El pasado martes, 7 de mayo, dos trabajadores fallecieron por el derrumbe de un edificio en rehabilitación en Madrid. Tras confirmarse la noticia, la comunidad autónoma y el Ayuntamiento trasladaron sus condolencias a los allegados. Pero a menos de 48 horas del suceso, la obra ha vuelto a sumar otro dramático incidente en Bilbao: cinco operarios han resultado heridos mientras trabajaban en un bloque en el casco antiguo de la ciudad.
No es ninguna novedad que el sector del ladrillo es uno de los más expuestos a los accidentes laborales. Solo entre enero y febrero de este año, acumuló 12.875 sucesos con baja, quedando por detrás de la industria manufacturera, y 24 defunciones en jornada, según las estadísticas publicadas por el Ministerio de Trabajo y Economía Social. Además, en 2023 fallecieron 131 personas, lo que suma una muerte cada 2,79 días, aproximadamente.
Estos datos se pusieron sobre la mesa en marzo, cuando el Gobierno, la patronal y los sindicatos comenzaron las negociaciones para que los trabajadores que desempeñan sus funciones en profesiones consideradas de riesgo por sus exigencias físicas puedan jubilarse de forma anticipada sin perder dinero. Hacerlo lleva, al menos de momento, una penalización, por lo que el colectivo pide que se apliquen en él los mismos coeficientes reductores que tienen, por ejemplo, los mineros, otra profesión con una abrumadora tasa de siniestralidad.
[Mueren dos obreros aplastados al desplomarse el forjado de un edificio en rehabilitación en Madrid]
Una semana trágica
Los datos del Ministerio evidencian los motivos por los que se producen los accidentes en el trabajo: el sobreesfuerzo del sistema musculoesquelético, los choques contra objetos y el contacto con materiales punzantes o cortantes son los que más se repiten. Todos son factores a los que se exponen los obreros. Además, por las condiciones en las que se desarrolla su jornada, las secuelas derivadas de este tipo de accidentes pueden ser más graves que en el caso de quienes no tienen que trabajar a varias alturas, como hacían los operarios de la capital bilbaína.
Los cinco resultaron heridos, pero ninguno de gravedad, y fueron trasladados al hospital. Según el alcalde de la ciudad, Juan Mari Aburto, las primeras hipótesis apuntan a que se trata de un accidente provocado "por acumulación de escombros" en el cuarto piso, que ha cedido sobre el tercero, y "un forjado con vigas muy antiguas", explicó a los medios.
El incidente ha acarreado el despliegue de medios nacionales y autoridades porque es el segundo que ocurre en solamente una semana. El pasado 7 de mayo, dos trabajadores perdieron la vida y uno resultó herido grave tras desplomarse el forjado de cemento de ocho toneladas de hormigón de un edificio en rehabilitación. Situado en el distrito de Fuencarral-El Pardo de Madrid, el inmueble estaba destinado a ser una residencia de estudiantes.
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, anunció que la Inspección investigará el accidente. Tras este, el edificio quedó inestable, lo que complicó inicialmente las labores de búsqueda de los fallecidos. Por su parte, la rama de Comisiones Obreras (CCOO) en Madrid aseguró que las medidas de seguridad "han fallado" y exigió "cumplir" la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, así como con "la protección" de los trabajadores.
El riesgo de derrumbe es un factor que se debe tener especialmente en cuenta considerando que España tiene el objetivo de rehabilitar 1,2 millones de edificios para el año 2030, que casi el 90% de los hoy construidos son anteriores al último Código Técnico de la Edificación (CTE), y un 60% son anteriores a la aplicación de la NBE-CT 79, la primera normativa de construcción que incluye criterios de eficiencia energética en España.
Este país tiene mucho trabajo por delante y el hecho de que se desempeñe al aire libre acarrea ciertos riesgos. Entre otros, la exposición a olas de calor en verano, motivo por el que en 2023 el Gobierno aprobó un paquete de medidas que incluía la prohibición de trabajar en estas actividades en las horas de máxima exposición solar cuando haya alertas por calor extremo.
El real decreto ley cambió la legislación correspondiente a la prevención laboral, obligando a las empresas a modificar el horario de los trabajadores, reducir e incluso suspender la jornada laboral si es necesario. También estipuló que las empresas que no cumplan con esta medida estarían expuestas a multas de casi un millón de euros.
Más problemas fuera de la obra
Pese a los avances normativos de los últimos años, la obra sigue siendo una profesión ligada a la etiqueta de la precariedad: las largas jornadas de trabajo y las dificultades en la conciliación marcan el día a día. Según encuestas recientes, los jóvenes la conciben como una opción profesional poco atractiva. Mientras hace 15 años, en pleno estallido de la burbuja inmobiliaria sobraban perfiles como albañiles o encofradores, ahora escasean.
El sector demanda la incorporación de 700.000 profesionales, en un momento en el que cada vez hay menor predisposición en las nuevas generaciones a subirse al andamio, pero la cifra de mujeres que quieren formarse en el trabajo manual de la obra crece exponencialmente. El año pasado, el número de afiliadas a la Seguridad Social ascendió a 156.647, superando en un 4% el ascenso de mujeres profesionales del año anterior.
La masculinización del sector repercute negativamente en los trabajadores. O, al menos, así lo afirma un estudio llevado a cabo en Australia, país en el que estos se exponen a un riesgo de suicidio dos veces mayor en comparación con otras industrias. Las encuestas realizadas por Black Dog Institute, el equipo de investigación más influyente del país en esta materia, revelaron que tener responsabilidades poco claras y un control limitado sobre cómo los trabajadores hacen su trabajo son factores de riesgo clave.
"Con el tiempo, estos desafíos contribuyen al estrés, el agotamiento y la mala salud mental, especialmente cuando se combinan con las altas exigencias laborales de la industria de la construcción", explicó entonces Andrew Arena, principal autor del estudio. Este también indicó que el 25% de los empleados que necesitaban apoyo de salud mental nunca accedieron a él. "Los trabajadores de la construcción suelen tener una fuerte preferencia por ser autosuficientes y evitar hablar de sus emociones, dos cosas que obstaculizarán la obtención de ayuda cuando la necesiten".
En España, al tiempo que las empresas constructoras temen verse en un futuro problema de relevo generacional, muchos trabajadores viven con miedo a perder su trabajo. La obra es la tercera actividad más expuesta a la inseguridad laboral (con un 14,7%), por detrás de las actividades artísticas (16,3%) y el transporte y almacenamiento (15,1%), según el informe más reciente del Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST).
Prevenir para un futuro mejor
Mecanismos como los protocolos de prevención son fundamentales para reducir las cifras de mortalidad. Capacitar a los empleados para afrontar los peligros de su puesto con garantías y protegerse adecuadamente puede salvarles la vida. En los últimos años, se ha visto un auge en el desarrollo de formaciones en seguridad que emplean realidad virtual para recrear y actuar ante los peligros presentes en una obra, pero por el momento la tendencia de los accidentes sigue sin cambios.
Además, es de suma importancia garantizar que se disponga y, sobre todo, que se utilice un material adecuado para poder afrontar con éxito el control de las posibles situaciones de emergencia que puedan producirse en la empresa. Elementos adaptados a la construcción como el casco de seguridad, los guantes, las orejeras, las gafas o el calzado son clave para protegerse ante la caída de elementos pesados, lesiones oculares, quemaduras…