El mismo fin de semana en que India termina las elecciones más largas del mundo, hay un lugar remoto donde 5.000 vecinos recogen desencantados las mismas urnas a las que han acudido para votar por su supervivencia. En la isla Ghoramara, en Bengala Occidental, no hay asunto —ni la política, ni la sanidad, ni el crecimiento económico— que preocupe más que el calentamiento global. Y es que de esta queda poco más que las migajas de lo que solía ser antaño: ha perdido más de la mitad de su territorio en unas décadas, y su desaparición es inminente.

Orilla de la isla de Ghoramara (India). Avijit Ghosh Reuters

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Ubicada a 150 kilómetros del sur de Calcuta, se extiende a lo largo de unos cinco kilómetros cuadrados cada vez más devorados por las olas del océano Índico. Cualquier alerta de tormenta es una mala señal para la isla, de la que han huido más de 20.000 personas en busca de una vida mejor tras ver cómo sus casas, escuelas y oficinas iban quedando sumergidas en el agua. Considerados los primeros refugiados climáticos del país asiático, aquellos que emigraron se iban estableciendo en las regiones de Kakdwip, Gangasagar, Calcuta y Diamond Harbour. 

En 2024, aún queda vida en Ghoramara. La gente convive con la incertidumbre, y, si bien ha intentado encontrar soluciones para salvar su hogar, la falta de recursos y la mala planificación han llevado a una situación de inestabilidad. No hay suministro eléctrico y los residentes dependen de cargadores solares. Con las crecidas del mar, la fractura de los muros de contención se ha convertido en algo cotidiano para una población que construye una y otra vez terraplenes para proteger sus casas del capricho de la naturaleza.

 

Grupo de trabajadores reconstruyendo una escuela arrasada en 2021. Avijit Ghosh Reuters

En mayo, en el contexto de las elecciones presidenciales, Reuters visitó la isla para retratar el día a día de sus habitantes. Allí, el trabajo es duro y la naturaleza marca los ritmos de vida: una de las fotografías captadas por la agencia muestra cómo un grupo de obreros reconstruye la escuela Khasimara Nimno Buniyadi en una nueva ubicación, después de que el edificio anterior fuera arrastrado a un río en 2021.

Ghoramara tiene dos colegios en los que los niños reciben las lecciones de profesores que viajan desde otras ciudades cercanas expresamente para impartir clase. La educación queda garantizada así, pero los planes de futuro son limitados en la isla. Tanto que los jóvenes ni siquiera tienen grandes esperanzas en lo que respecta a formar una familia: la situación es tan compleja que los padres se niegan a que sus hijas se casen con hombres locales, porque consideran que no hay futuro en el lugar.

Varios residentes locales escuchan una radio durante una tarde en una zona del mercado de Ghoramara. Avijit Ghosh Reuters

Esta isla castigada por los ciclones es un reflejo del impacto del cambio climático en el medio ambiente. Mientras el norte de Ghoramara se desgasta por la corriente del río Hooghly, en el sur, el nivel del mar ha aumentado significativamente en las últimas décadas, lo que ha llevado a la erosión acelerada de la isla y al aumento de la salinización de las tierras que pueden cultivarse. 

La gente se reúne por la noche en el mercado, una hilera de tiendas que abre cuando pescadores y agricultores regresan del trabajo. La economía de subsistencia de los lugareños se basa principalmente en el cultivo de arroz y de hojas de betel. En cuanto al transporte, para viajar fuera, los vecinos deben usar el ferry que atraviesa el río Hoogly. Sin embargo, incluso las conexiones de este se han reducido a medida que los residentes han ido abandonando Ghoramara.

Algunos, como Jhumpa, solo han visto Delhi, Mumbai y Calcuta "en las películas". Así lo aseguraba India Today en un reportaje publicado en 2023, donde la joven de 23 años también explicaba que "he salido de esta isla solamente una vez en mi vida" y defendía firmemente que "este es mi mundo, no importa cuando se hunda". Como se explica en el diario indio, fue en 1960 cuando se notó por primera vez el impacto del cambio climático en la zona, ganándose el interés de equipos internacionales de científicos que bautizaron Ghoramara con un nuevo apodo: el de la isla que se hunde

Niños buscando peces en el fango de la isla. Avijit Ghosh Reuters

Desde entonces, cuatro de sus aldeas han sido devoradas por el mar, y otras tres han quedado parcialmente sumergidas. Este año, los candidatos a la presidencia han hecho campaña en la isla poniendo el calentamiento global en un primer plano. El pasado 1 de junio se cerraron las urnas en las ocho regiones de la India y, aunque la Comisión Electoral no ofrecerá resultados oficiales hasta el próximo martes, Narendra Modi ya se prepara para su tercera victoria consecutiva. 

Un hombre instala un cartel con líderes y candidatos del All India Trinamool Congress, un partido político regional, para las elecciones generales, a 18 de mayo de 2024. Avijit Ghosh Reuters

El gobierno indio estima que, para el año 2035, Ghoramara dejará de existir. Aunque en varias ocasiones se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de lanzar un plan para cerrarla y trasladar a sus habitantes a la isla vecina Sagar, lo preocupante es que esta evacuación no establece ningún tipo de apoyo económico específico, lo que dejaría a los habitantes desprovistos de cualquier apoyo para rehacer su vida lejos del azote del mar.