En pleno verano, es común escuchar tanto en los medios de comunicación como en simples conversaciones cotidianas la frase de "se acerca una ola de calor". Sin embargo, es importante entender que no todas las subidas de temperatura son olas de calor y hablar con propiedad sobre estos fenómenos climatológicos es clave para una correcta compresión de los términos. 

Pero, ¿qué es exactamente una ola de la calor? Desde la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), definen este término como un episodio de temperaturas anormalmente altas que se mantienen durante varios días, afectando a una parte significativa de una región o país. 

En ese sentido, debe tener una duración de, al menos, tres días consecutivos y afectar a un mínimo del 10% de las estaciones meteorológicas consideradas. Además, las temperaturas máximas deben estar por encima del percentil 95 de su serie de temperaturas diarias de los meses de julio y agosto del periodo de 1971-2000. En definitiva, debe presentar una desviación significativa respecto a las temperaturas normales de la estación. 

Un ejemplo claro de olas de calor en España es la que tuvo lugar en el verano de 2015. Se ha convertido en la ola más larga registrada hasta la fecha en el territorio nacional. Tuvo una duración de 26 días, del 27 de junio al 22 de julio y, durante este periodo, fue el 6 de julio el día que se alzó con la máxima temperatura, 37,6 °C. Además, nueve días después, es decir, el 15 de julio, 30 provincias amanecieron en alerta de forma simultánea. Sin duda, un evento excepcional, tanto por su duración como por su extensión geográfica. 

Cómo identificar una ola de calor

Confundir simples subidas de temperatura con olas de calor es de lo más habitual, sin embargo, son cuestiones con grandes diferencias. Mientras que una ola de calor implica una situación de temperaturas extremadamente altas sostenidas en el tiempo y afectando a una amplia región, una simple subida de temperatura puede ser un fenómeno aislado y de corta duración. 

Pongamos un ejemplo. En ciudades como Sevilla es habitual que en temporadas como julio y agosto se registren temperaturas superiores a los 35 °C e, incluso, 38 °C en el 25% de los días. Sin embargo, a pesar de que estos valores son especialmente altos, no constituyen necesariamente una ola de calor, ya que son relativamente comunes en ese territorio durante el verano. 

Por otro lado, en localidades como Molina de Aragón (Guadalajara), donde la temperatura máxima histórica es de 38 °C, alcanzar ese valor sí podría formar parte de una ola de calor debido a la rareza del evento en esa región. De este modo, los umbrales de temperatura que definen una ola de calor deben adaptarse a las condiciones climáticas habituales de cada área. 

Cómo afecta el cambio climático

El aumento de las temperaturas no se limita solo al verano. Estudios muestran que las temperaturas globales están aumentando de manera consistente a lo largo del año.

Así lo confirma el último boletín climático del Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), dependiente de la Comisión Europea, en donde indican que la temperatura promedio mensual de los últimos 12 meses (julio 2023 a junio 2024) resultó ser la más alta jamás registrada, con 0,76 grados por encima del promedio entre 1991 y 2020, y 1,64 respecto al de periodo preindustrial entre 1850 y 1900. 

Además, tal como indica el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la temperatura media global ha aumentado aproximadamente 1,1 °C desde finales del siglo XIX. Un incremento que afecta a todas las estaciones del año, no solo el verano, y tiene implicaciones directas en la frecuencia y severidad de eventos meteorológicos extremos, incluidos las olas de calor. 

Según un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el número de olas de calor en Europa se ha duplicado desde el año 2000. Se estima que hasta 23 de las 30 olas de calor más graves ocurridas en Europa se han producido desde la entrada del siglo XXI y, cinco de ellas, en los últimos tres años. Un fenómeno que se ha cobrado casi 70.000 muertes en los veranos de 2003, 2010 y 2022. 

En España, el Instituto de Salud Carlos III ha señalado que las olas de calor han aumentado significativamente en frecuencia y duración en las últimas décadas, lo que está directamente relacionado con el cambio climático. 

Otros fenómenos veraniegos

Sin embargo, si bien es cierto que el término 'olas de calor' es uno de los más escuchados durante esta temporada, existen muchas otras variantes relacionadas con los fenómenos meteorológicos. 

En primer lugar, el calor estival, que es el calor típico veraniego, con temperaturas altas pero dentro de los valores normales para la época y la región. 

La noche tropical hace referencia a una noche —nunca mejor dicho— que no baja de los 20 °C, dificultando el descanso nocturno. Por su parte, la noche tórrida se da cuando la temperatura nocturna no desciende de los 25 °C, un fenómeno más extremo que el anterior, pero menos frecuente. 

Para terminar, el bochorno, posiblemente, el término más conocido. Se trata de la combinación de altas temperaturas con alta humedad, lo que provoca una sensación térmica de mayor calor. Es especialmente común en zonas costeras o tras una tormenta de verano.