Junio termina con las alarmas disparadas por el repunte de los incendios en los países bañados por el Mediterráneo. Mientras Italia registra temperaturas por encima de los 50 ºC en la città eterna, decenas de incendios azotan el paisaje griego. Desde el día 21, se han registrado 64. Los reportes del Servicio de Bomberos confirman que aún quedan 18 por controlar, pero el calor poco habitual para estos primeros días de verano y la presencia de vientos huracanados en algunas regiones dificultan la carrera por evitar que sigan expandiéndose.
En cualquier caso, estos fenómenos no son aislados ni se quedan solamente en Europa. Los datos más recientes confirman que han ido en aumento en los últimos años. Tanto que un estudio de la Universidad de Tasmania (Australia) publicado este 24 de junio en Nature Ecology & Evolution ha llegado a advertir que la frecuencia y magnitud de los incendios forestales extremos parecen haberse duplicado en los últimos 20 años, siendo los 6 más dramáticos los transcurridos desde 2017.
En las últimas décadas, los incendios forestales extremos han batido récords y han aparecido en los titulares de todo el mundo. Estos provocan pérdidas de vidas humanas, propiedades, ganado, vida silvestre y hábitat, además de causar daños económicos multimillonarios. Pese a sus implicaciones en la salud pública y los ecosistemas, la comprensión de las tendencias de este tipo de incendios es todavía limitada, probablemente "debido al enfoque predominante de la literatura en el área quemada".
A través del análisis de datos satelitales de 2003 a 2023, los autores constatan: si bien el área quemada en el planeta puede estar disminuyendo, debido a que hay menos incendios de baja intensidad en África —continente que concentra el 67% de esta superficie quemada—, el comportamiento del fuego no ha hecho más que empeorar en varias zonas, especialmente en el Neártico y Australia y Oceanía, donde "estos eventos se han concentrado desproporcionadamente" en los últimos años.
Más intensos, más frecuentes
A lo largo de los 21 años analizados, los eventos extremos de incendios forestales han aumentado 2,2 veces "en todos los continentes excepto en la Antártida". Esta tendencia de crecimiento es aún mayor durante la noche, en consonancia, según explican, "con la observación de que las temperaturas aumentan más rápidamente" en estas horas que durante el día, y, "en consecuencia, dicho calentamiento está reduciendo la barrera nocturna a los incendios forestales".
Igualmente, como se extrae del estudio, la magnitud de estos fenómenos también ha aumentado significativamente. Para los 20 incendios más extremos de cada año, la magnitud promedio aumentó 2,3 veces durante el estudio, y, añaden los autores, "este incremento parece estar acelerándose". Tanto en términos de frecuencia como de magnitud, los seis años más extremos ocurrieron a partir de 2017.
Tales resultados, reza el documento, se atribuyen a incendios más intensos en zonas ricas de carbono y bosques templados de coníferas —biomas caracterizados por un clima que va de templado a frío, precipitaciones abundantes y árboles de elevadas alturas como los pinos—, presentes en estas regiones, América del Norte y Rusia.
Los investigadores sugieren que esto puede estar relacionado con el aumento de la aridez en estos bosques en los últimos años como consecuencia del cambio climático.
Incendios y cambio climático
El calentamiento global actúa como si echáramos leña al fuego, valga el juego de palabras, sobre el comportamiento de los incendios. En lo que llevamos de siglo, ha "provocado que el clima de incendios se aparte de su variabilidad histórica en aproximadamente el 20% de la superficie terrestre quemable a nivel mundial", recuerda el informe. Sin embargo, también se matiza que "aún faltan pruebas de las tendencias globales en la actividad extrema de los incendios en sí".
Las organizaciones ambientalistas y las instituciones ven en estos fenómenos una potencial nueva realidad que será aún más evidente en los próximos años. De hecho, otro estudio reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) advierte que podrían aumentar mundialmente hasta en un 14% en 2030, un 30% para 2050 y un preocupante 50% al llegar a finales de siglo.
Asimismo, advierte la investigación australiana, el calentamiento de las temperaturas y el aumento del déficit de presión de vapor —la diferencia entre la cantidad de vapor de agua que puede retener la atmósfera y la que contiene en ese momento— están "secando los combustibles y empeorando el clima de incendios en la mayor parte de la Tierra". Al respecto, los investigadores concluyen que sus hallazgos resaltan la necesidad de adaptarse a un clima propicio para estos eventos.
En este sentido, la restauración de los ecosistemas es una vía clave para mitigar el riesgo de incendios forestales antes de que ocurran y para reconstruir mejor los territorios después. La restauración de humedales y la reintroducción de especies, la construcción alejada de la vegetación y la preservación de espacios abiertos de amortiguamiento son algunos ejemplos de inversiones esenciales en prevención, preparación y recuperación.