Raquel Nogueira Agencias

La reina del misterio, Agatha Christie, lo dijo ya con el título de uno de sus clásicos: Los elefantes pueden recordar (1972). La ciencia, además, le da la razón. Un estudio llevado a cabo en el Parque Nacional Ethosa (Namibia) demuestra que los paquidermos tienen unas capacidades cognitivas y de memoria espacial a largo plazo extraordinarias. Pero no es en lo único que destacan.

Ahora, una investigación llevada a cabo durante 4 años en dos reservas naturales de Kenia demuestra que los elefantes también se ponen nombres entre ellos y responden cuando otros miembros de la manada les llaman. El estudio, realizado en la reserva de Samburu y en el Parque Nacional de Amboseli, ha sido publicado en la revista Nature Ecology and Evolution el pasado lunes 10. 

Pero se preguntará cómo saben los investigadores que los elefantes se hablan entre ellos. Durante 14 meses, realizaron un trabajo de campo intensivo que no consistía en otra cosa que en seguir a los paquidermos en un vehículo y grabar, como recoge la Agencia Efe, hasta 470 llamadas distintas entre 101 ejemplares que se dirigían a 117 receptores únicos.  

Después, los investigadores pasaron a reproducir antes el mismo grupo de elefantes todas las llamadas (o conversaciones) grabadas. Fue en ese momento cuando se dieron cuenta de que cada elefante reaccionaba al escuchar su nombre. ¿Cómo? O bien acercándose al interlocutor o devolviéndole la llamada

Asimismo, cada paquidermo respondía al escuchar su propio nombre, pero no el de otro de los animales de su manada. Fue eso lo que hizo a los investigadores llegar a la conclusión de que reconocen los sonidos vocales asociados a su nombre en concreto. 

Como los humanos, explica el estudio, los elefantes no usan el nombre de sus compañeros de manada continuamente. Más bien, se lo 'guardan' para llamar a otros paquidermos que están a una distancia considerada o, incluso, para comunicarse con las crías. 

No solo cuestión de nombres

La capacidad de los elefantes para comunicarse va mucho más allá que reconocer sus nombres. Como ya se explicó en ENCLAVE ODS, una investigación anterior en Kenia demostró que estos animales 'hablan' entre sí a través de distintos sonidos, como retumbos de baja frecuencia que se pueden transmitir a distancias de hasta 6 kilómetros.

Los autores de aquella investigación, además, sostenían que "la investigación difumina la línea entre lo que creemos que es único en el lenguaje humano y lo que se encuentra en otros sistemas de comunicación animal". Y es que una de las características del lenguaje humano hablado es el uso de 'etiquetas vocales', es decir, un sonido aprendido que se refiere a un objeto concreto o un individuo específico.

El uso de estas etiquetas vocales es lo que viene a refrendar, nuevamente, el estudio publicado esta semana. Como recuerdan en EFE, sucesivas investigaciones han evidenciado cómo las llamadas "transmiten todo tipo de información, como la identidad, la edad, el sexo, el estado emocional y el contexto conductual del interlocutor".

Su capacidad comunicativa es tal que llegan, incluso, a coordinar movimientos de toda una manada. Además, sus vocalizaciones abarcan un amplio espectro de frecuencias, entre las que se encuentran los sonidos infrasónicos que el oído humano no puede percibir.  Pero los elefantes también utilizan el olfato, la vista y el tacto para comunicarse.

Lloran y entierran a sus muertos

Este mismo mes, además, otra investigación descubrió que los elefantes no solo lloran a sus muertos —algo que la comunidad científica lleva años asegurando—, sino que también los entierran. Especialmente a sus crías fallecidas. Este estudio, publicado en la revista Journal of Threatened Taxa, ha seguido de cerca cinco casos sucedidos entre 2022 y 2023 en los que diferentes manadas arrastraron a sus crías muertas hasta acequias de riego en la India y las enterraron. 

En todos los casos, los investigadores se encontraron a las crías cubiertas de tierra, con tan solo las patas sobresaliendo. Estos son los únicos casos registrados de este tipo de práctica, según los autores del estudio. 

Lo más común, dicen los científicos, es lo que suelen encontrarse en las manadas africanas y asiáticas: los restos de elefantes cubiertos de follaje. Algo que solo harían también las urracas en todo el reino animal.