Casi un centenar de niñas de Asturias, Galicia, Cataluña, Madrid, Andalucía y Castilla y León tienen claro cómo serán las ciudades del futuro. O, más bien, cómo deberían ser esas urbes ya: inclusivas, habitables y verdes. Y, a pesar de tener tan solo entre 10 y 16 años, se han puesto manos a la obra para empezar a construirlas.
Cada una desde su colegio o instituto, en su propia comunidad autónoma, trabajando en equipos, se ha pasado todo el curso escolar entre legos, engranajes y microchips. Todo para presentarle a la secretaria de Estado de Energía, Sara Aagesen, una serie de ingenios, robots y diseños que buscan impulsar la sostenibilidad de las ciudades.
Y todo ello lo han hecho en el contexto del programa Efigy Girls, una iniciativa impulsada por la Fundación Naturgy que forma parte de la Alianza STEAM por el talento femenino impulsada por el Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes. La idea detrás de este proyecto, como explica Aagesen, es "despertar la vocación en esas carreras tan maravillosas que son las STEAM" en chicas jóvenes.
Y la secretaria de Estado, como ingeniera que es, sabe muy bien la importancia que tiene "el talento femenino para la transición [ecológica y energética] que estamos viviendo". Porque, dice, sin ellas —las niñas de hoy que serán las mujeres de mañana—, no es viable darle sentido a esas "tres palabras inmensas para toda la sociedad" como son sostenibilidad, medioambiente y energía, y que conforman los pilares del programa Efigy Girls.
Las niñas y adolescentes, divididas en 12 equipos, han cooperado y compartido entre ellas sus soluciones. Y es que el fin de programa no es otro que sumar conocimiento, experiencias y generar pensamiento crítico y creativo.
De robots va el proyecto
Un robot que limpia playas. Otro que recupera residuos de manera eficiente y los gestiona y recicla. Uno más que se enciende cuando detecta aire sucio y lo purifica. Y otros dos que siembran huertos urbanos.
También hay un poco de alumbrado público sostenible que no consume. Y de compostaje de hojas. Y de detección de productos a punto de caducar en el supermercado. Una rampa para que las pistas de esquí sean accesibles para las personas con movilidad reducida. E, incluso, un autobús pensado para moverse con energía limpia y que "sea cómodo para todo el mundo".
Las ideas que las cien jóvenes han presentado a Aagesen y su equipo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) han sido variadas (y variopintas). Tanto, que como explica la propia secretaria de Estado, ellas, los cerebros detrás de estos ingenios robóticos, "son ya referentes".
Porque, dice, "lo que falta a nivel mundial es precisamente eso, referentes". Y recuerda que "las niñas y las mujeres necesitamos que otras mujeres nos cuenten lo que se puede hacer". Y, sobre todo, que se puede hacer.
"Vosotras me habéis dado energía para seguir luchando para que los haya", para animar a otras niñas y mujeres a embarcarse en la ciencia, la tecnología, las matemáticas o las ingenierías.
Una iniciativa diferente
Efigy Girls busca la equidad educativa. Pero también generar interés entre las niñas en carreras masculinizadas como las STEAM. Y para ello el proyecto pivota sobre la robótica, la tecnología, la ciencia, la energía y la eficiencia medioambiental. Todo a través de la innovación, la creatividad, el trabajo en equipo y la colaboración.
Tal y como explica la Fundación Naturgy, los objetivos de esta iniciativa son claros. Por un lado, está el fomento de las competencias tecnológicas entre las jóvenes en un entorno colaborativo, que no suele ser la norma en sus colegios.
Por otro, el programa se centra en promover un enfoque afectivo del aprendizaje mediante la resolución de distintas situaciones y problemas. Por ejemplo, una de las participantes en Efigy Girls explica que a la hora de construir su robot (que automatiza la siembra de semillas) se encontraron con muchos desafíos y tuvieron que, una y otra vez, volver a repensar el diseño para que fuese realmente funcional y sostenible.
Esto, al final, se traduce en una comprensión profunda de los problemas medioambientales globales. Porque, ensuciándose las manos y poniendo los cerebros a crear e inventar, las jóvenes y sus docentes han sido capaces, reconocen varios de ellos, de ver (y entender) el mundo de otra manera.