho bañado en chocolate resulta que te dura más tiempo que si no lo lleva". Y es que ese recubrimiento lo que está haciendo es retrasar su endurecimiento.
Reducir los plásticos
La tecnología que están investigando a través del proyecto Prevencpack en el Centro Tecnológico AINIA tendría, simplificándolo mucho, un efecto similar a lo que consigue esa capa de chocolate sobre el bizcocho. Todo, aprovechando la creciente "presión" para reducir a la máxima expresión el uso de plástico en el envasado de los productos. Pues desde la Unión Europea se empiezan a imponer normativas restrictivas de este producto contaminante, especialmente en su modalidad de un solo uso.
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"Esta presión política y social para utilizar menos materia en los envases de alimentos, lo que nos está conduciendo es a utilizar materiales que son menos protectores de los alimentos", indica Garde. Y ahí entra en juego su equipo de una decena de investigadores.
"Una posible estrategia es utilizar recubrimientos comestibles, o envases comestibles, o bien utilizar otros sustratos de materiales envase como puede ser el papel", explica. Y puntualiza: "Pero si yo utilizo papel para envasar un alimento, lo puedo utilizar en unos usos muy concretos, porque sus prestaciones y la protección que aporta está muy lejos de la de los plásticos, y la resistencia que tiene frente a los alimentos también está muy lejos". Ese papel, por tanto, también requeriría de protección extra.
Eso es, precisamente, lo que hace el proyecto Prevencpack. Se trata, por tanto, de "formulaciones de recubrimientos que pueden ir o bien para recubrimientos comestibles sobre alimento, sobre envases celulósicos para mejorar sus prestaciones de protección frente a la humedad, o también para obtener envases comestibles".
Garde presentará el proyecto que lidera en el evento meetechSpain, organizado por la Federación Española de Centros Tecnológicos (Fedit), el próximo mes de junio en Madrid. Y, dice, volverá a usar la metáfora del paraguas que usó en la presentación a medios de las jornadas para explicar en qué consiste: "Prevencpack es un paraguas que acoge estas tres iniciativas: recubrimientos comestibles, envases comestibles y recubrimientos para sustratos celulósicos".
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Se puede decir, explica Garde, que "a grandes rasgos", y simplificándolo mucho, "una misma formulación de un recubrimiento se puede utilizar para recubrimiento comestible, recubrimiento de un sustrato celulosa —o sea de un papel o un cartoncillo— o para obtener un recubrimiento con un envase comestible". Eso sí, insiste, "con las debidas modificaciones en la formulación".
Un proyecto de investigación
Eso sí, matiza Garde, no todos los alimentos son susceptibles de que puedan llevar este recubrimiento. Pues, ahí, recuerda, "topamos con la legislación". Si un producto es fresco, "el uso de cualquier tipo de recubrimiento comestible está muy limitado".
Aunque, en realidad, este es un problema de futuro: aún quedan al menos 6 meses para que este proyecto de investigación tenga unos "resultados trasladables al mercado". Por el momento, llevan un año trabajando en estos 'envases' comestibles, y las perspectivas son esperanzadoras. Pero, insiste Garde, "es un proyecto de investigación y no todo lo que se está utilizando en ella tiene por qué ser de aplicación directa".
Para dar ese salto y acabar envolviendo los productos de los lineales del supermercado queda por delante aún un arduo camino. Y, sobre todo, falta "conocimiento". El responsable del proyecto matiza sus palabras: "Hay que ver qué propiedades aportan estos materiales y si realmente son interesantes, ya habría que pasar a su aprobación por el organismo competente para la producción de este tipo de sustancias para los alimentos". Es decir, la 'pelota' estaría en la Agencia Española de Seguridad Alimentaria. Y ahí, asegura, se dilatan más los tiempos.
Las limitaciones de estos envases
El fin último del proyecto, dice, es encontrar una solución para "utilizar menos envases basados en plástico y usar envases más sostenibles". Porque, añade, "el envase comestible, hoy por hoy, nunca nos va a permitir prescindir de los envases plásticos".
Este tipo de materiales que estudian en este proyecto valencia presenta una obtención "compleja" y una limitación clara: respetar y cuidar de la higiene de los alimentos. "No tiene sentido que me lo lleve directamente a la boca o lo utilice como alimento" después de haber estado en un lineal, explica el científico.
Por eso, lo que buscan con este proyecto de investigación es que se "permita utilizar envases plásticos que sean más fácilmente reciclables, más simples y más sencillos". Porque, a fin de cuentas, reconoce, los envases comestibles tienen "sus limitaciones".